
Chus Neira escribe en La Nueva España que el programa de hoy es un especial dedicado a Ángel González González (Gijón, 60 años), responsable de uno de los espacios musicales decanos en la radio española, «La zona cómoda», todos los lunes a las diez de la noche en 40 Classic – Radio Asturias (88.9 FM).
El pasado 15 de noviembre cumplió 30 años y 1.500 sesiones, una viaje muy largo que, en realidad, empezó mucho antes, en el verano de 1979, con esta «Magia Negra»: Ángel era el niño bueno de la clase hasta que sus padres regresaron de Canarias con un radiocasete y dos cintas. La novedad del aparato venía con sorpresa. Si el contenido de una de aquellas casetes, «Discomanía», eran «Village People» y cercanías, el otro recopilatorio del sello holandés K-Tel ocultaba debajo de un título parecido, «Magia Negra, el mejor sonido de discoteca», un puñado de los mejores clásicos de la Motown: Stevie Wonder, «The Commodores», «Martha Reeves & the Vandellas», «Los Temptations»….
Ángel lo tenía en bucle en la habitación y no dejó de escucharlo hasta que dio con un grupo de amigos de su edad interesados en otras músicas. Empezaron a encerrarse en casa de uno de ellos todos los sábados a las tres y media de la tarde, a escuchar vinilos: Bruce Springsteen, Bob Dylan, Lou Reed…
En pocos meses, Ángel se expuso a una amplia variedad de música contemporánea de mucha calidad, pidió un tocadiscos en casa, fue a la tienda de Discoteca de Gijón a comprarse su primer vinilo, «Breakfast in America», de «Supertramp», y salió preparado para abrazar sin remilgos el menú sinfónico y progresivo de la época, de «Genesis» a «Pink Floyd».
El siguiente corte se llama «Blondie» y con él Ángel amplía horizontes musicales gracias a una confusión: En aquellos últimos años del instituto, tan intensos en lo musical, Ángel descubrió en la televisión «Popgrama», aquel espacio que conducían Carlos Tena y Diego Manrique y donde había hasta conciertos en directo de grupos internacionales. En realidad, Ángel casi no podía ver nunca las emisiones, porque le coincidía con las clases de inglés, pero una semana que cayó en festivo tuvo una ocasión. Cuando Tena y Manrique se despidieron y anunciaron que en el próximo programa tendrían a «Supertramp», Ángel imploró a sus padres que le dejaran faltar a la siguiente clase de inglés. No se podía perder una actuación en directo de su grupo favorito. En casa acabaron cediendo, y, llegado el miércoles, el chaval se preparó para flipar con Rick Davies y Hodgson. Pero en el plató de Televisión Española apareció una rubia flacucha y electrizante, y en vez del despliegue sinfónico-prog sonaba, hipnótica, una canción sobre un corazón de cristal, decorada con lujo armónico de guitarrazos. Eran Debbie Harry y Chris Stein, los «Blondie», y superado el primer segundo de decepción, la cabeza del chaval se volvió a partir en dos y por aquella fisura entró toda la new wave.
«Blondie» le abrió un cajón más en el escritorio musical, con mucho más fondo que el de los del progresivo, porque ahí cabían desde frikis como los «B52» al power pop de los mismos «Blondie».
Había mucho más estilos de música y todos le gustaban. «NegrOscuro» es el siguiente paso en la carrera de Ángel González y su primera vez en las ondas, resultado, también, de cierta carambola, dedicación a la escena y suerte. Escuchen: Ángel aterrizó en la carrera de Ingenieros, en la Escuela Politécnica de GIjón, con tanta música en la mochila que en el segundo trimestre ya había cambiado las aulas por la cafetería y los cálculos matemáticos por los fanzines. Junto a otros estudiantes pusieron en marcha la publicación «Mucho vicio», con críticas, entrevistas, y mucho Alaska y Almodóvar.
Aupado por sus primeras pasiones también lanzó otra revista en solitario dedicada a la música negra, «NegrOscuro». La publicación tuvo su eco. Le llamaron para hacerle una entrevista en Radio 3 y Julio César Iglesias le pidió que se pasara por Oviedo para entrevistarle en «Pop y otras pasiones». Allí, en la emisora de Radio Asturias, Ángel conoció por primera vez a aquella troupe de vanguardia de los especiales musicales del momento, que completaban Enrique Bueres y Quico Roces con el apoyo y la complicidad de Alberto Toyos.
La radio, para Ángel González, no era del todo desconocida. A su actividad con los fanzines se había sumado una primera experiencia en las ondas. Su vecino puerta con puerta Tete Bonilla, pionero en la nueva ola local con «La banda del tren», tenía un programa en Radio Fox, emisora pirata que emitía desde la Providencia y no llegaba más allá de Somió.
Ángel empezó a poner allí música negra. Lo llamó «Bailando las calles»; como aquella canción de Martha Reeves & The Vandellas, la penúltima de la cara A de aquella casete de «Magia negra». Radio Asturias fue la casa de Ángel González desde mediados de los ochenta. Él ya estaba plenamente metido en el mundillo musical y su primer programa de recorrido largo fue «Bandidos y mulatas». Suena a música negra en todas sus variedades y tiene un final inesperado: Así que Ángel se había desplazado a Oviedo para estudiar Económicas, porque le interesaba el mundo del comercio y los negocios. Mediaban los ochenta, empezaba a colaborar con todo tipo de medios, y un día Julio César Iglesias le anunció que dejaba la radio porque se incorporaba a LA NUEVA ESPAÑA.
Alberto Toyos le había preguntado si tenía algún sustituto y él le había recomendado a Ángel. Hicieron unas pruebas y en septiembre de 1986 se incorporó a aquel equipo maravilloso de la radio musical asturiana con «Bandidos y mulatas», dedicado a la música negra en todas sus variedades, ya abierto al hip hop, o al house, a todo lo que salía de los clubs de la comunidad afroamericana. Fueron seis años apurados al lado de aquellos maestros, abriendo una hora antes para «El expreso de medianoche» de Bueres, supliéndole algunas noches, con el apoyo sincero de Alberto Toyos. Toda aquella maravilla musical casaba mal con la peripecia vital. Le fue mal en Económicas y cambió la matrícula a la UNED. No le convalidaron casi ninguna asignatura y en verano de 1992 se vio en la tesitura de preparar una improbable recuperación de un montón de materias para afrontar el próximo curso con alguna garantía. Agobiado con el panorama, Ángel bajó a un bar del muelle en Gijón, «El Boulevard», a ahogar las penas en unas jarras de cerveza.
Era verano. Estaba allí solo con el camarero, media tarde, cuando entró por la puerta Andrés Cosmen. Los hijos del dueño de Alsa habían estudiado con él de pequeños, en Los Robles. -¿Qué tal, Ángel? -¡Hola, Andrés, ¿no estabas en China? -Sí, sí… Luego le preguntó si tenía novia, si vivía con los padres y si seguía con tan buen nivel de inglés como cuando eran compañeros de pupitre. Dos respuestas afirmativas y una negativa (Ángel no tenía chica) resolvieron una cita a la mañana siguiente en la gijonesa plaza de San Miguel. Andrés Cosmen pasó a recogerle en un Porsche 911. Tenía un proyecto para montar un restaurante español en China y quería que le ayudase a hacerlo realidad. Hizo un «training» de mes y medio en las empresas de la familia y en noviembre de 1992, después de haber visto a Michael Jackson salir volando del escenario Tartiere en la gira «Dangerous», él hizo lo mismo, pero rumbo a Tianjin, China.
«International distance music» fue el gran éxito de Ángel González en el mercado asiático. Un programa con cuatro millones de oyentes que le duró cuatro meses: Nada más aterrizar en Tianjin, Andrés Cosmen fichó en el hall del Hyatt a la traductora que acompañaría a Ángel en su aventura china. A Sara (el nombre español que la chica pidió a sus nuevos jefes) le llamaba la atención esa cantidad de CD’s que Ángel compraba cuando iban a Hong Kong. A falta de emisoras y de música decente en la tele, seguía alimentando su pasión con música internacional que reproducía en un disc-man. Era pop y rock en inglés, pero a su empleada le llamaba tanto la atención que se lo dijo a su madre, trabajadora en la radio pública de allí, la People’s Tianjin Radio Station. Entre las dos le ofrecieron a Ángel que hiciera un programa de una hora con aquellas canciones, lo que ellos llamaban «International distance music». Él presentaba en inglés y Sara hacía la traducción al chino en directo desde la cabina, a veces mucho más larga que el parlamento original porque la chica adaptaba las expresiones originales de Ángel a los gustos y exigencias de la censura.
En la populosa Tianjin tuvo cuatro millones de audiencia, algo totalmente inesperado. Y efímero. El proyecto de restauración no salió adelante y Ángel regresó a España en agosto de 1993. El último éxito musical en la carrera de Ángel González lleva siéndolo desde septiembre de 1994, «La zona cómoda», el programa que sigue en antena en Radio Asturias y con el que se ha convertido en uno de los más longevos en la radio musical española.
Con él nos despedimos: Cuando Ángel González dejó sus «Bandidos y mulatas», Alberto Toyos le había hecho la misma pregunta que en su día le hizo a Julio César Iglesias y que le había abierto a él las puerta a la radio. ¿Sabes de alguien que te pueda sustituir? Él le habló de Pepe Colubi, que entró con «Planeta». De vuelta en Asturias, pasado un año, Colubi volvió a darle el relevo. Él lo dejaba y había hueco para que Ángel regresara. Esta vez utilizó el título de un éxito de Vanessa Williams, «La zona cómoda». Entendió, como lo sigue haciendo ahora, que su zona de confort era esa. «Aquella cabina era donde me sentía bien, era mi casa de ‘Los 40’, poniendo música y disfrutando». Pasados ya de los 1500 programas y cumplidos los 30 años en antena, Ángel González celebra la libertad que le sigue ofreciendo la cadena para trabajar el pop-rock alternativo internacional, la música negra y la electrónica. Su pasión por descubrir nueva música y ofrecerla a los oyentes sigue intacta. Canciones que no te va a recomendar el algoritmo y donde te puedes quedar a vivir».
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