Luis Oz le ha dedicado estas lineas desde El Mundo: La radio apenas tiene voz en la prensa escrita y en la televisión. Rara es la cadena de radio que no incluye en sus informativos revistas de prensa, pero no hay reciprocidad. Salvo que fallezca algún profesional destacado que merezca un obituario.
Es el caso de José Luis Pérez de Arteaga, director, presentador y guionista de El mundo de la fonografía, uno de los más clásicos de Radio Clásica. Treinta y dos años lleva en antena el programa y hasta su último aliento, en la noche del martes, siguió al pie del cañón. Fue también durante muchos años el gran pregonero y voz inconfundible de los conciertos de Año Nuevo.
Para los aficionados a la música, desde Fernando Argenta la radio no había perdido a un divulgador más sabio y divertido.
Las circunstancias de su muerte, apenas insinuadas ayer en Las mañanas de Alfredo Menéndez de Radio 1 y durante todo el día en el merecido homenaje de la Clásica, me devolvieron recuerdos del obituario de Javier Ortiz, el segundo jefe de opinión de El Mundo, escrito por él mismo poco antes de morir para alegrarnos el funeral. Como otros muchos, con las botas puestas hasta el final.
«José Luis nos educó a todos en la música y tenía una calidad humana espectacular», comentó Antonio Garrigues Walker. «No era una biblioteca, sino dos», dijo el director del Festival de Granada, Diego Martínez. «Sí, porque era a la vez una biblioteca y una fonoteca», explicó su compañero Roberto Mendes. «José Luis vivía la música, la hacía vivir y la contaba desde lo vivido».
Memoria prodigiosa, crítico riguroso y musicólogo excepcional, se convirtió pronto en uno de los principales biógrafos de Mahler en castellano. En la clásica fue el mejor profesor, «siempre pródigo en calidez, generosidad y elegancia» (Luis Martín), pero ningún género musical le fue ajeno si era bueno: desde el rock al jazz, pasando por las mejores bandas sonoras del cine de ayer y de hoy.
«En José Luis nunca vi ningún dogmatismo en un mundo con tantos dogmáticos», confesaba su amigo y compañero de fatigas en la crítica musical Luis Suñén. «Deja un gran vacío porque era, además, un gran comunicador. Cuando transmitía, opinaba, y pocos podían hacerlo mejor, cautivando al oyente y al espectador». Con él veías, además de escuchar, los conciertos.
Los oyentes se volcaron ayer durante todo el día en el 608583131 con recuerdos y sentimientos a borbotones. Ana Vega Toscano, compañera de micrófono durante muchos años del maestro José Luis, recordó el especial improvisado el día que falleció Alfredo Kraus. «Su voz te invitaba a escuchar».
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