El último huracán que ha visitado el Caribe ha destruido las infraestructuras de Puerto Rico. Han muerto al menos 16 personas y siguen rescatando cientos de afectados entre el agua y los escombros. Según el gobernador Ricardo Rosselló, la isla está completamente destruida. También han caído sus redes de comunicación.
De poco han servido las medidas de emergencia de T-Mobile, Open Mobile, Liberty Puerto Rico, AT&T y Claro. Sus torres han sucumbido a vientos de 250km/h y todos los servicios los servicios de internet, telefonía y cable dependen del sistema eléctrico. Los portorriqueños estarían completamente incomunicados en mitad del Atlántico, en mitad de una crisis humanitaria, si no fuera por una tecnología barata, comunitaria, descentralizada y global que sobrevive a casi todo: la radio.
Como viene siendo habitual, los radioaficionados se han convertido en la única estructura capaz de acceder a las comunidades afectadas por la tragedia, coordinar las operaciones de rescate y la distribución de ayudas, y enviar información a los familiares de los afectados a otras partes del mundo. Sin ellos, no sabrían si sus parientes están vivos o no.
Tecnologías del siglo XIX para gestionar desastres en el S.XXI
Desde que Marconi envió el primer mensaje por ondas en código morse en 1898, las comunicaciones por radio se han democratizado mucho: hay más de tres millones de radioaficionados registrados en el mundo que se comunican entre sí con sus propios equipos desde sus casas, coches y oficinas. En la era de la Información, la vieja radio es el único sistema de comunicación distribuido, instantáneo y global que sobrevive a ataques, apagones y desastres naturales. Su única debilidad son las tormentas solares. Por suerte es un problema mucho menos habitual.
Cuando las redes celulares colapsaron en el 11-S, los radioaficionados se convirtieron en una red alternativa de comunicaciones. En el tsunami de 2004, coordinaron las labores de rescate. Entonces solo había 5 operadores en todo Tailandia. Ahora hay más de un centenar.
En Cuba hay más de más de 10.000 radioaficionados, que son parte fundamental del su Defensa Civil contra huracanes y desastres naturales. Su equipos y antenas se ponen a prueba cada año en el ejercicio Meteoro, y están a punto cuando llega lo peor. Durante los últimos huracanes del Caribe -Maria, Irma, y Harvey- la red de radioaficionados Hurricane Watch Net (HWN) y la del Red de Radio Internacional del ejercito de Salvación (SATERN) trabajaron mano a mano con el Centro Nacional de Huracanes para coordinar esfuerzos.
Quiero ser radioaficionado y/o comunicarme sin usar Internet
Para ser radioaficionado hay que pasar un examen sobre el manejo del equipo y comprar una licencia de 150 euros que permite operar en las bandas reconocidas por la Unión Internacional de Telecomunicaciones y la IARU (International Amateur Radio Union). El equipo puede ser muy variado, desde talkies chinos de 20 euros y equipos baratos de V/UHF a equipos de onda corta (HF) que empiezan en los 400 euros.
Los portorriqueños cuentan con un equipo e excepción: el radiotelescopio de Arecibo, el segundo más grande del mundo, con un disco principal de 305 metros de diámetro y unos 50 metros de profundidad. Diseñado para se ha dedicado a buscar vida extraterrestre, estudiar las ondas gravitatorias y buscar asteroides, hoy se ha convertido en uno de los artefactos más valiosos después del huracán.
Pero, en caso de apuro, con tener un móvil. La famosa App que se popularizó en EEUU durante los huracanes Harvey e Irma era un software que convierte en smartphone en un walkie-talkie. Pero Zello depende de que haya conexión a Internet. Hay aplicaciones cono GoTenna que sacan el móvil de la tecnología centralizada de su proveedora de teléfono e internet y lo convierte en el nodo de una red distribuida en malla (Mesh), donde todos los usuarios conducen las comunicaciones y tienen el mismo valor.
El estado más maltratado de los Estados Unidos
Las redes centralizadas ofrecen varios problemas. No solo desde el punto de vista de la privacidad y del control de las comunicaciones. Para recuperar la red comercial de telecomunicaciones, Puerto Rico depende de la buena voluntad de Donald Trump. El vicepresidente de la Alianza Puertorriqueña de Telecomunicaciones (APT) acaba de pedir ayuda urgente al presidente de Estados Unidos para restablecer las conexiones. No las tiene todas consigo.
Aunque se llame el Estado Libre Asociado de Puerto Rico con estatus de autogobierno, es colonia estadounidense desde abril de 1899. Pero no tiene la clase de autonomía que tienen Florida o Nueva York. Su deuda pública, fuertemente agravada por el colapso económico de 2008 y por las políticas neoliberales impuestas por EEUU, asciende a 72 mil millones de dólares. Tiene una población de tres millones y medio de personas y la mitad vive en la pobreza, pero no puede declarar bancarrota ni tomar medidas para reestructurarla.
La isla depende de Washington para todo, incluyendo la ayuda humanitaria. De momento, la respuesta de Donald Trump ha sido comentar que sus infraestructuras eran muy viejas y que la isla «tiene una deuda de miles de millones de dólares con Wall Street y los bancos de la que tiene que hacerse cargo».
La otra cosa que ha hecho es obligar a los evacuados a firmar pagarés por los gastos de gestión y transporte, y reteniendo sus pasaportes como depósito.
No todo son malas noticias. Hace solo unas horas, el presidente ha levantado el embargo portuario a buques no estadounidenses para que otros países puedan asistir con comida, medicamentos y agua. Gracias a la red de radioaficionados, podrán distribuirla donde más la necesitan.
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