Quino Ceular, fundador de Intimidad Radio: «Yo no veo con los ojos. Veo con el corazón»

Quino Ceular

Aristóteles Moreno le ha entrevistado para ABC:
Quino Ceular, fundador de Intimidad Radio: «Yo no veo con los ojos. Veo con el corazón». Es la comprobación empírica de que un contratiempo puede ser una oportunidad. Vitalista desbordante, se agarró a la radio como al mástil de un velero.



Quino Ceular abre la puerta del segundo B de una calle cualquiera de Ciudad Jardín. Despliega una ancha sonrisa y nos señala un largo pasillo hacia el fondo. Son las 12 de la mañana y las luces están encendidas. El salón, en cambio, permanece oscuro como una mina de carbón. Quino no necesita la luz. Conoce cada centímetro de su casa como la palma de su mano. Sobre la pared, descansa un largo tablero de trabajo con cuatro micrófonos y una mesa de control. Este hombre vitalista por antonomasia convirtió un contratiempo en una oportunidad. A medida que iba perdiendo la vista se fue sumergiendo en el universo reparador de la radio. Con nueve años, contactaba con radioaficionados de medio mundo. Y, con once, ya montaba sus propios programas a micrófono abierto. Hoy, treinta y cinco años después, dirige Intimidad Radio con la misma pasión de un niño en Reyes. La radio es su trinchera.
La radio es mi niño. Esa planta que vas regando. Ese lugar para refugiarte.

Quino Ceular (Córdoba, 1973) nació sin la visión del ojo derecho. La del izquierdo se fue apagando como una vela hasta que todo se volvió negro. Del mismo modo que millones de niños se pegaban al televisor, él se aferró a ese pequeño artilugio del que emergían voces sin rostro. «Me acerqué a la radio porque era más fácil. Esa magia me enamoró», afirma sentado en el salón de su casa, reconvertido hoy en estudio radiofónico. Y se hizo amigo de Gomaespuma, de Miguel Ángel Nieto, de la Cadena Rato, de «Viva la Gente», de José Antonio Luque y de tantísimos personajes que formaban parte de su mundo particular de las ondas.

  • ¿Qué quiere decir por el micrófono?
  • Quiero mandar un mensaje a la gente que piensa que los sueños no se pueden conseguir. En la vida hace falta suerte. Estamos de acuerdo. Pero si persigues tu sueño, aunque tengas dificultades, lo consigues. «Desde el micrófono quiero mandar un mensaje a la gente que piensa que los sueños no se pueden conseguir»
  • ¿Qué barrera le ha costado saltar?
  • La que peor llevo es la del prejuicio. Es lo que más pena me da. Que den por hecho que yo no puedo hacer algo.
  • Quien pierde la vista, ¿qué pierde?
  • Cuando perdí la vista con una edad complicada pensaba que el mundo se me echaba en lo alto. Y doy un consejo: tienes que pensar en el montón de cosas que puedes seguir haciendo y no en el montón de cosas que ya no puedes hacer. Quien pierde la vista pierde autonomía y necesita más de los demás. ¿Quién no necesita de los demás?
  • ¿Se rebela contra su destino?
  • Si no hubiera perdido la vista, no me hubiera superado como lo he hecho y no sería la persona que soy. Estoy muy contento de ser quien soy. De superar día a día los retos que la vida me pone. Mi ceguera es física. Hay personas que teniendo sus cinco sentidos no quieren ver. Yo no veo con los ojos. Pero veo con la mente y el corazón.
    No hay peor ciego que el que no quiera ver cómo superarse y saltar los obstáculos. El ser humano tiende a ser cómodo. Cuando te pasa algo grave como perder la vista, todo el mundo te trae chuches y te arrulla. Pero cuando pasa un mes, te das cuenta de que quien se va a quedar con esto voy a ser yo.
  • La directora de la ONCE en Córdoba afirmó en ABC: «He tenido la suerte de ver el mar». ¿Cuál ha sido la suya?
  • Mucha gente te pregunta: ¿es mejor nacer ciego o viendo? En mi caso, nacer viendo ha sido muy potente. Yo tengo una medida clara de lo que es una calle, el mar o una montaña. Quien no ha visto nunca no puede imaginarse los sitios; y haberlos visto te da una perspectiva y te lo pone más fácil.
  • En un mundo con cada vez menos intimidad, llega usted y nos ofrece la suya a través de la radio.
  • Mis amigos me cambiaron Intimidad Radio porque preferían otro estilo de música. Yo me rebelé y monté Intimidad Relax, con 24 horas de «new age» y «chill out». Os va a enamorar.
  • ¿Qué se aprende de un ciego?
  • Que, para llegar al mismo sitio, necesitamos recorrer diez veces el mismo camino. Y que, si yo tengo paciencia para recorrerlo, la sociedad tiene que tener paciencia conmigo. Intimidad Radio no sería posible sin los amigos que forman mi vida. A nivel técnico, humano, de difusión, de darme la palmada, de decirme «Quino, no te vengas abajo», a nivel de cafés, de llevarme y traerme, de ayudarme con los gráficos, de darme su confianza, de gastar tiempo en mí.
  • ¿Qué echa de menos?
  • Más comprensión. Más sencillez. Más humildad.
  • ¿Estamos a la altura de los discapacitados?
  • Es verdad que se ha avanzado mucho desde los ochenta. Yo he vivido escenas de niño que recuerdo con horror. Han llegado a decirme: «Tú no vales, tú no sirves, tú no puedes». Simplemente porque veía menos que mis compañeros. Las personas como yo teníamos que irnos a colegios especiales. ¿Por qué? Si yo quiero estar con mi familia y con mis amigos. Y también digo que estoy harto de encontrarme con personas que no quieren entender. Hoy me he llevado por delante a una señora. Se ha enfadado y me ha dicho que tengo que decir «voy, voy, voy». Vale, señora. Yo tengo que decir «voy, voy, voy» pero usted no. Te lo tienes que tomar a guasa.
  • Usted dijo: «Los límites nos los ponemos nosotros». ¿Sabe por qué?
  • Porque es más cómodo ponerte límites. ¿Y por qué? Porque es muy fácil delegar en otro para cualquier cosa. Este salón lo he limpiado yo. Aquí está. ¿Que se quedará algo de polvo que no veo? Claro. Pero va a estar mejor si me pongo a limpiarlo que si no hago nada.
  • ¿Cuál es su sexto sentido?
  • No sé si tengo sexto sentido, pero reconozco a un embaucador en cuando me lo pongo delante.
  • ¿Y qué injusticia le subleva?
  • Que haya tanta desigualdad. Que no se le dé una oportunidad a las personas antes de juzgarlas. A los inmigrantes, a los discapacitados, a las personas con bajo coeficiente. Me sublevan los prejuicios. Me duelen. Me pinchan.

Por su verbo locuaz, desfilan recuerdos de aquellos años dulces y amargos a partes iguales. «En 1983, tuve un grave desprendimiento de retina y me tuvieron que operar en Barcelona. Le di tanta lata a mis padres que me llevaron a Radio Miramar. No estaba Luis del Olmo porque era verano, pero sí Ricardo Aparicio, el suplente. Cuando me dio la mano, para mí fue algo espectacular. Tremendo. Y lo recuerdo con un cariño impresionante. Esas vivencias te hacen querer la radio».

Se agarró a la radioafición como a un salvavidas. Contactó con colegas franceses, con alemanes, con italianos, con brasileños, con chilenos, con canadienses. «La primera vez que hablé con Australia tenía 16 años y llegué pegando voces al salón de casa. Mis padres me dijeron: ‘Muy bien, Quino. Pero estamos viendo la tele’. En mi casa no me entendían».

La radioafición se convirtió en un bálsamo para el joven Quino en sus días más ásperos. «Ese espacio que la vista me quitó», asegura hoy con serenidad, «me lo dio la radio. Tengo un recuerdo muy especial para los radioaficionados de Barcelona, que vivieron de forma cercana mi pérdida de visión. El médico me había quitado las esperanzas de volver a ver y, cuando fui a Barcelona, me organizaron una fiesta. Mis padres estaban destrozados, pero yo estaba ilusionado por poder conocer a mis amigos radioaficionados».

En 1991, su amigo Francisco Ortiz le ofreció la oportunidad de colaborar con Onda Pasión, la radio municipal de La Rambla. Fue su primera experiencia con una emisora. Luego, participó en Radio Lupa y, más tarde, protagonizó un programa para Canal ONCE Radio durante muchos años.

Su larguísima experiencia radiofónica ha podido transmitirla a las jóvenes generaciones de escolares. Empezó ofreciendo un taller de radio en un colegio de Montalbán y hoy ya ha compartido su magisterio con más de 10.000 alumnos. La radio es su vida. El resorte que lo levanta cada mañana para afrontar el día. Lleva 23 años viviendo solo. «He quemado muchas tortillas y he roto mucha ropa». ¿Y qué? Son las señales del triunfo de la voluntad.

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