La Revista Ágora rinde homenaje al locutor de Radio Andorra William Danjon

William Danjon

El nuevo número de la revista ‘Ágora’, que se presenta el lunes en la Llacuna (Andorra), evoca la trayectoria de William Danjon, uno de los locutores estrella de los años dorados de Radio Andorra.



Debutó en los micrófonos de Radio Andorra el 15 de julio de 1955. Como mínimo, oficialmente, porque hacía meses que el director de la época, Georges Dahlqvist, le había fichado para sustituir Henri De Camaret. Y continuó en la brecha hasta el 31 de mayo de 1963. Ocho años en los que desfiló por programas que hoy forman parte  de la historia de la radiodifusión -«Pages immortelles», «Le programme à la carte», «Chez vous», «Madame», «Un sourire en chantant«- y compartió estudio -el del Roc de les anelletes, con el gong, la chimenea, el gran piano de cola- con las grandes vedettes de los años dorados de la estación, desde Lydia Linares y Carmen del Monte hasta Michel Brard, Jacques Lalanne y Gilles Marquet. Enseguida se convirtió en una de las voces masculinas más populares de la radio de los años 50, dice Jean-Marc Printz, el hombre que -con el permiso de Sylvain Athiel- conoce mejor las bambalinas de Radio Andorra. Y todo, gracias a una locución «impecable». Tanto, que se decía que fue el único speaker de la emisora que nunca se tropezó en antena. Ni una sola vez. Si tienen un locutor a mano -nunca se sabe-, pidanle y verán lo que les dice.

Lo explica el mismo Printz en uno de los artículos -hay media docena más, que firman Toni Ubach, Jordi Pascuas y Carlos Torralba, entre otros- que el próximo número de la revista Ágora consagra a William Danjon (París, 1924 – Andorra la Vella, 2014), uno de los personajes más singulares que circularon por la Andorra de la segunda mitad del siglo XX. Y eso es mucho decir si tenemos en cuenta que coincidió con la generación de Esteve Albert, Lluís Capdevila, Andreu Claret, Josep Fontbernat, Manuel Anglada, Ursula Keir y compañía.

Printz repasa, claro, la biografía más o menos oficial de nuestro hombre, que en 1963 cambia Radio Andorra por el Sindicato de Iniciativa, desde donde será uno de los artífices de la primera escapada andorrana del Tour, el de 1964, con Anquetil, Dalida, el méchoui y la bruja Belline; que en 1966 se va a París para hacerse cargo de la Casa de Andorra; que en 1975 vuelve a nuestro rincón del mundo para reincorporarse al equipo de Sud Radio; que en 1982 es repescado por Antoni Ubach, que lo pone al frente de la Universidad de Verano, y que desde 1993 y hasta prácticamente su fallecimiento no falló un día -ni uno solo- en su mesa del Diari de Andorra. Pero sobre todo, Printz aporta un poco de luz a algunas de las facetas menos conocidas de Danjon. Sabido es que Jacques Trémoulet, el gran patrón de Radio Andorra, y el director de la época, Paul Servant, consideraron que su nombre no tenía suficiente gancho artístico y que por eso se lo cambió por el de Michel Avril -por su segundo nombre y por el mes en que nació: más bien prosaico, es verdad-. Pero no lo es tanto que su primer destino laboral por aquí abajo fue FHASA.

Había llegado el otoño de 1953 para predicar, ya saben, su fe Bahá’í. Con el ejemplo, porque Danjon era demasiado elegante y demasiado inteligente para practicar el proselitismo. Había estudiado periodismo en Copenhagen -aunque él era nacido en París, hijo de padre francés y de madre estadounidense- y Radio Andorra le ofreció la oportunidad de estrenarse si no como periodista -porque la emisora era entonces estrictamente musical, sin un ápice de información- sí como locutor. O speaker, como a él le gustaba llamarse.

Conoció naturalmente a Trémoulet – «Venía una vez al año y nos hacía desfilar a todos por el despacho del director para un encuentro que era breve y cordial, pero que intimidaba un poco, y sobre todo, no soportaba que se produjera un silencio en antena», recordaba años atrás-, pero nunca, discreto y elegante como era, no dio crédito a los rumores que lo ponían del lado de los colaboracionistas. Printz también revela como en 1981, cuando cierra Sud Radio, Danjon hizo las maletas y se fue a las islas Feroe con la misión de arrancar en ella la comunidad bahá’í, tal como había hecho en Andorra en los años 50 que duró menos de un año.

Quedan vacíos, claro, que probablemente no se llenarán nunca. Por ejemplo, como ocurrió en los años de la II Guerra Mundial -orgulloso como se sentía que Dinamarca no entregara uno solo de sus judíos al ocupante nazi-. Y la pena es que se negara hasta el último momento a escribir (o dictar) sus memorias. Quizás aparece un esbozo en el legado que dejó el Gobierno, y que incluye tanto la biblioteca personal como la colección de arte, sobre todo escandinavo, que había reunido. Un fondo hoy repartido entre la Biblioteca Nacional y el almacén del Avançadet, y que el ministerio se había comprometido hace un año largo a inventariar. Naturalmente, no hemos vuelto a tener noticias, como tampoco de la idea apuntada años atrás por Sylvain Athiel -el ideólogo del museo de Radio Andorra, hoy postergado en el cajón de los malos arreglos- de poner su nombre a una de las salas del edificio de Encamp. En fin, que sort d’Àgora. La presentación, por cierto, el lunes en La Llacuna (20.30 horas de Andorra).

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