Una de las entrevistas estrella de la semana en el mundo de la radio es la que ha hecho Hugo Alguacil a Carlos Herrera para El Mundo con fotografías de Antonio Heredia.
Señales horarias de las seis de la mañana, «señoras, señores, me alegro, buenos días», sintonía arriba y despega «Herrera en COPE«. En la redacción de la emisora en Madrid se mezclan las caras de sueño de los que llevan poco despiertos con las de los que llevan demasiado sin dormir. Hay 17 horas de trabajo ininterrumpido para llegar al punto de no retorno en el que se enciende la luz roja, justo las que han pasado desde que se apagó. Es la rueda de la radio, que no se detiene, y tiene enganchado a Carlos Herrera desde hace décadas pero nunca con un reto como éste: convertir a su programa en el más escuchado y abanderar la alternativa de la COPE al liderazgo de la Cadena SER en la radio española.
El primer EGM de 2019 recortó como nunca la distancia con «Hoy por Hoy«. 2.640.000 oyentes por los 2.492.000 de Herrera, casi medio millón más que en la anterior oleada, provocando un escenario de empate técnico en el que por primera vez en muchísimos años hay posibilidades reales de desbancar al programa hoy dirigido por Pepa Bueno y Toni Garrido.
«Te metes en la cápsula y puedes caer en la tentación de creer que estás hablando para los pocos que tienes delante y te ven pero luego hay dos millones y medio de personas al otro lado, a las que no se les puede faltar el respeto y a las que tienes que contar cosas interesantes porque si no…», afirma mientras hace el gesto analógico de cambiar de emisora el -gracias a la división en dos franjas de la competencia- comunicador más escuchado de la radio en España.
La cápsula a la que se refiere es el estudio C -bautizado con el nombre de la periodista fallecida Blanca María Pol– de la redacción de COPE en Madrid, desde donde hace el programa cuando visita la capital. Recogido y con poca luz, lo prefiere al galáctico construido en el sótano que evita porque le parece «un quirófano». Un flexo ilumina su mano y las notas que toma mientras lee los periódicos del día. Los horarios no difieren al de una jornada normal cuando emite desde Sevilla, donde reside, si bien allí adelanta parte del trabajo en casa: las 3:30 como tarde en pie, repaso minucioso de la prensa y a las 5:45 El Pulpo le pone en suerte para iniciar el vuelo 15 minutos después.
La guardia de la noche ha dejado la mañana orientada pero una última hora puede mandar los guiones a la basura. Ni en los momentos que parecen más distendidos en antena se relaja la tensión informativa en la redacción. La jornada está lanzada cuando van llegando colaboradores y contertulios. Algunos tienen equipos instalados para participar en el programa desde sus domicilios pero se acercan a Alfonso XI si está Herrera, que entre abrazos y bromas disfruta del calor humano que recibe en Madrid. «En Sevilla somos tres o cuatro, aquí está el grueso del equipo, la metodología de trabajo la tenemos muy desarrollada me gusta venir y verles».
A María Luisa Núñez -25 años con Herrera- y Sixto Naranjo, al frente de la producción, y Rocío Fernández en el control técnico, también les gusta que les venga a ver. Están acostumbrados a la distancia, la exigencia es la misma, pero no deja de ser extraño hablarle durante tantas horas a una silla vacía. Y que Herrera no esté no significa día libre en Sevilla. La comunicación entre los dos centros de control es constante.
El tono de «Herrera en COPE» cambia a partir de las 10. «En seis horas corres el peligro de aburrirte y si eso a mí no me pasa es gracias, entre otras cosas, a compañeros como María José Navarro o Goyo González«, asegura Herrera, que a esta hora lleva hablado lo suyo, se ha tomado varios descafeinados y ha desayunado su piña de régimen.
Cualquier cosa sirve, la piña mismo, para que Navarro dispare contra el ‘Líder’: «Hoy frutita para contrarrestar que en la Feria te has puesto como el Tenazas». Lo hace por él, dice: «Necesita que se le pique, no soporta la adulación». «Yo lo pongo un poquito a huevo, les doy munición para que me acribillen. Me entusiasma y nos humaniza ante el oyente», confirma Herrera.
Fuera del papel de «mujer de 50 un poco loser y con una vida de mierda» que interpreta ante los micrófonos, la periodista se pone seria: «La COPE quiere que el programa sea líder, sí, pero en la redacción el anhelo es que el líder sea Carlos Herrera. Hay un compromiso con él desde el momento en que volvió a su casa. Pidió cosas para todos los trabajadores, fueran o no de nuestro equipo, que se han cumplido. Nos hace mejores, más fuertes y nos da futuro. Queremos llevarle a ser el más escuchado porque se lo merece».
Como ocurre en todos los medios de comunicación, la Cadena de Ondas Populares Españolas tiene una línea editorial. Pertenecer a la Conferencia Episcopal no obliga a sus trabajadores a la misa diaria ni a hacer ayuno y abstinencia en los viernes de Cuaresma pero exige unas formas en antena. «Rozar el límite» le sienta bien a «Herrera en COPE«, como confiesa Goyo: «Es un gran encanto estar en el filo de la navaja pero hay que hacerlo con arte. En esta casa nos tratan con un respeto extraordinario y nosotros sabemos hasta dónde podemos llegar. Hay una cosa clara: lo que se dice, y cómo se dice, en este programa no se dice en ningún otro».
Herrera escucha con indisimulado orgullo lo que opinan sus colaboradores más cercanos -«es el mejor equipo de la radio»- y relata una anécdota al hilo de líneas editoriales y el preocupante estado en el que se encuentra la libertad de pensamiento en la sociedad española: «Rosa Díez cuenta que el día que le llaman facha menos de 40 veces siente que algo ha hecho mal. Fachas somos tantos ya… Es el lenguaje Twitter, la reflexión Twitter, que es un lugar muy divertido para colgar platos de comida pero para leer reflexiones olvídate. Hay que perder el miedo a que te llamen facha».
A juzgar por sus monólogos, si no le ha perdido el miedo, va camino de ello. Sus oyentes más antiguos conocen bien ante qué cosas no se va a morder la lengua y los que suma nuevos no huyen al escucharle opinar de, por ejemplo, la aparición en el escenario político de Vox, una formación con una «gestualidad «que «entusiasma a unos cuantos» pero provoca el «rechazo» de otros muchos. «Con la grandilocuencia no se es mayoritario en España», advierte.
Si es sobre Catalunya, el comunicador habla de lo que sabe. Como tantas familias andaluzas, la suya también emigró al área metropolitana de la Barcelona franquista, concretamente a Mataró, donde pintó la mitad de su corazón bético de azul y grana. También aprendió el catalán que usa con gusto en sus regresos y en antena cuando corresponde, algo que sabe que saca de sus casillas a lo más intransigente del nacionalismo. De culé, en cambio, no le queda nada. «He vivido intensamente el Barcelona, ponía el himno en antena cada vez que ganaba algo, pero cuando el club se pone al servicio de una idea supremacista y exclusivista pues yo me borro», lamenta.
Pese a la que cae, no lo ve todo perdido: «Hay más no independentistas que independentistas. De lo que se trata es de hacer entender que el independentismo no es un delito pero el respeto a la ley es imprescindible y no cumplir la ley tiene consecuencias penales». ¿Hay solución? «Será lenta, lo que se tarde en exterminar un virus. No solo con articulados severos se revertirá la situación. Es necesaria una terapia lenta, social, paciente, inteligente y comprensiva». La terminología sanitaria para explicar casi cualquier cosa es una seña de identidad del ‘lenguaje Herrera’. A haber estudiado Medicina, pese a no ejercer jamás, se lo debe.
Y del Herrera catalán al Herrera andaluz, de nacimiento almeriense -Cuevas del Almanzora, en 1957- y de devoción sevillano y de Sanlúcar de Barrameda. «Andalucía tiene una potencialidad que hasta ahora no se ha explotado del todo. Con 1.500 kilómetros de costa, ciudades pintorescas culturalmente únicas en el mundo; Málaga, que cualquiera que tenga cierto aprecio por lo más elemental del arte tiene que visitar, y Sevilla -sin más- como decía Machado», se le llena la boca enumerando motivos no sólo para ir de turismo a su tierra, ya que cree que «hay mucha gente que está deseando vivir y trabajar en Andalucía».
El locutor no esconde que tiene «mucha confianza» en el «futuro inmediato» de la región: «El Gobierno andaluz estaba anquilosado, ahora veremos lo que tarda el de ahora en anquilosarse también, pero hay nuevas maneras y lo veremos en las cifras de inversión. Teníamos menos inversión extranjera que Asturias, que es maravillosa pero es ocho veces más pequeña. Debemos estar muy pendientes de los dos próximos años pero puede que no nos vaya tan mal».
No es tan optimista, cualquiera puede comprobarlo si escucha sus monólogos de las 8 de la mañana, con lo que está por venir con Pedro Sánchez en la Moncloa. Que no le concediera una entrevista en la pasada campaña electoral tampoco le quitó el sueño, ya que «no ha sido el primer presidente al que no he entrevistado» pero avisa: «Es legítimo que elija sus escenarios, no está obligado a nada aunque yo tampoco estaré obligado a entrevistarle cuando a él le convenga».
No se han cumplido aún cuatro años del regreso de Carlos Herrera a la COPE. Firmó por tres temporadas y renovó por otras tres, por lo que su vinculación finalizará, como poco, en 2021. El locutor cree que el día en que deje la radio aún «quedarán muchas cosas por hacer», tanto dentro como fuera del periodismo. Un deseo que le ronda para cuando acaben los madrugones es recorrer España al ritmo de la temporada taurina pero una vez echado un año así «puedo seguir escribiendo en periódicos, acabar un par de libros que tengo empezados o hacer un programa de música o de toros».
Por lo pronto, el de música ya lo tiene, se llama «Radio Carlitos Deluxe» y de emitirse en la madrugada de los sábados ha pasado a también a ocupar un lugar más amable dentro de la parrilla de Rock FM. Y a cualquier hora en cualquier parte del mundo a través del podcast, un soporte que le gusta especialmente: «Si lo hubiéramos tenido en los 70 y 80 ahora disfrutaríamos los audios de los mejores tíos y tías de la historia de nuestra radio». Para el de toros, la idea que le ronda va más allá de hacer un programa de información especializada, con entrevistas a profesionales y dirigido a aficionados. Herrera se ve haciendo un programa de «divulgación y explicación» de la tauromaquia, en «radio o en televisión». Eso que ya hizo, hace más de 30 años, con la copla.
«Era el momento idóneo. Los años 80 despertaron un interés de los jóvenes por temáticas que aunque venían de atrás -la dictadura- no tenían nada que ver con ella. Había que darle un formato muy concreto, no podías hacer nacionalfolclorismo en la radio – Las coplas de mi SER se emitía, efectivamente, en la SER– porque estabas hundido. Había que ponerle ácido. Además, todas las leyendas estaban vivas». Habla el periodista de Juana Reina o Marifé de Triana, majestades de la tonadilla que vieron entonces relanzadas sus carreras y que hoy son desconocidas para la juventud.
Herrera ya era un rostro conocido por los telespectadores antes de presentar aquellos programas de tanto éxito, pero a raíz de ellos se hizo aún más popular. Anónimo no ha vuelto a ser, quizá cuando vivió en Miami, pero esa fama no es algo que hoy le impida disfrutar de su tiempo libre: «La gente que viene a pedirte una foto o darte la mano te dedica muchas horas todos los días. Formas parte de su vida, te conoce, conoce tus guiños. Lo normal es que si te ve te salude y lo razonable es que le dediques un minuto de tu vida. Ahí tienes a un tío que te va a tener aprecio siempre; tú prueba a hacer lo contrario».
No tendría sentido pasarse seis horas tratando de transmitir cercanía con el oyente y no demostrarla en la barra de un bar, donde en pocos sitios las personas son más iguales. Carlos Herrera alimenta con gusto su fama de ‘bon vivant’ en estos tiempos de Instagram pero, como a todo el mundo, lo que le gusta es comer muy rico a un precio moderado. Sólo sube «lo que es bueno de verdad y accesible a todo el mundo» pero no se libra de la guasa de los que creen que vive en los restaurantes. La realidad es que los abandona pronto. Mañana tiene que madrugar.
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