Con motivo del estreno de Els meus pares en TV3, Gemma Busquets ha entrevistado a Gemma Nierga para El Punt Avui.
Hace un año la Cadena SER la despidió. Uno nunca espera el golpe.
Uno nunca se lo espera y en el fondo se lo puede esperar. Por la vida que vivimos, es un fantasma que sobrevuela y lo rechazas porque piensas que a ti no te pasará. Fui muy consciente de que vivía un despido, que mi vida cambiaba mucho desde aquel instante, y, pasados unos días de duelo muy duros, de frustración y de humillación, tenía muy claro que el duelo no debía durar más. Y pasado este tiempo, empecé a caminar y lo que dicen los manuales de autoayuda, que «se cierran las puertas y se abren ventanas», me di cuenta que tenían toda la razón. De los fracasos aprendes, creces, te haces mejor persona.
Dijo que incluso su padre le ha notado el cambio.
Recibir un golpe fuerte hace que cambies de actitud. Te hace más valiente, humilde y te tomas la vida con otro coraje. No quisiera que esto borrara todos los años de radio en los que he sido muy feliz. Trabajé 28 años y la mayoría estuve muy feliz. En los últimos tiempos no lo fui tanto y seguramente es a lo que se refiere mi padre cuando dice que ahora estoy más contenta.
– ¿Por qué no era feliz?
– Son los años de la crisis económica. Tenía que estar más pendiente de la parte empresarial que de la periodística y artística del programa. Y eso significa despedir gente del equipo, menos presupuesto … Es gestionar los años de precariedad económica sumado al poco talento de los que lo han de gestionar.
– El periodismo es dinero y tiempo. El negocio ha hundido el oficio?
– No diría que lo ha hundido, pero sí que todos trabajamos de una manera mucho más precaria, y eso quiere decir que lo ha hecho peor. Trabajamos peor. Es tiempo para pensar, para buscar fuentes, para entrevistar, para preparar la entrevista … Si esto te lo hacen hacer en poco tiempo, con prisas y con ganas de que todo salga lo más rápido posible, las cosas salen mal. Este cóctel hizo que mi estado de ánimo en los últimos años estuviera decaído.
– ¿Era una segunda casa?
– Hace poco me entrevistaron en Radio Barcelona y tuve que volver a entrar en la sede de la calle Caspe. Un año después tuve una sensación como si no me hubiera ido nunca. Sin despedirme y del golpe que me dieron, sigo sintiendo que es mi casa.
– ¿No vio razones políticas, por el contexto catalán?
– No lo sufrí nunca, de verdad. Fue criterio de quien mandaba en ese momento que ya no manda. Yo no les gustaba, sumado a que era un poco cara, pues mejor en la calle. Políticamente nunca percibí ningún problema ni recibí censura.
– En este año no ha parado de hacer colaboraciones: Catalunya Ràdio, TV3, Tele 5, 8TV …
– Se ha activado un botón que estaba parado: buscar nuevos registros en ti misma. Me sorprendo que a los 52 años pueda haber realizado una experiencia nueva como «Els meus pares». Había hecho algo de tele …
– ‘Tres senyores i un senyor’!
– Hace muchos años y me había centrado más en el lenguaje radiofónico, que es diferente. Verte en la tele no es fácil. Te das cuenta que has crecido profesionalmente y cuán mayor te has hecho, las arrugas …
– Las arrugas son buenas.
– Se llega a una edad que no se nos perdona a las mujeres que nos hacemos mayores. La tele quiere chicas jóvenes.
– La dictadura de la imagen …
– Y en este contexto agradezco que TV3 apueste por una persona que no tiene 30 años, no hace una talla 36 y no acaba de salir de la facultad, y que se haya valorado una carrera y la experiencia. Quiero reivindicar la experiencia de la mujer en la tele, que cuando tengamos cincuenta años no desaparezcamos de la pantalla.
– Como surgió ‘Els meus pares’?
– Me llegó la propuesta del departamento de nuevos formatos y tiene mucho que ver conmigo, con mi forma de hacer periodismo: humana, personal, sin caer en el morbo u ofender. De mis años en Hablar por hablar tenía muy presente que la conversación debía llegar hasta un límite y no tenía que provocar que el entrevistado explicara más de la cuenta. Y a veces nosotros controlamos más la conversación que nuestros invitados.
– ¿Indigna que todavía tengamos que justificar la lengua como en el acto de homenaje del 17-A?
– Es triste que la lengua pasara por encima del dolor de las víctimas. La lengua es concordia, respeto. Yo hablaba una lengua cooficial, de nuestro país; no había ningún motivo de hacérmela la cambiar.
– ¿Donde estaba el 1-0, hace un año?
– En casa. Con una tristeza muy grande. Me gustaría mucho votar, pero en unas condiciones. Hice mio el sufrimiento de familiares. Los porrazos de la policía los sentí propios. Lo más inteligente habría sido no hacer nada, dejar que la gente votara y después decir que no tenía ninguna validez.
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