Padre e hijo retransmiten los partidos de FC Girona, cada uno en una emisora distinta

Eduard Solà y Nil Solà

Jordi Bofill escribe en Diari de Girona: Eduard Solà, de Catalunya Ràdio, y Nil Solà, de la Cadena SER, son padre e hijo y unos apasionados del fútbol.
Desde hace varias temporadas que ambos cubren la información del Girona; este año, de nuevo, en la Primera División.
El vínculo que sienten uno hacia el otro se ha amplificado gracias a sus trabajos.



Pídele qué hizo al día siguiente de tenerme», lanza Nil Solà. «La noche que nació la paso en el hospital, porque tenía que pasar la noche en el hospital», responde Eduard Solà, provocando la primera carcajada, y continúa: «Al día siguiente estaba la final de Copa del Rey en el Santiago Bernabéu entre el Barça y el Betis.
La final de Gaspart, Figo y Amunike. Y a mi suegra le hacía mucha ilusión quedarse en el hospital».
Ni Nilo puede aguantar unas risas que se contagian. «Fui a ver el partido, cierto». «Aquí no voy a rajar porque no me acuerdo», puntualiza el hijo. «La suegra dijo si queréis me quedo y yo ‘vale, vale, vale, vale’».
Así empezó la relación entre padre e hijo en Can Solà, encaminada con el paso del tiempo a un vínculo emocional mucho más fuerte de lo que dejan entrever detrás de cada ironía.

Por ahora, Eduard, el padre, realiza las transmisiones del Girona a Catalunya Ràdio. El hijo, Nil, le sigue los pasos y cubre la actualidad del equipo de Míchel para la Cadena SER.
«A diferencia de otros, yo no he tenido referentes», añade Eduard. Nil también ha tenido el espejo de su madre, Marta Rodríguez, periodista.
«Pero ella lo es de cosas serias», recalca. Es un no parar.

Los inicios Criados en décadas diferentes -«pero del mismo siglo, o sea que no fardas demasiado», acentúa Eduard-, uno en 1965 y otro en 1997, el fútbol es el cordón umbilical que provoca que las dos épocas sean similares.
«Siempre he querido ser periodista deportivo. Y hoy mantengo el gusanillo. Me pongo nervioso, pero cada vez me gusta más.
Cuando era pequeño jugaba con los cromos y narraba partidos de fútbol. Y ahora, durante la semana, todavía visualizo las cosas que puedo decir.
Pero en nuestro trabajo hay un componente muy grande de improvisación, porque nunca sabes cómo irá», admite Eduard, que empezó en Ràdio Grup en 1986.
Allí, un par de veces por semana, daba los resultados de un torneo social de fútbol sala.

En 1989 entraría en Catalunya Ràdio. También trabajaba en Diari de Girona. Eran los años del Palamós en Segunda División.
Con la aparición de Nil -también tiene una hermana, Queralt, pero ella nunca ha querido saber nada del periodismo-, Eduard aprovechaba para llevarse a su hijo, también apasionado de los deportes, a los acontecimientos donde le enviaban.
«Recuerdo un desplazamiento, sobre todo, a la ciudad deportiva del Villarreal. También estaba Francesc Sánchez Carcassés.
Hay una foto muy bonita en la que estoy a su lado. Allí me da un papel y un bolígrafo y me dice “tienes que ir anotando todo lo que ocurra durante el partido y después haremos una crónica”.
Yo, que adoraba el mundo del fútbol, sentía que vivir de ese modo tenía que ser una ganga», se transporta el hijo, que «aprendí los números gracias a los dorsales de los jugadores.
Memorizaba: con el uno éste, el dos aquél, etc.». Nilo pisó Montilivi, por primera vez, en la histórica promoción de ascenso a Segunda contra el Ceuta.

Empezó trabajando para la agencia EFE, haciendo la guía de la plantilla del Llagostera que había escalado hasta el estrellado profesional, en el 2014. Luego sería el corresponsal en los partidos de casa.
«Las previas las realizaba desde clase, con el móvil. Más de un día los profesores me habían enganchado y me lo habían quitado. Qué discusiones», exclama.
A partir de ahí, lo sería del Girona y con el ascenso a Primera del 2017, firmó por Mundo Deportivo.
Desde este verano, ha abandonado la prensa escrita, fichando por la Cadena SER. Dificultades laborales «Ya puedes poner que éste de aquí delante (su padre), no me dice elogios.
De hecho, soy yo quien me digo que lo he hecho bien. Ahora, con el cambio en la radio, en los primeros programas iba a ciegas», dice Nil. «Pero los escuché, eh», interrumpe Eduard.
¿Y te gustaron? «Bueno, cuando llegó a casa le dije lo que iba a decirle». «No recibí ningún mensaje hasta el tercer día, que hice un mínimo error».

Eduard ya vuelve a reír. «Tiene razón, es verdad. Lo he marcado toda la vida, porque si no se desvía demasiado.
Hay que ser humilde. Le foto mucha caña, en el día a día. De cachondeo, sí, pero también para putearlo. Porque cuando más te putean, mejor».
«Si soy tan competitivo y quiero ser el primero en todo, es porque no me dejaba ni ganar con tres años cuando jugábamos a fútbol.
Y ahora demuestro que es por calidad y méritos propios, que estoy donde estoy», opina Nil, para quien las redes sociales han sido «claves» en la búsqueda de empleo.
«A mí me han servido para darme a conocer, gracias a la imagen de que mujeres pueden llegarte oportunidades». «No puedes quedarte atrás y yo tengo un perfil creado a por todas.
Las defiendo, porque si se utilizan bien son útiles; pero cuando hay una repercusión por algo que no está ni contrastado duelen», analiza Eduard.
«Un buen periodista debe ser creíble», afirma. «E informar con fuentes fiables», le apoya el hijo.

«Ahora lo tiene muy complicado, los jóvenes», declara Eduard, que sigue: «Y para poder vivir como lo hemos hecho nosotros (los periodistas de su generación), aún más.
Lo bueno es que tiene un campo más amplio de posibilidades». «Mi madre siempre me decía que me dedicara a otra cosa, porque el periodismo está muy follado.
Pero nunca he dudado y creo que no sabría hacer otra cosa. Y tú, 100% que tampoco», le deja claro Nil a papá. «A mí me hacía mucha gracia que hiciera como yo, pero no las tenía todas.
Yo le preguntaba muchas veces “¿quieres decir que serás capaz?”». «Me siento un afortunado, pero yo tuve un problema.
Me encontré con diecisiete años haciendo crónicas y entrevistando a jugadores de Primera División», observa Nil.
«Yo en Primera me estrené con cincuenta y dos años», contesta Eduard. «Me vi en lo más alto, con contactos y un buen posicionamiento, y de repente el Girona baja y el trabajo se vuelve inestable.
El salario era una miseria, no podía vivir en ella, y el esfuerzo no había servido para nada. No es fácil, manejar estas situaciones.

Y la realidad es que si no entra la pelota, muchos no sabemos si tendremos trabajo», explica Nil. «Recuerdo darme la vuelta al día del descenso del Girona a Segunda, mientras hacía la retransmisión, y verle llorar», se sincera el padre.
El vínculo creado es muy especial. «Todo el día hablamos: que si hoy esto, que si mañana entrevisto a no sé aquí, del que ha pasado al partido, que si a qué hora quedamos por ir a la rueda de prensa, que si cómo has cantado el gol, que si qué tuit has hecho. Todo el día.
Ni yo tengo la misma relación con mi madre ni él con la hermana», manifiesta Nil. Habla Eduard: «Nos apretamos mucho, pero pasamos tiempo juntos».
Se marchan riendo, claro».

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