Julián Cordero, «El guardián de las radios antiguas» está en Errenteria

Julián Cordero

06.06.2025.- En pleno centro de Errentería, un pequeño taller se ha convertido en un santuario de la historia de la radio. Su guardián, Julián Cordero, conserva y restaura más de 250 aparatos antiguos con mimo y pasión.

En la plaza del Ayuntamiento de la villa papelera se esconde un espacio singular que parece detenido en el tiempo. Allí, Julián Cordero dedica sus días a devolver la vida a radios antiguas como las radios de galena de los años 20,hasta modelos españoles, alemanes o americanos de los años 30, 40 y 50.

Su local no es una tienda, ni un museo pero sí un tesoro, un archivo vivo de la evolución tecnológica y social de la radio. «Esto no es un cementerio de radios. Aquí las traigo para que vuelvan a sonar», dice Julián mientras señala una galena centenaria, una Telefunken alemana de 1942 o una Detrola americana procedente de Detroit.

En su taller se ven radios, gramófonos de cuerda, televisores antiguos, y herramientas con las que fabrica piezas ya imposibles de encontrar. Cada aparato tiene una historia y él conoce todas. «La más antigua que tengo es de 1927. Esas son las más apreciadas”, dice mientras nos muestra una radio alemana de madera que podría confundirse con una caja fuerte.

Esta pasión viene desde que era joven ya que él y su padre reparaban y montaban radios, «es lo único que he hecho”, explica, es más, las caja de las radios, continúa, las construían en Irún, Unión Radio Irún y luego se compraba el resto del material necesario para montar una radio.

Su afición nació también de la necesidad: “En tiempos de ETA, había que escuchar las misiones extranjeras. Aquí no se escuchaba nada”, recuerda. Y desde entonces, la radio se convirtió en parte esencial de su vida.

Cordero no solo colecciona, repara con técnicas originales y con un compromiso casi artesanal. “Si una pieza está rota, se repara, como se hacía antes. Meterle un transistor moderno sería un sacrilegio”, sentencia, con un respeto casi sagrado hacia los aparatos.

Aunque su local no es un taller a al uso, si alguna persona tiene una radio antigua y la quiere reparar, Julián se ofrece a hacerlo. Más le cuesta, dice, vender alguna de sus reliquias y aunque ha vendido alguna, cada vez que lo hace se arrepiente. “Son parte de mí”, reconoce.

En esta visita, también hemos conocido curiosidades de la historia radiofónica, como que en 1938, escuchar la radio en casa costaba 12 pesetas al mes, como parte de un impuesto estatal o que Radio San Sebastián, ofrecía un seguro de reparación para sus abonados: si la radio se averiaba, ellos se encargaban.

La pasión de Julián por las radios es indiscutible, el problema viene cuando hay que hablar del futuro de su legado: «Tengo dos hijas, pero no están por la labor de seguir. Algún día tendré que decidir qué hacer con todo esto”, comenta.

De momento sigue trabajando en su rincón favorito, reparando radios antiguas y aunque ha hecho exposiciones puntuales, no quiere desprenderse de su colección ni cederla a ninguna institución, por ahora.

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