El consumo de radio en España, durante estos días de confinamiento, ha aumentado de forma significativa. Afirma Javier Visiers Lecanda desde El Mundo.
Lo dicen todos los parámetros e indicadores que manejamos para medir el comportamiento de la audiencia: el consumo de radio en España, durante estos días de confinamiento, ha aumentado de forma significativa. Y no es de extrañar. La industria radiofónica ha redoblado sus esfuerzos operativos, narrativos y de producción para conectar con las necesidades de un oyente recluido en su casa, que espera escuchar esa voz cercana que le informe, que le acompañe, que le explique lo que está pasando, que abra las ventanas de su aislamiento, que dé voz a aquellos que tienen algo que aportar, que le alegre, que le emocione y que comparta tantas y tan buenas historias como están surgiendo estos días. Así, la radio se ha convertido en el altavoz del aplauso en los balcones, de las pequeñas y grandes hazañas de solidaridad y humanidad, sirviendo como puente de conexión y consuelo entre pacientes y familiares, como desahogo y puesta en común de cientos de iniciativas de cooperación y, sobre todo, como vehículo de información útil y continua para millones de españoles. Está en su ADN: informar, acompañar, entretener, conectar y, ahora más que nunca, también dar razones para la esperanza.
La radio emerge en este tiempo como uno de los baluartes de la credibilidad informativa, acreditada cada año con la máxima nota en el Eurobarómetro, y reforzada por recientes estudios sobre la confianza que le otorgan los oyentes. Es el antídoto para el ciudadano expuesto en su móvil a un ecosistema digital plagado de fake news en redes sociales, de falsos audios de whatsApps y de bulos impersonales de todo tipo. Es un antídoto que cifra su eficacia en la credibilidad y también en la confianza. Porque nos fiamos de lo que nos cuentan, a través de un receptor o de una app, y también porque nos fiamos de quién nos lo cuenta. Esa voz personal y humana que destaca por encima de las frías plataformas de algoritmos autómatas y que se propaga a través de ondas terapéuticas frente a la pandemia.
La industria radiofónica ha adaptado desde el primer momento sus dinámicas de trabajo, con agilidad y rapidez, para emitir desde y para las casas. Con la mayor parte de sus comunicadores y equipos confinados en estudios de radio domésticos, que han sabido acrecentar su cercanía, su naturalidad y su frescura para que el oyente repose en ellas. Se ha producido, en un tiempo mínimo, todo un despliegue técnico, informático y humano para satisfacer las necesidades de un oyente ávido de conexión, compañía y escucha. Así, el medio se transforma cada día para adaptarse a los hábitos de consumo y a las necesidades cambiantes de una audiencia que interactúa constantemente. Seguimos siendo un medio vivo: capaz de reinventar la misma concepción de los programas deportivos, para informar y entretener sin que haya competiciones en juego; de ajustar los contenidos al frenético tempo informativo de un país en estado de alarma; o de poner el foco más en lo que nos une que en lo que nos separa, en lo que nos enorgullece y no tanto en lo que nos avergüenza. Con responsabilidad, equilibrio y empatía.
Este tiempo también supone para la radio una gran oportunidad para reivindicar su potente fuerza expresiva y emocional, para seducir a jóvenes y a nuevas audiencias, para experimentar junto al oyente con nuevos contenidos y narrativas, para reivindicar su poder prescriptor para empresas y marcas comerciales, así como su evidente eficiencia publicitaria.
Coincidiendo con el Día internacional de la radio tuve la suerte de intercambiar ideas con el consultor internacional Francis Currie, quien asegura, con acierto, que hoy en día el mundo del podcast acapara casi todos los titulares, a pesar de que es la radio la que cuenta con una mayoría de oyentes. Me acordaba de esto recientemente, cuando un podcaster proclamaba en Twitter que en, estos tiempos de coronavirus, alguien debería hacer un podcast con información en tiempo real, fácilmente accesible y que fuera gratuito. Sin saberlo, estaba hablando de la radio. La de siempre y también la de ahora.
No sabemos cuándo terminará toda esta pesadilla en la que nos hallamos inmersos. Pero, en este tiempo de incertidumbre, sí podemos afirmar que la radio, sin duda, va a salir fortalecida y revitalizada en su inquebrantable relación con los oyentes y con la sociedad española.
Javier Visiers Lecanda es director de Programación de Cadena COPE.
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