Entrevista a Federico Jiménez Losantos (esRadio)

Federico Jiménez Losantos

Sexo, política y crónica rosa son los temas que ha tocado Paloma Simón en su entrevista a Federico Jiménez Losantos (esRadio) para Vanity Fair:



Cuenta Federico Jaiménez Losantos (Orihuela del Tremedal, Teruel, 1951), que el rey Juan Carlos fue hace poco a Bilbao, a los toros, y que alguien gritó: ‘¡Viva Campechano!’. “El otro torció el gesto, porque no le gusta nada que le llamen Campechano, aunque la gente se lo dice ya con buena intención… y el tío no lo entiende así. Es que es muy raro, Campechano. Es muy atravesado”.

Juan Carlos I, Campechano, es uno de los apodos más populares que este filólogo, periodista, escritor -de ensayos y de haikus-, agitador cultural y defensor acérrimo de la libertad ha acuñado en su célebre programa de radio. Hasta ese barómetro de lo que interesa que es Forocoches ha publicado listados de sus motes que, del rey al líder de la oposición, cubren toda la esfera pública española. Tal es su éxito que hasta le han ofrecido publicar un recopilatorio. De momento, Federico nos recibe en su despacho de esRadio al finalizar La Mañana para hablar de Memoria del Comunismo (La Esfera de los libros), que encabeza desde hace semanas la lista de los más vendidos. Un análisis exhaustivo -casi 700 páginas; ha tenido que quitar 300 para que solo ocupase un volumen- en el que el autor disecciona una ideología que aún goza de gran predicamento, sobre todo en ambientes intelectuales y universitarios. “Hay dos generaciones, desde que cayó el Muro, que piensan que el comunismo es cosa del pasado, como el feudalismo. No, no, no… es una cosa totalmente viva”, subraya.

La idea de este libro nace de una historia de amor.
De un flechazo. Casi podríamos decir de un disparo al amanecer. Yo empezaba a salir con la que ahora es mi mujer, con la que sigo cuarenta y tantos años después, lo cual es un misterio de supervivencia superior al del comunismo. En mi generación, las parejas duraban poquísimo. Era, decía, 1976. En Bandera Roja -la rama del PSUC donde militaba- creían que España era el eslabón más débil del capitalismo, y que entonces tenían que llevar jóvenes de izquierdas a China. Yo ya no era comunista, ya había leído a Solzhenitsyn, pero siempre me había gustado todo lo chino. Me dije ‘mira: por cuatro perras, voy’. Estuvimos un mes allí. Era el último año de vida de Mao, mandaban los locos de la Banda de los Cuatro y la viuda de Mao, Jiang Quing, que ya se titulaba viuda aunque Mao no estaba muerto. Una noche nos llevaron a un campo de reeducación a las afueras de Pekín. A hablar con los hijos de los líderes del Partido que estaban fusilando. Entonces esa chica, que era mestiza, de padre chino y madre francesa, que no podía ser más guapa, se pone a cantar la copla El Puente de los Franceses con acento francés. ¡Una china en un campo de concentración!. Estado de shock. Cuando nos despedimos me da la mano, me mira y claro, esa mirada de ‘podemos pasar toda la vida juntos o mañana ya no estoy aquí’… Cuando llegué al hotel me dije ‘tengo que dedicar mi vida a luchar contra esto’.

¿Cuántos libros ha leído para escribir Memorias del Comunismo?
Todos, prácticamente. El libro reúne todo lo que he leído desde que empecé con estupideces a los 17 años hasta ahora. Sobre el comunismo no hay libros. Lo más pesado han sido los dos años de escribir…

La izquierda francesa no sale muy bien parada.
Eso es también relativamente inédito. Los socialistas rusos fueron a Francia a pedir ayuda a los suyos. Oye, que les dicen que no. Porque tienen que mantener el ideal. ¿De qué? Si has visto que el bello ideal lleva a la checa, al campo de concentración… Ese es el momento en el que la izquierda se envilece. Una parte de la izquierda socialista francesa se enfrentó a los comunistas pero otra, que es la que al final se hace hegemónica, prefiere el prestigio del terror antes que reconocer lo que está hacendo el socialismo real: matar a la gente.

¿Cómo afronta el 50 aniversario inminente de Mayo del 68?
Yo estudiaba el bachillerato en Teruel y me impresionaron esas imágenes. Me encantaba, estaba loco por el rock and roll. Era una época tan ingenua de la vida española, éramos tan inocentes… Creíamos que teníamos el derecho y la posibilidad de cambiarlo todo. Yo veía en París a unos chavales que tenían un año más que yo rompiéndose la crisma con los guardias y me dije ‘pero leche, me va a tocar a mí esto’. Ese es el primer contacto de mi generación con la revolución, una cosa muy frívola. Cuesta reconocer que, cuando uno es adolescente, se deja llevar por la moda y por las imágenes. Que no piensa. Y, como además, los jóvenes se creen inmortales, se meten en cualquier lío. Nada más llegar yo a Zaragoza me ficha el Partido. Antes siquiera de que me diera cuenta.

¿Qué hubo más, sexo o política?
Pues hombre, el sexo que pudimos y más política de la que podíamos digerir. En la política se pasa mucho miedo, y en el sexo también, sobre todo al principio. Curiosamente, sucede también con el socialismo y el comunismo. A Lenin le gustaba el sexo, que veía que era una herramienta, y no es seguro que probara alguna vez… Hay una frase de Trotsky que da para otro ensayo: “Alguna vez tendríamos que hablar de la virginidad de Lenin”. Trotsky estaba seguro de que Lenin no había hecho nada, otra cosa es que no le hicieran a él. Como todo déspota, a lo mejor lo que le gustaba era que le despotizaran, que ese era el papel de Inessa Armand. Como Wallis Simpson con el duque de Windsor.

Después de estudiar en Teruel con José Antonio Labordeta y José Sanchís Sinisterra, de fundar el Grupo Trama con artistas como Broto, Grau o Gonzalo Tena, Jiménez Losantos se matriculó en Filología Hispánica en la Universidad Central de Barcelona. Son los años del psicoanálisis, de la Biblioteca Freudiana de Barcelona y de la revista Diwan. De las comunas libertarias y de personajes como Ocaña y Nazario. “No ha habido nada comparable a esa época. Lo cuento en La ciudad que fue: Barcelona años 70, que cuando venía a Madrid con Quico Rivas, que empezaba la Movida, conocí a Alaska y tal, era una ciudad muy triste. Barcelona era la capital de la libertad de España. Todo eso se lo cargó el nacionalismo. Ahora se ha convertido en la capital de Tractoria. Hoy, Madrid es el único sitio donde nadie te pregunta de dónde eres ni a dónde vas”.

En el tema de Catalunya, el rey ha cambiado las tornas.
A diferencia de su padre -en el 23-F-, el rey no tenía ni a la policía, ni a la guardia civil ni a ningún partido político detrás. Fueron él y la nación. Dentro de muchos años te dirás ‘no ha vuelto a pasar nada parecido’. Un rey, que es un elemento entre real y mitológico, simbólico, que de pronto conecta con un país que está sin líderes, y la gente se echa a la calle. Se la jugó. Y ahora es el enemigo fundamental de todos los enemigos del pueblo. Lo hizo porque tiene familia, el primer Borbón en 300 años. Letizia tendrá todos los defectos que quieras, pero ha creado una familia y ha criado a unas niñas que ¡cómo están de bien educadas! Entre los froilanes y los de Tractoria y la princesa Leonor, que es como una aparición… ¡qué superioridad!

En sus tertulias está Pedro Jota, y luego en la crónica rosa desgranan su boda con Cruz Sánchez de Lara… ¿es lo que más le gusta, atacar el comunismo y el cuché?
La prensa rosa se ejerce con gran libertad. En ningún país comunista se permite eso, chismorrear. Está mas prohibido que las ideas políticas. Además, es un fenómeno totalmente español. En el extranjero están la prensa seria y la amarilla. Es una cosa al mismo tiempo muy cordial, muy galdosiana, de salir a la corrala, pues se casa esta, cómo iba… La vida la misma. Lo paso muy bien, la política es un aburrimiento.

La crónica política de hecho se ha parecido mucho a la rosa últimamente.
Bueno, a la negra. Sí, esa cosa de que Irene Montero ha ascendido porque es la novia del jefe, y cómo se pone la novia, si lo dices. Ellos pueden decir cualquier cosa, ofrecerle a Andrea Levy el despacho para que se tire a cualquier diputado, pero… Lo que han hecho con Tania, la pobre Tania, que es ponerle el burka de la columna, para que cuando hable Irene Montero la TV no saque un plano de Tania… ¿y estos son los que hablan de visibilizar a la mujer? Hombre, si a la mujer que estaba con Pablo antes que tú te ha faltado cortarle la cabeza.

Con horarios tan esclavos, y al frente de un programa diario que dura cinco horas… nos llama la atención lo bien que se conserva.
Llevo muy mala vida. No salgo, no hago vida social. No bebo, no fumo, como poco, estoy con la misma mujer hace 45 años. Nunca he hecho nada en contra de mi conciencia. Ahora, también te digo: he tenido cinco abuelos centenarios. Lo digo esto para los enemigos: duraré.

Es curioso, con algunos enemigos ha encontrado puntos de entendimiento. Con Felipe González, por ejemplo. O con Juan Luis Cebrián.
No, con Cebrián no. Cebrián es malo. Yo es que no puedo ser malo, porque no me sale. El otro día fui a entrevistar a Álvaro Uribe. Total, que quedamos en el Hotel Wellington. Llego y está con Felipe. No había hablado con Felipe jamás. Yo le llamaba Mr. X, él a mí, Losdemonios. Siempre nos habíamos odiado de una manera minuciosa e implacable. Me acerco para decirle ‘Felipe, me tienes que dejar a Uribe, que es que tengo que grabar’. Al llegar a un metro, se vuelve: ‘Hombre Federico, encantado de verle’. Me saluda como si fuera Cebrián, como íntimos amigos. Felipe pertenece a una época… de cuando en el PSOE militaban amigós míos como Fernando Múgica, Nicolás Redondo Terreros, José Barrionuevo, gente socialdemócrata y muy anticomunista. Desgraciadamente se echó a perder con gente como Cebrián.

¿Le ha mandado su libro a Pablo Iglesias?
No, pues mira, le vendría bien. A Pablo no, a Clara Serra, que es a la única que la he escuchado decir alguna cosa sensata. El comunismo es una tentación irresistible porque, primero, por tonto que seas, ya lo sabes todo. Irene Montero, que a duras penas tiene el Bachillerato, sabe lo que le conviene a los agricultores, aunque no haya pisado más que un hierbajo. Pablo Iglesias lo que le conviene a un trabajador aunque no haya trabajado jamás. ¿Por qué? Porque eres comunista y estás en el secreto de la Historia. Y si a esta humanidad hay que matarla se la mata, por el bien de la humanidad. Pero tú estás libre de ese problema porque tú no eres gente, tú eres comunista. Eso no se cura leyendo, se cura con humildad.

¿Qué don le reconoce a los dirigentes de Podemos?
Estuvieron en el momento justo. Pablo Iglesias es un líder. Y tuvieron las televisiones del PP: al principio fue intuitivo, lo que le conviene al PP es un gran partido comunista revolucionario que machaque al PSOE y no deje crecer a C’s, de manera que la derecha vote, por rebote, a Mariano Rajoy, y la izquierda no vote al PSOE. Si Pablo Iglesias, hace dos años, saca la bandera española, y dice que se ha acabado que la burguesía catalana y vasca no deje estudiar en castellano a los niños pobres, está en la Moncloa… y no lo echamos en 30 años.

Quizá con usted de asesor…
No, no, no… entonces no sería comunista.

¿Se ha arrepentido alguna vez de alguna de sus opiniones?
Sí, pero cuando ya lo he dicho, así que ya es demasiado tarde. Muchas veces la gente te felicita por cosas y piensas: “bueno, eso no es exactamente lo que yo he dicho”. Solo hay una cosa peor que los enemigos, que son los incondicionales.

En el libro cuenta la toma del Palacio de Invierno y la suerte de la Brigada de Mujeres.
El Batallón Femenino de la Muerte, se llamaba. Las feministas de hoy no son feministas, son comunistas. Lo que hay es comunismo disfrazado, con faldas o sin ellas. Comunismo transex. Odian a las mujeres de verdad. Cuando llegan las feministas no se fijan en las mujeres de verdad que han estado defendiendo con su vida el gobierno legítimo de Rusia.

¿Qué le parece el movimiento Me Too?
Podría decir You Too. Todas las del Me, efectivamente, tú. Tú has estado ahí. Todas pertenecen al establishment. Ninguna de las víctimas dice Me Too. Unas lo han callado, otras lo han disimulado. Son las que han estado prosperando justo con esos las que dicen Me Too. ¿Cómo que Me? You, tal vez. A mí me parece siniestro pero obedece a lo mismo: a decirle a todo el mundo lo que tiene que hacer. Leí el otro día el manifiesto de la huelga del 8 de marzo: “es un manifiesto contra el capitalismo”, pues suelta el capital. Deja el sueldo. Estás contra el capitalismo, déjalo. Mentira. Están al caldo y a las tajadas. Es un discurso de poder. Estas feministas de pitiminí parece que quieren separar el ser mujeres por lo que tienen por ser mujeres. Por ejemplo, ser la portavoz del grupo parlamentario. Tú estás ahí porque eres la niña del jefe.

¿Sería capaz de citar algún político a quien respete? No tiene que ser español.
Ahora, en Francia, es interesante Macron, porque es un antipolítico que nace de la política pero tiene una idea distinta de lo que hay que hacer. En España, Ciudadanos es una esperanza. UpyD fue un proyecto interesante. Luego la ambición de las personas los extravía. También los movimientos de la defensa de la lengua, todo lo de Tabarnia, fenómenos espontáneos. Eso es política. El problema es pensar que la política tiene que estar patrimonializada por los partidos políticos.

¿Está de acuerdo con Arcadi Espada en que la importancia del periodismo es inversamente proporcional a la formación de quienes lo ejercen?
La propaganda existe porque en España los periodistas son peores que los profesores. Hay una colección de periodistas semianalfabetos que son comunistas hasta sin saberlo, por esnobismo. Por estupidez.

Memoria del Comunismo cuenta la toma del Palacio de Invierno, indaga en la sexualidad de Lenin, recuerda las enfermedades -terribles y dolorosísimos forúnculos- de Marx, quien también cultivó una relación inusual, “enfermiza”, con las mujeres. También cuenta cómo los líderes comunistas, de Mao a Pablo Iglesias, “somatizan el poder”. Evoca la sucesión de Lenin por Stalin y ofrece detalles sobre el asesinato de la Familia Imperial.

Losantos, que últimamente escucha las canciones italianas de Vega, ya prepara el siguiente asalto: un libro sobre “el comunismo después del comunismo, que es China”. Entretanto, dedica el escaso tiempo libre que le queda a ver series. “Me gusta The Crown, y me gustaría haber tenido a un Churchill. Pero bueno, tenemos un rey”.

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