9.12.2025.- Lo conocía sin verlo. En la Escuela de Maestría cuando estudiaba electrónica era habitual hacer una visita fin de curso a la Plaza de San Fernando (como creo que se llamaba entonces) para ver la válvula de Radio Juventud que tanto tormento daba. Yo me adelanté un día y me asomé a la ventana del control en la calle del Seminario junto al convento de las Puras y allí estaba Antonio Sánchez Martínez. No sabía ni su nombre ni sus apellidos, pero don Arturo, el profesor de electrónica, habló de el un día en clase como un fuera de serie: “Por los equipos rudimentarios que tienen. Salen a antena de milagro. Vosotros sois la generación del transistor”, decía. Aquel encuentro que tanto deseaba para ver una emisora de radio no se pudo producir porque entré a trabajar en Saveres y terminé la carrera nocturno y el día que fueron los compañeros (por la mañana) yo estaba liado con las furgonetas y los Mercedes.
Un día Encarni González a la que siempre he admirado, fue a por Manoli y Paqui, sus amigas que trabajaban conmigo y nos presentaron. Al instante dijo al oírme hablar: “Tienes voz de radio. Te atreves a que te haga una prueba”. Me temblaron las piernas pero me eché ‘palante’ y pasé por Radio Juventud. No necesité que nadie me dijera quien era Antonio el técnico. Muy serio me dijo que esperara y salía Encarni. Los tres de cabeza al estudio. Aquello era maravilloso. Una radio por dentro. Yo no había pasado del patio y del estudio cara al público como fiel oyente. Los aparatos me eran familiares y el micrófono me daba pánico. Al día siguiente hice media hora de radio con Encarni en directo y a los mandos Marconi. Nunca le llamé así.
Un hombre bueno y sencillo
Me enteré de su vida por una entrevista de mi hijo Carlos en LA VOZ DE ALMERÍA. Todo lo que yo conocía de Marconi (con todo mi cariño) era a nivel técnico cuando gracias a José Miguel me ficharon para Deportes. Leyendo lo que fue su paso por este mundo me quito el sombrero. Quedaba huérfano a los 5 años y desde los 14 años trabajando para ayudar en una casa de familia numerosa donde no se llegaba a fin de mes. Único varón de 7 hermanos entró a trabajar en la Bodega ‘El 1 y el 2’ y repartía vino por la ciudad y los pueblos cercanos. Estudiaba en los ratos libres y se hizo técnico. Le gustaba la electrónica y al final fue su profesión. Rafael Gómez, director de Radio Juventud lo llamó en 1951 y hasta su jubilación en 1992 ya en los nuevos estudios de la calle Antonio Machado como Radio Nacional de España. Antonio se casó con Carmen Joya y tuvieron 5 hijos que educar y alimentar: Carmen, Mercedes, Loli, María del Mar y Antonio. Carmen emprendía antes el camino y dejaba la familia a su cargo.
Su hijo comenzó con nosotros
Cuando empecé con José Miguel Fernández me cogió cariño. Nunca le dije que había estudiado electrónica. El sabía que trabajaba en la casa Mercedes y poco más de mi. Era tan serio y profesional que tardó poco en notar que yo sabía más de la cuenta. Un día al devolverle la grabadora, el micrófono y el cable bien liado, me preguntó quién me había enseñado y, me callé. Ya me había pillado grabando por mi cuenta las entrevistas y notaba que manejaba los equipos. Yo era el último en llegar y el más joven hasta que llegó su hijo. Lo bauticé como ‘Junior’. José Ángel Pérez daba el visto bueno y lo metimos en los créditos de ‘Radiodeporte Fin de Semana’. Nos llevamos pocos años. Yo mayor. Formamos un equipo de categoría y trabajábamos mucho con buen rollo. A su hijo si le dije que era Maestro Industrial en Electrónica y le enseñaba muchas cosas. Se fue soltando en el control del programa y hasta que dejé la casa ya como RNE fueron padre e hijo dos compañeros extraordinarios. Los domingos merendábamos bollos de chocolate.
Las bromas de José Ángel
Yo estaba casado y mi mujer cuando salía los sábados a mediodía de trabajar en Muebles Mago se iba con Josefina (su compañera) y me esperaban en el patio hasta que con el tiempo me di cuenta que ya no tenía que acercar a la compañera de mi mujer a su casa porque tenía la mejor compañía. Antonio padre Marconi, se reía cuando nos veía salir a los cuatro. Y nació otra pareja y otra nieta tan guapa que se llama María del Mar y se ha casado con mi hijo Carlos. Lo que se llama una conexión perfecta como las que hacía Marconi. Sería 1984 aproximadamente y entre tanto amor aparecía el jefe de todo. A mi me ponían como director del programa en LA VOZ DE ALMERÍA y el que mandaba era el, José Ángel Pérez. Un profesional extraordinario que junto al director, Antonio Sánchez Jiménez-Pajarero me sacaron la radio del alma. Un día me dice: “dile a Marconi que te de la grabadora”. Yo sabía por José Miguel que le decían todos ‘El Navajilla’ pero los nuevos técnicos que llegaron como Juanma Cidrón, Antonio Cortés y el hijo de Belda ya lo habían rebautizado o sería el ‘Teniente’ Pérez. El caso es que quería que me mandara Marconi a hacer puñetas y no lo consiguió. Aquella radio que conocí y aquellos profesionales marcaron mi carrera. Todavía cuando me escribe un correo José Ángel me pongo firme. A la orden mi teniente.
El técnico de guardia era yo
Había que pedirle por escrito los equipos para radiar los partidos a Guillermo Acosta ‘Willy’ y luego te los daba Antonio Marconi. ‘Willy’ era el rey de los discos singles y llevaba la discoteca al día, mientras que los aparatos los gobernaba aquel técnico de raza que cambió el vino por las válvulas. Cuando se ‘iba la radio’ mejor no cruzar palabra con Marconi. Pillaba unos enfados tremendos. Yo le ayudaba, y mientras él se ponía manos a la obra yo seguía con las grabaciones, porque ya me había soltado con todos los aparatos. Cuando pasaba algo en Almería y había que salir para toda España si era sábado o domingo por la mañana los técnicos libraban y me daba fatiga ver a los locutores llamando por teléfono para que le echaran un cable. Se fue corriendo la voz y Marconi siempre ‘mosca perdío’ sin saber que yo tenía 5 años de carrera y me manejaba bien. No le dije ni a él ni a nadie (salvo a su hijo) que tenía estudios, porque un locutor me llamó intruso porque no era periodista de carrera. Con la de veces que yo le ayudaba para que se fuera pronto a casa. Cosas de la vida. Marconi repartiendo vino y yo en un taller de coches acabamos haciendo lo que más nos gustaba: la radio. Porque nos sale del alma.
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