FM v/s DAB: es el contexto, estúpidos!

DAB

Montse Bonet Bagant, profesora de Comunicación en la Universidad Autónoma de Barcelona ha publicado el siguiente artículo en la edición de verano de la revista Comunicació21 en la que repasa la situación del DAB. Lo hemos traducido por su interés general.



Comparar la situación de la radio digital terrestre (conocida como DAB) entre países, especialmente europeos, es hacer un poco de trampa si no se explica todo. Si añadimos que la comparativa toma como referencia la frecuencia modulada (FM), los malentendidos abundan. Las comparaciones de tecnologías o sistemas mediáticos pueden ser muy útiles y obligan a un ejercicio efectivo de análisis de la propia realidad.

La riqueza de la comparación es que permite conocer los límites y las formas en que una tecnología, un medio o un sistema organizan socialmente. Por eso mismo no pueden limitarse a ser meras descripciones o un baile de cifras.
Para empezar, la radio en la Unión Europea no es considerada un medio «europeo», en el sentido de «global» y que obligue a adoptar normativas comunes. Lejos de ello, es considerada un medio «local», limitado a las fronteras de cada país y su marco legal. Por este motivo, y a diferencia de la televisión digital terrestre (TDT), la radio analógica no tenía una fecha de apagado, en todo caso la ha ido poniendo cada país por voluntad propia y con posibilidades de aplazamientos diversos.

Sumémosle que el DAB no estaba concebido como una tecnología de sustitución, como sí lo era el DVB (estándar de la televisión digital). Por lo tanto, teníamos que tener televisión digital terrestre por favor a la fuerza y en una fecha límite. En el caso de la radio, podían convivir los dos estándares e ir haciendo. Pero es que, además, el principal rival del DAB es un estándar que sigue siendo universal, la FM. Y mucha gente que la defiende y la pone de ejemplo olvida que en España fue, en su momento, una total imposición legal que hizo muy poca gracia a los radiodifusores del momento (años 60).

La implantación de la frecuencia modulada tenía una fecha límite y supuso la desaparición de algunas emisoras, especialmente algunas locales parroquiales muy pequeñas, pero no sólo.
Todo esto viene a cuento porque comparar la situación del DAB en España respecto de, por ejemplo, Noruega y su apagón analógico (que todavía no es total) sólo puede resultar útil y tener fundamento si se habla del sistema sociomediático de cada uno de los países donde se toman decisiones sobre el futuro de su sector radiofónico. En algunos países (Reino Unido) se fomentó la implantación de la radio digital ofreciendo a cambio una ampliación de la duración de las licencias de las emisoras analógicas. En otros (caso de Noruega y otros países nórdicos), la radio digital es la manera que tienen los nuevos jugadores de entrar en el mercado radiofónico, ya saturado y/o muy monopolizado. Bastante interesante resulta observar cómo algunos potentes radiodifusores europeos apuestan por el DAB en otros países donde se expanden (vía compra, fusión o franquicia) pero no en su pais de origen. Como se puede observar, los ejemplos se multiplican.

El DAB, comparado con el estándar IBOC de Estados Unidos, es un caso de estudio fascinante sobre cómo un conjunto de características técnicas denominadas estándares pueden romper o mantener el statu quo de la radio, conjuntamente con otros factores tales como la aceptación o rechazo social, la presencia o falta de sinergia con otras industrias (la automovilística, por citar alguna) o la necesidad de disponer o no de nuevas frecuencias en un rango diferente del espectro radioeléctrico. Y algunos de estos factores están detrás del (no) desarrollo del DAB en España, pero también en Finlandia o Suecia. Y, como casi siempre que se habla de radio y se hacen comparaciones, la convivencia de varios estándares no parece estar entre las opciones y se establece la competencia en términos de lucha a muerte y desaparición de uno de los sistemas. La excepción sería la radio híbrida, pero todavía no tiene mucho proyección pública.
Cuando se habla de la «ventana de oportunidad» de una tecnología, tal vez habría antes que comprobar que la ventana está abierta y que hay gente fuera esperando en actitud.

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