Celia Cernadas (Catràdio): «Los periodistas tenemos la responsabilidad de huir de los discursos emocionales»

Celia Cernadas

Silvia Barroso le ha entrevistado para elmon.cat: Entrevista a la periodista de Catalunya Ràdio que acaba de publicar el libro ‘Fora de focus’, con historias y reflexiones de sus veinte años alrededor por el mundo con un micrófono y una libreta.



Lleva veinte años vuelta por el mundo con un micrófono de Catalunya Ràdio y una libreta y ahora ha rescatado notas y recuerdos en los rincones de su memoria para contar con más perspectiva trocitos de vidas de territorios sacudidos por la historia, desde Bosnia hasta Cuba, pasando por los estados del sur de EEUU, Senegal o Bolivia, entre otros.
Historias cortas en las que se concentra la esencia del porqué de las cosas, la gran obsesión de esta periodista. Celia Cernadas (Sant Cugat del Vallès, 1971), recoge experiencias y reflexiones en el libro Fora de focus. La vida en las periferias del mundo, editado por Ara Llibres.
Realidad narrada por ser entendida. Nada menos. «Los periodistas no somos activistas, lo que debemos hacer es intentar enseñar múltiples caras de la realidad, pero podemos optar y decidir, eso sí, dónde ponemos el foco», explica en esta entrevista.

  • Hay quien en Catalunya Ràdio te llama ‘señora context’ porque siempre reclamas más tiempo para dar contexto a las noticias que debes explicar a los oyentes. ¿Es lo que has querido hacer con ‘Fuera de foco’?
  • Mi intención con este libro era, por un lado, escoger las coberturas o experiencias periodísticas que he tenido y que consideraba más significativas aplicadas al mundo de hoy, aunque sean de hace años. Esto me permitía recuperar historias, momentos, paisajes, no sólo personas. Cosas que me habían quedado en la memoria o en los apuntes pero que quizás no había podido contar con la profundidad que quisiera. Pero simultáneamente quería que cada capítulo abriera la puerta al lector, sin exhaustividad, hacia un tema que define el mundo de hoy. Que cada relato tuviera la estructura casi de un cuento, de un viaje en movimiento, que te llevara hacia una realidad diferente cada vez, a un país diferente, desde Senegal a Bolivia o Noruega, del sur de Estados Unidos en Grecia, Libia o Kenia, en un entorno físico y humano diferente, con matices, con detalles. Que cuando tú sientas historias de migración, por ejemplo, no te quedes sólo con cifras o titulares descontextualizados, o sobre todo alarmistas o apocalípticos, que es lo que ocurre mucho con las migraciones y la crisis climática, sino que puedas entender las causas que hay detrás, los retos que representa, por qué ocurren las cosas, en qué espacio geográfico pasan. Creo que en los temas internacionales, el porqué es básico.
  • ¿Más que en otras áreas del periodismo?
  • Quizás sí. Porque estamos hablando del mundo entero. Es una realidad muy amplia, muy diversa y, sobre todo, muy interdependiente. Después, el contexto es fundamental para combatir percepciones que se basan sólo en la emoción, que explota tanto a la extrema derecha. El tema de la emergencia climática y el de las migraciones, según los tratos generan mucho miedo. En la emergencia climática, si nos quedamos con titulares alarmistas se puede generar tanto miedo a que se desmovilice a la gente, porque la gente acaba pensando que no puede hacer nada. Por tanto, una parte de la responsabilidad que tenemos los periodistas es huir de discursos emocionales y reduccionistas que generan las noticias poco explicadas o mal contextualizadas. Creo mucho en esta misión, entre comillas, del periodista. Debemos hacer entender que muchas de las causas que explican la migración, por ejemplo, tienen sus raíces en comportamientos o políticas de los países de Occidente, porque si no se entiende es cuando genera rechazo.
  • ¿Cómo se lucha contra este rechazo si las propias instituciones de la UE, que se supone que son de las más avanzadas y sensibles socialmente, toman medidas como pagar a países sin compromiso con los derechos humanos para que hagan de guardianes de las fronteras e impidan el llegada de inmigrantes?
  • En 2015, con la entrada de más de un millón de refugiados en Europa en poco tiempo, se evidenció que en la UE no había políticas migratorias. Éste es el problema, debía articularse un pacto europeo de migración y asilo que reformara las políticas existentes, que eran claramente insuficientes, ineficientes, que creara vías legales o seguras para migrar, que activara la solidaridad entre los rasgos miembros. Y aquí estamos. Se han levantado muros físicos, se ha invertido mucho en medidas de control y vigilancia para frenar la migración y el pacto europeo vigente no acaba de funcionar. Básicamente se ha abierto la puerta a la externalización del control de las fronteras a países que no están sometidos a los estándares de respeto de derechos humanos que se exigen en Europa.
  • Uno de ellos es Marruecos, con el que el gobierno español tiene buena relación…
  • Esto empezó con Turquía y se ha ido extendiendo, por ejemplo en Marruecos, donde existen pactos europeos, especialmente del gobierno español, que tiene una relación bilateral muy estrecha que incluso ha comportado que Pedro Sánchez reconociera la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental. Y también se ha encargado esta función de gendarme en Libia, que es un estado absolutamente fallido, que ha estado en guerra civil intermitente desde la caída de Gadaffi, que está gobernado por grupos criminales y mafias, y en Túnez, que está viviendo una deriva autoritaria. Está superdocumentado que en Libia o en Túnez se abusa de los migrantes, se les maltrata, se les vende como esclavos, se les abandona en medio del desierto sin agua ni comida. Si tú externalizas el control fronterizo sin ningún tipo de control de los derechos humanos, éste es el riesgo. Y de hecho, recientemente la defensora del pueblo europea ha abierto una investigación en ese sentido.
  • ¿Y qué podemos hacer los periodistas para cambiar la opinión de los ciudadanos respecto a las migraciones si las instituciones actúan así?
  • Las instituciones europeas debemos pensar que son fruto de la suma de 27 países y 27 gobiernos con su orientación política y sus intereses electorales a corto plazo. Tenemos además la presión de Hungría y Polonia, y la de países del norte, con políticas de migración durísimas, o de Italia, con el gobierno Meloni. O Reino Unido, que ya no es miembro de la Unión Europea pero no deja de afectarnos su aproximación a las cosas y está intentando enviar a los demandantes de asilo a Ruanda. Y hay un momento socioeconómico difícil por la pandemia, con discursos de extrema derecha que partidos que no lo son asumen para intentar frenar su ascenso. Pero sí hay algo que podemos hacer. Por ejemplo, cuando llegan 10.000 migrantes a Lampedusa debemos analizar por qué han llegado, qué está pasando y preguntar si realmente no podemos gestionar 10.000 migrantes. Intentar girar esta percepción de amenaza q acompaña a la migración, encontrar una nueva narrativa que ponga el acento en la empatía y que dé cara y nombres a estas personas. Es lo que yo intento en el libro.
  • ¿Cómo se evitan los peligros del buenismo?
  • Yo soy contraria a mantener un discurso buenista y super políticamente correcto que no quiere ni oír hablar de explicar los problemas que, efectivamente, puede generar la migración mal gestionada. Durante mucho tiempo, en la isla griega de Samos se acumularon más refugiados que población local en un espacio físico muy pequeño y en condiciones para los refugiados muy poco humanitarias. Esto generaba problemas de convivencia que pueden ser comprensibles. La culpa no era unos u otros, sino de las instituciones que permitían aquella situación. Y no creo que la solución sea no hablar de ello, porque auxò acaba dando argumento a la extrema derecha que quiere echar a los migrantes. En cambio, si explicamos que existen políticas migratorias que dan resultados insatisfactorios, la gente que les está sufriendo se siente más reconfortada y podemos abordarlos mejor. Es obvio que en Europa existen países, España, Italia y Grecia, que son los receptores de migración. Y que si Europa es una unidad, deberían funcionar los mecanismos de solidaridad que existen sobre el papel pero no se activan. Y desde el periodismo lo que seguro que no es la receta es quedarnos con titulares fáciles o cifras que nada quieren decir.
  • ¿Qué implica la contradicción entre el hecho de que las nuevas tecnologías estén facilitando que la información circule pero, a su vez, sean un elemento que contribuyen a construir una sociedad cada día más abocada a los impactos inmediatos y emocionales y más alejada de la profundidad?
  • Hay muchos tipos de públicos y el discurso de que las redes son un desastre es algo boomer. Las redes pueden tener efectos muy positivos. Por ejemplo, internet ha facilitado la conexión de movimientos sociales en África y en el norte de África, que han permitido revueltas contra dictaduras, como las primeras árabes, que ahora han caído en el olvido o han fracasado pero que en su día posibilitaron por primera vez la incipiente articulación de una sociedad civil que no existía en estos países. En ese caso, las redes en este caso sirven para enviar eslóganes, consignas, mensajes en blanco y negro, que es lo que hace el activismo. Y los periodistas no somos activistas, lo que debemos hacer es intentar enseñar múltiples caras de la realidad, pero podemos optar y decidir, eso sí, dónde ponemos el foco. El periodista tiene esa responsabilidad, explicar de dónde venimos, cómo estamos y dónde vamos. Y esto las redes no te lo permiten. Por tanto, idealmente las redes son un complemento que nos permite llegar a nuevas audiencias.
  • Señalas las prisas como el principal enemigo del periodismo que espera contar las múltiples caras de la realidad. Pero el tiempo es caro y las empresas periodísticas tienen dificultades para pagarlo y existe la idea de que la información internacional no da rendimiento comercial porque interesa poca gente…
  • Yo quiero pensar que sí interesa. El día que responda que no seguramente lo dejaré, y buscaré otras áreas. Pero las prisas propician la simplificación y son malas consejeras cuando te acercas a personas que han vivido situaciones duras. Estas personas te abren su corazón, su intimidad, y por respeto y justicia hacia ellas –y también hacia nuestros lectores, oyentes, seguidores– tenemos la responsabilidad de detenernos y contar estas historias con cuidado.
  • Tú trabajas en un medio público…
  • Sí y esto es muy distinto que trabajar en un medio privado. Debo decirlo porque como medio público, al igual que en TV3, podemos batallar por temas que quizás no son el top de la agenda, ni son el supertitular, y que tendrán un seguimiento que quizá no sea masivo, y tenemos los medios para ello. Pero sí existe un sector del público que está interesada. Lo comprobé cuando estuve en la guerra de Ucrania. Había muchísima gente interesada por el tema. Lo sé, porque recibo mucho feedback de la gente, que es algo que te permiten las redes. El otro día leí una frase de Mircea Cărtărescu que decía que la literatura tiene la función de ordenar el caos y dar coherencia. Enderezar el caos es también una de las funciones de los periodistas en este mundo con tanta cacofonía.
  • ¿Y se hace poco?
  • Muchas veces, algunos medios privados de todo el mundo, al tener un objetivo comercial en las coberturas internacionales, se quedan con lo más efectista, como la foto de Aylan, el niño sirio muerto en una playa, una mujer de Ucrania que no tiene piernas…
  • ¿Esto tiene una función de captar la atención para poder explicar lo que hay detrás?
  • Aquella imagen fue muy poderosa, es obvio, y quizás concienció a la gente. El problema es que esto tiene una vida muy corta y que existe una cierta explotación de los niños, de las historias trágicas, que muchas veces no busca movilizar sino que sólo es sensacionalismo. Es lo que ocurre cuando se emiten estas imágenes dramáticas en bucle sin ninguna explicación de lo que hay detrás. Porque las guerras matan a gente, pero tienen muchos otros impactos. Las guerras también matan al futuro de muchas personas que sobreviven a la guerra. Destrozan la economía de un país y dejan generaciones enteras sin futuro y arrastrando enormes traumas, como se ve, por ejemplo, en Bosnia, otro de los relatos del libro.
  • ¿Debemos asumir que gran parte de lo que ocurre en el sur global es responsabilidad del primer mundo?
  • Sí, en parte sí, debemos analizar el legado de la colonización, por ejemplo. Y sobre todo también debemos combatir la sensación de que en el sur global todo es un desastre, que todo el mundo es pobre, que todo es corrupción y que no hay nada que hacer. Hay muchos problemas, pero también hay muchas iniciativas de la sociedad civil para mejorar esto, mucho dinamismo económico y cultural, en América Latina, en África. Se van creando redes de activismo para pedir a los gobernantes que rindan cuentas. La población se va empoderando e independizando de tutelas internas y externas. Lo que ocurre es que hay realidades que, por su geografía, como el Sahel, son complicadísimas. Y a pesar de la resiliencia de estos pueblos, que ya me gustaría vernos a nosotros allí, llega un momento en que hay gente que se va. Ahora que quede claro que el 80% de los movimientos migratorios de África se quedan en África, no van a Europa. La mayoría de la gente no quiere subirse a un barco y regalar su vida al mar. No tenemos todo el continente africano esperando asaltar las fronteras para invadirnos.
  • Antes hablábamos de cómo reacciona el primer mundo a la información internacional. ¿Nos enganchamos de manera fácil a procesos espectacularizados que después abandonamos y ya no sabemos qué se ha hecho con ellos?
  • Como seres humanos, cuando estamos ante un proceso histórico sin precedentes, nos genera mucha atención y de forma no cínica, porque queremos creer que la gente puede cambiar las cosas. Yo creo que la gente tiene mucha capacidad de cambiar las cosas. A veces, como ha ocurrido con las primaveras árabes, hubo un fuerte empujón que propició unos cambios impensables en toda una serie de autocracias y dictaduras. Y es verdad que, en la mayoría de los casos, esto ha terminado cayendo. Pero las cosas no ocurren porque sí, ni desaparecen. El proceso que ha vivido Túnez, por ejemplo, ha dejado una semilla que puede hacer que en otro momento pueda volver a surgir con resultados más duraderos porque igual la sociedad civil ha ido creciendo o porque los jóvenes están ahora más formados.
  • Otro de los aspectos que tocas en varios capítulos del libro es el papel de los gobiernos occidentales en el resto del mundo. En un caso hablas de la «pretensión mesiánica de exportar la democracia a los países árabes». Entonces, ¿qué debe hacer Occidente?
  • En cualquier caso, podría acompañar y ayudar económicamente, pero en ningún caso imponer. Y debemos romper con la idea de que lo que no es Occidente necesita nuestra tutela. Cada sociedad debe evolucionar con su ritmo. Lo de la “pretensión mesiánica” estaba en relación con la guerra de Irak de 2003. ¿Cómo podemos imponer un régimen político estrictamente ajeno en ese país y, además, imponerlo por las armas? Por supuesto, el resultado ha sido nefasto.
  • ¿Por qué has escogido poner, como primera historia, a la de una conductora de autobús afroamericana de Alabama que te preguntó si realmente te pagaban por hacer lo que es tu trabajo, tratándote de privilegiada sin paliativos?
  • Podría no haberlo hecho por no dejarme evidencia. Pero he intentado, en ese libro, ser honesta y eso incluye analizar nuestros privilegios. Llego a Alabama, que forma parte del black belt, el cinturón negro de Estados Unidos, una de las zonas más pobres, especialmente la población negra. Subo a un autobús donde solo viajaban la conductora y una señora muy mayor con la que intenté hablar, porque estaba haciendo reportajes sobre el legado de la esclavitud en el sur. Y esa mujer se me vuelve con esa voz de trueno me dice ‘do you really get paid for that?’ ¡No sabía ni qué contestar! Nunca he olvidado esa pregunta porque me hizo cuestionarme.

Cernadas ha recorrido países de todo el mundo como periodista de Catalunya Ràdio durante veinte años, y ahora recoge parte de su experiencia en el libro ‘Fora de focus’ / Mireia Comas

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