Luis del Olmo: “Salía a la calle y la gente me miraba como a un ídolo”

Luis Del Olmo

Marc Rovira escribe en El País que tras una década como jubilado, el popular locutor ha domado el carácter, incluso cuando recuerda la millonaria estafa que sufrió, y distrae los días en su refugio playero de Tarragona.



Luis del Olmo cuenta 85 años y luce, allá en las alturas de su testa, más de 190 centímetros de comunicador, un manto de pelo blanco donde no entra el desorden. Justo cuando se cumple una década de su jubilación, el locutor mantiene silueta afilada, dicen quienes le conocen que cuida la dieta, y no pierde la pose estilosa ni bajo el bochorno pegajoso de un verano ardiente. Atiende la visita desde su refugio del Roc de Sant Gaietà, en Roda de Berà (Tarragona), un curioso rincón playero junto al arco romano que preside la antigua Via Augusta y donde el periodista recaló en los años setenta con la osadía de montar “un festival de música como el de Benidorm”. Expo-Canción programó, durante una docena de veranos, a artistas de relumbrón: Julio Iglesias, Montserrat Caballé, Lluís Llach, Joan Manuel Serrat, Miguel Ríos, Demy Roussos o Mike Kennedy desfilaron por un lugar que hubieran tenido difícil situar en el mapa. “El pueblo no tenía ni 1.000 habitantes”, apunta Del Olmo.

El peso del tiempo ha desordenado sus recuerdos, pero ha potenciado el talante cordial de un hombre que cosechó un carácter huracanado. Da largas zancadas por las salas de su Museo de la Radio, mientras explica la historia de cada aparato y de los centenares de fotos que configuran la exposición. Cuenta con radios de fabricación alemana, americana, china o rusa, adquiridas a lo largo de sus viajes. “He hecho programas desde Nueva York, Pekín o Moscú. De entre todos los artilugios que guarda, se para junto al que identifica como “la radio de la tía María”. Señala que por aquel altavoz se colaron las primeras emisiones radiofónicas de su vida.

Del Olmo siempre supo hablar como quien canta una nana y patentó como material adictivo su tono de voz. “Empecé haciendo radio en pantalón corto, porque me entretenía, pero quería ser facultativo de minas”, señala. Nacido en Ponferrada, la huella minera del Bierzo estaba presente en aquel muchacho que se ponía delante del micrófono al salir del instituto. Sus primeros años en el oficio fueron una carrera de casualidades: unos avispados asturianos que veraneaban en León avisaron de “la interesante voz” que tenía aquel muchacho que sonaba por la radio local. Se lo llevaron a Oviedo, a la SER, donde tuvo un paso breve, antes de regresar a su tierra: “Me doblaban el sueldo”. Su madre, doña Emérita, enfermó y precisó de una intervención quirúrgica en Madrid. “Por dar una vuelta, fui a Radio Juventud y allí conocí a Matías Prats padre”. Charlaron y se enteró de que se convocaba una oposición para cubrir vacantes. “De pronto me vi dando los boletines informativos, el Diario Hablado de Radio Nacional” dice.

Afirma que fue un joven ingenuo y cándido que se dejaba un pedazo de corazón en cada estudio donde metía el pie. No tanto porque se entregara al micrófono, que también, sino porque era un enamoradizo obstinado y allí donde iba se prendaba de “la redactora de turno”. Antes de conocer a Mercedes González, Merche, su esposa y compañera de fatigas, tres hijos incluidos, el locutor dice que era “un poco bobo”. El reproche se viste de terciopelo al salir de la garganta del popular presentador, voz icónica de un tiempo y de un país. Su programa Protagonistas marcó el pulso informativo durante casi 40 años. Arrasaba en las audiencias y era pieza disputada para las cadenas y los anunciantes. Solo Iñaki Gabilondo, en la SER, logró aguantar ese pulso. “Me gané muy bien la vida con la radio”, confiesa. “Salía a la calle y la gente me miraba como a un ídolo, lo viví con suma felicidad”, admite. Se prodigó en Radio Nacional de España, Onda Cero, Cadena COPE y Punto Radio, siempre con un arranque común: “Buenos días España, les habla Luis del Olmo”. En el museo, frente a un retrato de él a tamaño natural, el locutor ya jubilado lo repite ahora y parece como si un aroma de café con leche llenara el aire.

El comunicador, que fue líder indiscutible de la radio matinal, tiene 85 años.

Abuelo de nueve nietos e instalado entre Barcelona y Roda de Berà, vive mucho más tranquilo que cuando encadenaba madrugones y tenía que convivir con escoltas porque era objetivo de ETA. Afirma mantener la cabeza ocupada, “no tengo tiempo de aburrirme”, y carga con él una pequeña agenda repleta de garabatos. “Aquí está mi memoria”, dice. No necesita recurrir a las notas para recordar detalles de la estafa que sufrió a manos de quien era su administrador y su amigo íntimo.

A Del Olmo se le considera un innovador, porque llevó las tertulias a la radio (un género que ha triunfado hasta el empacho) e instauró una relación más directa con el oyente. Desengrasó el tratamiento de la actualidad política con secciones de éxito apabullante como El debate del estado de la nación, a cargo de una seleccción de humoristas de primer nivel, como Tip, Coll, Tito B. Diagonal (Jordi Estadella), Mingote o Forges. Otro equilibrista del humor que colaboró con él fue Juan Carlos Ortega. En un reportaje emitido por TVE, Ortega comparaba a Del Olmo con Beethoven: “Ahora lo consideramos un clásico, pero en su momento puso patas arriba su oficio”. Iñaki Gabilondo ha afirmado a menudo que su competidor “fue el primero en marcar un camino que los demás seguimos”. Del Olmo recuerda aquellos días de gloria con agradecimiento: “Tuve a los mejores profesionales a mi lado”.

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