Estirando el chicle: «Ahora es cuando los popes de la industria nos prestan atención»

Estirando el chicle

Marís Ovelar escribe en forbes.es que estamos ante un cambio de paradigma, es indudable. Entre los programas más escuchados en España ya se cuelan varios podcasts que no fueron emitidos en la radio, con presentadoras y formatos que se salen de lo normativo y tradicional. Es el caso de Estirando el chicle, estrenado en mayo de 2020 en pleno confinamiento, creado y presentado por las cómicas Carolina Iglesias (Oleiros, 1993) y Victoria Martín (Madrid, 1989); reconocido con un premio Ondas en 2021 y uno de los espacios sonoros con más tirón: sólo en los últimos 30 días antes de esta entrevista, acumulaba dos millones de visualizaciones en YouTube y 1,15 millones de reproducciones en audio.



Un programa semanal de una hora que, como Deforme semanal (conducido por Isa Calderón y Lucía Lijtmaer), ha demostrado que charlar sobre el acoso, la infantilización de las mujeres o las bragas interesa y mucho: no sólo se emite en Podium Podcast (perteneciente a Prisa) –plataforma a la que saltó en octubre de 2020– y está disponible en Spotify, Ivoox y YouTube, su versión en directo, Estirando el chicle LIVE, con la que han girado por toda España, ha sido el primer espectáculo sin música que ha agotado las entradas (12.000) para el WiZink Center de Madrid en menos de 24 horas, en concreto, las vendió en 17 horas.

“Hace dos años, tuve que abandonar un programa porque no querían a dos mujeres presentándolo. Entonces, no había ningún espacio conducido por un dúo de mujeres, ahora, por fin, hay alguno. Es una mejora. Aunque la evolución se notamás en Internet donde hay más visibilidad para otros colectivos y más experimentación y creatividad que en los medios tradicionales que se tendrían que poner las pilas. A mí me daría vergüenza ser un canal que siempre ha invertido en innovación y ver que Internet se me está comiendo la tostada”, razona Carolina Iglesias, guionista y también conocida, tal vez en un arranque de morriña por su Galicia natal, como Percebes y Grelos.

La suya es una historia de éxito con todo en contra; el humor es un gremio endogámico donde a excepción de casos aislados, se ha tendido a encumbrar a los hombres; y la radio y la televisión han tardado en abrazar plenamente la transformación digital “Vemos a compañeros humoristas que se suben al escenario como si fueran al bar, a tomarse unas cañitas, y nosotras sufrimos el estrés de querer hacerlo fenomenal todo el rato, porque somos conscientes de que nuestras oportunidades son limitadas: las mujeres nos imponemos destacar porque tememos que sea la última oportunidad; ese miedo no nos permite equivocarnos. Cuando empieza una mujer en televisión, a veces se la ve verde, pero, ¿cómo va a mejorar, si no se le permite aprender?”, se queja Iglesias.

Cualquiera diría que a ellas se lo han permitido a regañadientes; con las cifras que maneja el sector, es como si no les hubiera quedado otra que acogerlas: mientras la audiencia de la radio tradicional envejece –los menores de 35 años, más apegados a los móviles, prácticamente no la escuchan–, la digital explosiona. España es el segundo país con mayor porcentaje de oyentes de podcast en el mundo, únicamente por detrás de Corea del Sur, un consumo que se disparó durante el confinamiento; sólo en Spotify España en 2021, creció en un 200%, según datos de la consultora Voxnest.

Su biografía parece una parábola de la superación y el esfuerzo, con ellas una tiene la sensación de que han sabido adaptarse a los reveses y a las patadas que les ha propinado el sistema cada vez que intentaron colársele dentro por un resquicio. Carolina Iglesias, por ejemplo, se trasladó a la capital para estudiar Lengua y Literatura española en la Universidad Complutense de Madrid, pero acabó formándose en guion y monólogo; es la monologuista más joven en grabar para el programa Open Mike de Paramount Comedy (tenía 18 años), ha trabajado como presentadora en espacios como Yu: no te pierdas nada (Los 40) y colaborado en programas televisivos como Zapeando (La Sexta) o Lo siguiente (TVE). Pero, como a Victoria Martín, su compañera en Estirando el chicle que también ha trabajado en radio y televisión, no han sido las grandes productoras las que la han catapultado, sino un programa artesanal creado por ellas mismas con prácticamente cero inversión.

“Sabíamos la una de la otra por nuestra obra en redes, pero no nos conocimos personalmente hasta que coincidimos en Yu: no te pierdas nada, que por aquel entonces era un programa de Prisa; ahora está en Europa Fm”, cuenta Martín. Después, escribieron y protagonizaron Válidas, una webserie de comedia de cinco episodios con cameos de la influencer Dulceida o de la presentadora Patricia Conde, que ninguna cadena quiso y que al final subieron a YouTube y en cuya producción estuvo implicado Nacho Pérez Pardo, productor también de Estirando el chicle.

“Válidas gustó mucho, pero perdimos dinero, por eso, no quisimos invertir demasiado en el podcast, nos decíamos que no existía un precedente del que se hubiera podido vivir, ni tan siquiera nos lo gastamos en un micrófono, que es algo que desaconsejo: me parece fundamental un buen micro”, asegura Iglesias. A pesar de los problemas de sonido de los primeros episodios, no les costó convencer a sus seguidores de que las acompañaran. “Cuando empezamos con Estirando el chicle, no lo hicimos de cero: la gente se trasladó de Válidas y arrancamos con 50.000 escuchas en YouTube”, corrobora Martín.

Entre tanta rigidez, su propuesta, que nace desde la honestidad y la empatía, insufla un aire fresco en el sector. La fórmula parece fácil, pero detrás de su aparente sencillez, se esconden horas de trabajo: un programa en tono de comedia para charlar de manera distendida y en un lenguaje cercano con una invitada, por el que han pasado cantantes como Rigoberta Bandini o Karina; escritoras como Elvira Lindo o actrices y directoras como Leticia Dolera, en torno a un tema y que se cierra con un relato sobre unas bragas. Sí, cada entrevistada deja en el plató esa prenda, un gesto con el que la despojan de su carga sexual.

“Creo que al sentirse cómodas, no les cuesta explicar por qué nos dan sus bragas. Es un momento de confianza en el que surgen temas curiosos como las bragas port-parto o las que se te meten por el culo”, argumenta Iglesias que recuerda la performance de la actriz Paula Usero, que subsanó el olvido de las bragas quitándoselas en pleno directo. Preguntadas sobre si les fastidia que las llamen braguitas, Martín salta: “Me revienta…, ¡toda la infantilización de la mujer!, cuando no se nos invisibiliza, se nos trata como a niñas. Y cuando cumples 45 años, dejas de existir”; un tema, el de la infantilización de la vejez, sobre el que dialogaron con la exalcadesa de Madrid, Manuela Carmena, el pasado noviembre.

A pesar de las cifras y del reconocimiento, todavía no termina de desaparecer el paternalismo: la condescendencia, dicen, con la que las han tratado daría para escribir un libro. “Antes del Ondas, cuando nos entrevistaban, parecía que estuviésemos haciendo el trabajo de fin de grado. Aún así, como somos jóvenes, no se lo terminan de creer, aunque ahora al menos disimulan”, explica Iglesias. Y añade: “Al final, tenemos más audiencia que muchos programas de televisión, sobre todo, si son de plataformas, pero, no nos gusta tener que sacar los datos para darnos valía. Nosotras hacemos lo mismo que al principio, pero es ahora cuando los popes de la industria nos prestan atención, y eso que antes les fuimos a ver con propuestas que no les valían”.

«El miedo a que sea la última oportunidad no nos permite equivocarnos. Cuando empieza una mujer en televisión, a veces se la ve verde pero, ¿cómo va a mejorar, si no se le deja margen para aprender?»

Carolina Iglesias
Eso fue lo que hicieron con Podium Podcast (Prisa Audio), llamar a su puerta con los datos de la primera temporada e, incluso, con esta revista…, ahí está la falsa portada que Victoria Martín colgó hace poco más de un año a Instagram, un montaje en el que copiaba la cubierta de Forbes. “Cuando participé en el podcast de Tapas [revista hermana de Forbes] les pedí que por favor nos llamaran para la portada; no creo que sea por mi poder de convicción, pero aquí estamos”, comenta burlona Martín. Lo que es indudable es que en la última década las revistas han plasmado la ampliación del canon: no sólo se ilustran con idealizados e inalcanzables físicos de mujeres normativas, sino con personas reales con una historia detrás.

La presión social sobre la mujer emprendedora la conocen bien. “Emitir un programa semanal desde mayo de 2020 no nos ha desgastado, pero desde septiembre a diciembre del año pasado lo pasamos mal: notamos un cansancio físico por todo lo que estaba pasando: los bolos en directo, el Ondas, llenar el WiZink, la vorágine de entrevistas; tuvimos que asimilar muchas cosas. Somos afortunadas, porque antes de actuar en directo, sabemos que todo está vendido; esa angustia e incertidumbre no la vivimos, pero sí la responsabilidad”, reconoce Iglesias.

“Ahora estamos más relajadas”, añade Martín quien abandonó el programa Vodafone Yu que copresentaba al sentirse saturada. La licenciada en periodismo, que ha contado varias veces sufrir TOC, perdió la visión a principios de año: “Salíamos de un show y me asusté mucho porque de repente no veía por un ojo. Toqué a ver si había alguna pelusa”, contó en el programa. “Estaba con una ansiedad que no podía respirar y me ahogaba… Dije: ya está”. Después de un TAC, le diagnosticaron ansiedad. «¿Quién lo diría que sería ansiedad teniendo todos los trabajos de España a la vez?», remachó irónica.

Porque el humor es lo último que se pierde. Pero no la autoestima: ¿cómo no va a hacer aguas cuando son la diana de insultos y comentarios denigrantes que minusvaloran su trabajo? Si la comunidad de fans es legión, también arrastran haters que las vilipendian en redes sociales. No se cansan de denunciar la violencia contra las mujeres en Internet: “Como ya tenemos experiencia en el sector, nos hemos familiarizado con los haters, aunque nunca antes habíamos tenido tanto impacto como ahora que hemos petado. Intentamos dar más importancia a los comentarios positivos, pero a la hora de la verdad uno negativo te toca los cojones muchísimo más. Estamos aprendiendo a protegernos: desde hace unos meses, me niego a contestar insultos, prefiero responder a quienes nos agradecen el esfuerzo”, explica Iglesias.

La campaña de descrédito no acaba, al parecer, en los comentarios. Desde un blog de El Confidencial se alimentó el pasado enero el rumor de una posible guerra entre dos de los podcasts más escuchados en España, ambos con premios Ondas, de temática feminista y presentados por mujeres, Estirando el chicle y Deforme semanal. Según el reportaje, hay “mal rollo” entre las profesionales. “En cuanto salió, lo comentamos con Isa y Lucía, con quien tenemos una buena relación y que para nosotras son referentes del podcasting. Me flipa Deforme y lo escucho siempre que puedo”, explica Martín.

“Cuando empezamos con Estirando el chicle, no lo hicimos de cero: la gente se trasladó de Válidas y arrancamos con 50.000 escuchas en YouTube”

Victoria Martín
çSusana Novo, que lleva Comunicación y Redes, zanja así la polémica: “Creo, y esto es una opinión personal, que el patriarcado no tolera que coexistan mujeres con éxito y no se odien entre ellas. La narrativa de mujeres peleándose es un clásico”. Tal vez, por eso, por el escrutinio, sea precisamente la tranquilidad lo que echen en falta de sus inicios, en los que emitían desde casa a través de Zoom. “Teníamos menos estrés, ahora me agobia que el programa no salga bien y, por eso, me autocensuro o edito algunas burradas que suelto”, comenta Martín.

La exigencia no sólo se la imponen ellas. Con las redes sociales, llegó la polarización, el me gusta o no me gusta, el pulgar arriba o el pulgar abajo, y la inmediatez, la mecánica de la productividad del capitalismo aplicada a las ideas. “Se nos exige que nos posicionemos en cuanto sucede algo, que opinemos en dos minutos, pero se necesita tiempo para reflexionar y, además, no tengo porqué tener una opinión sobre cada cosa, ¡es imposible!”, se lamenta Iglesias.

No les gusta el buenismo, prefieren el humor que remueve conciencias y motiva el pensamiento crítico; después de todo, entre sus referentes se encuentran Ana Morgade, Silvia Abril, Eva Hache y Sarah Silverman. En una época de corrección política, donde las sensibilidades están tan a flor de piel, cada palabra, decisión y gesto se mide con lupa. Al escucharlas, parece que se enfrentan a un tribunal de oposición cada día: “A veces leemos unos hilos en Twitter…, ‘la supremacía blanca en Estirando el chicle’, por ejemplo; a otros no se les exige tanto; de verdad, que nos esforzamos para que el espacio sea diverso e interracial, pero no siempre podemos traer a las invitadas que queremos”, explica Martín.

De hecho, la lista de deseos es kilométrica: “Un word, un nombre por línea; son tropecientas páginas de artistas con las que queremos conversar”, confirma Iglesias. Con esta petición, ya van cinco o seis veces que le tiran la caña a la periodista Mercedes Milà. “Nos va a denunciar de tanto repetirlo”, bromea entre risas Iglesias y Victoria Martín aprovecha para tentar a otra presentadora y actriz. “Nos encantaría charlar con Ana Obregón; no somos Bertín [Osborne, quien la entrevistó recientemente en Mi casa es la tuya], pero no estamos tan mal, somos el mismo programa pero sin misoginia, ¡que se venga!”, insiste Martín.

Con tanto revuelo, los rumores se multiplican, ¿habrá un programa conducido por las dos humoristas en la tele?, ¿es cierto que el Terrat, la productora de Buenafuente, se lo ha propuesto? “No es verdad. Tenemos una buena relación con Andreu después de colaborar en Late Motiv, pero no se está desarrollando ningún programa de televisión, ni ninguna adaptación del podcast a la tele”, desmienten. Lo que no desmienten es su buena relación con las marcas. “Contar con el apoyo de una plataforma y de las marcas, significa poder vivir de esto, al principio teníamos nuestras reticencias, pero las marcas, a diferencia de la industria, nos han apoyado; además lo han hecho respetando siempre nuestra libertad de expresión, sin imponernos una línea editorial”, plantea Martín.

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