Si antes lo digo, antes aparece una entrevista en la que, esta vez si, Frank habla de la radio, de la actual y de los orígenes y por lo que parece, no estaba yo muy desencaminado en la interpretación subliminal del título del libro.
Aunque no fue muy precoz a la hora de comer sólidos, ya que se alimentó de papillas hasta los 7 años, sí lo fue laboralmente. Con tan solo 13 años ya tenía su propia sección en la radio de su pueblo y a los 18 tenía su primer contrato laboral indefinido. De Radio Mollet saltaría a Madrid (tras pasar por Girona y Barcelona) donde ha estado al frente de algunos de los programas de mayor éxito en radio y televisión de las últimas décadas. De ‘Crónicas marcianas’ o ‘Caiga quien caiga’ a ‘Gran Hermano’ o ‘Zapeando’. Frank Blanco ha demostrado una enorme versatilidad en cada uno de sus proyectos y ahora se atreve a abordar la crisis de los cuarenta desde su libro «Sobrevivir a los cuarenta», editado por Planeta.
No es un manual de autoayuda, tampoco son las clásicas memorias. Durante dieciséis capítulos, el catalán confiesa cómo está siendo la experiencia de vivir la década de los cuarenta, afrontando con sinceridad y humor todo tipo de temas: el trabajo, la familia, la salud, el sexo y la política, entre otros. Además, aprovecha para contar todo tipo de anécdotas y momentos personales y profesionales que ha vivido durante los últimos cuarenta años: las cagadas de principiante, su primera vez, su pequeño encontronazo con Shakira, las consecuencias de ‘CQC’ en su matrimonio o su salida del Grupo Prisa.
El presentador, que vive una etapa dorada compaginando ‘Zapeando’ en televisión con «Vamos tarde» en la radio, ha hablado con FormulaTV sobre su libro y sobre qué le motiva a meterse en el caos personal que supone tener dos programas diarios en directo. Además, valora cómo ha vivido el cambio de horario de ‘Mujeres y hombres y viceversa’ como competidor directo de su espacio en laSexta.
Tienes un programa diario en televisión, otro diario en radio, dos hijos, ¿qué necesidad tienes de escribir un libro?
¡Qué buena pregunta! Necesidad ninguna, realmente. Lo que pasa es que en todos los libros que he escrito ha habido un momento que el cuerpo me ha pedido contar algo. Realmente, esa es la motivación que a mí me lleva a escribir un libro, el tener una serie de pensamientos y reflexiones y pensar: «ostras, lo voy a plasmar en un libro que puede ser divertido». El libro es divertido, yo siempre intento que lo que escribo haga reír a la gente. Además, como no soy el único que pasa por ese duro trance de entrar en la segunda edad de los cuarenta años, y pienso que a lo mejor mi experiencia le puede servir a otra persona de algo y por eso he decidido escribirlo.
Más que un tutorial de autoayuda son una especie de memorias vistas desde la perspectiva de un hombre de cuarenta años. ¿Te ha costado mucho abrirte tanto?
El libro iba a ser una cosa y ha terminado siendo otra. Realmente, no iba a ser de autoayuda ni lo es, porque no te va a ayudar a nada. Simplemente pretendía hacer un libro de reflexiones de un cuarentañero y comparar el cómo se ve ahora y cómo se imaginaba hace veinte años y hacer un análisis, en clave de humor, de muchos aspectos de la vida cuando llegas a los cuarenta años. En el libro está: cómo se vive el sexo; las relaciones familiares; cómo se ve la política, que ahora te interesa más que cuando tenías dieciocho, etc.
Esa era la idea inicial del libro, pero luego, una vez me puse a escribir, empezaron a surgirme cosas. No tenía sentido hablar desde fuera, me parecía muy irreal el plantear ciertas reflexiones sin aportar mi visión, que luego habrá gente a la que le pasará o no. Como tuve esta necesidad, hay un poco de biografía, de vivencia y demás. No hay nada que me haya costado mucho contar, porque no estaría en el libro.
El prólogo está escrito por Chenoa, que justo hace unos meses publicó sus memorias. ¿Por qué pensaste en ella?
Le estuve dando muchas vueltas, pensando a quién le pedía que me hiciera el prólogo porque era importante que lo hiciera alguien que me conoce, le tengo cariño y seguramente me lo tenga a mí también, es decir, alguien cercano. Le estuve dando muchas vueltas, el libro ya estaba casi terminado y yo sin prólogo. Un día en verano, en ‘Zapeando’, me preguntó «oye, ¿cómo llevas el libro? Dirás algo de mí, ¿no?». Me fui con eso para casa diciendo: «ostras, es ella, que es de mi edad y qué bien porque va a aportar cierto equilibrio porque lo escribirá una chica». La llamé el jueves o viernes siguiente, muy emocionado, pensando que le iba a hacer la misma ilusión que a mí o más y le digo: «Chenoa, tía, mira lo que he pensado, no me puedes decir que no», y me contestó: «¿Cómo qué no? Pues no. Yo bastante tengo con el libro que va a salir, a mí no me lies». Me costó bastante, pero al final la convencí y ahí está el prólogo de Chenoa.
Vosotros dos jugáis mucho a la guerra de zascas, ¿esto también se vive fuera del plató o es un poco vuestro juego en ‘Zapeando’?
Nuestra relación fuera del plató no tiene tantos zascas. Lógicamente, tenemos mucha complicidad y nos hacemos muchas bromas, pero fuera del plató nuestra relación es la de dos amigos que se ven una vez por semana y, cuando nos vemos, nos preguntamos por la familia, la salud, que ya tenemos una edad, el trabajo. Es más de cariño, aunque podría haber zascas sin problema, pero luego es una cosa como menos cómica.
El libro está repleto de zascas, algo que a ti te gusta mucho. ¿Se ha molestado alguien o te han comentado algo?
Todavía no porque lleva muy poquito fuera. Es verdad que el estilo en mis otros libros era igual y nunca nadie se molestó, al contrario, me enviaron mensajes de gente a la que le había hecho mucha ilusión salir en el libro, aunque fuera a través de un chiste. Por ejemplo, creo que fue en el primer libro, había uno con Pablo Alborán, que creo recordar que era algo como «eres más pesado que Alborán cantando ‘y tú, y tú y tú'», o algo así. Pablo me llamó y me dijo que el libro lo tenía su hermano y le hacía mucha ilusión porque nunca había salido en un libro. Para mí fue una gran sorpresa. En este todavía no he recibido nada, ni positivo ni negativo.
Vamos a repasar algunas etapas de tu vida que relatas en el libro. ¿Cómo es que solamente comías papilla hasta los 7 años?
Esa es muy buena pregunta. Soy el pequeño de tres hermanos y, además, con mucha distancia. Mi madre me tuvo a falta de una semana para cumplir ella cuarenta años y estaba delicada de salud con la espalda, siempre ha estado delicada de salud, y yo creo que lo de comer papilla durante tantos años se debe a que la pillé muy cansada y agotada. Yo era también un poco trasto y cabezota de pequeño. Me decían que tenía que comer garbanzos y yo decía que me atragantaba y yo recuerdo esa escena: mi madre detrás de mí por el salón con garbanzos y yo diciendo que no y me ahogaba. Luego comía quicos sin problema, pero con los garbanzos algo pasaba. Creo que para que yo no muriera de hambre y ella no muriera de desesperación, pues alargó el tema de las papillas.
Una de las cosas más sorprendentes que cuentas es que comenzaste con tan solo 13 años en la radio, ¿eso era legal?
Seguramente no, pero yo empecé como colaborador. Nadie me explotaba ni hacía una jornada laboral. Pero sí, yo me puse delante del micrófono con trece años y nunca lo he abandonado. Empiezo como un niño que va de público a un programa y caigo en gracia, me hacen hablar, me preguntan cosas y ya ni me acuerdo de cómo fue, pero me propusieron hacer una sección. Después me dijeron que si quería hacer un programa semanal. Fue todo muy natural y casual.
¿Has vuelto a escuchar esas secciones?
No, la verdad que no. Alguna cinta debo tener de aquella época, pero yo creo que me moriría de pena de escucharme ahora y pensar «¿cómo me dejaban hablar por la radio?».
Debiste hacerlo bien porque a los 18 años ya tenías tu primer contrato indefinido.
Totalmente. Pero un chaval que empieza con 13 años en la misma radio, al final cuando tienes 18 sabes cómo funciona todo y todos los programas. En aquel momento podías participar tanto en un magacín, como en un programa de música, en un momento determinado que hubo una vacante, yo estaba como técnico de sonido y me contrataron en una convocatoria pública.
Con 18 años perdiste tu virginidad con una chica que, según cuentas, era un poquito ninfómana y luego te perseguía…
No me perseguía, realmente era mi chica en aquel momento. Pero ella solo pensaba en lo mismo y yo ya tenía trabajo, tenía cosas que hacer. No es que me persiguiera, yo no era una persona acosada, pero sí que todos los días en varias ocasiones… Llegó un momento que le dije «oye, no puedo más».
¿Eras un objeto sexual para ella?
Increíblemente sí. Espero que ella nunca vea esto.
Te mudas a Madrid, comienzas a trabajar tanto en televisión como en radio. Entonces, te pones al frente del nuevo ‘Caiga quien caiga’ y el programa acaba provocando tu divorcio.
Bueno, eso fue un poco una licencia literaria. El programa no es el culpable, pero sí que fue la gota. Las parejas no se rompen en una semana, es algo de más tiempo y la mía llevaba tiempo deshaciéndose. A lo mejor por pereza no te decides de ocuparte de la relación y por la locura que supuso el programa, pasaron muchas cosas que me ayudaron a darme cuenta de que tenía que hacer algo con eso porque todo lo que supuso el programa se convirtió en un problema. La conclusión fue pensar que mi relación estaba ya deshecha, se afrontó y ya está. Pero con esa persona yo me sigo felicitando el año y hablamos de vez en cuando, no fue nada traumático.
Tras catorce años en Grupo Prisa, te comunican que no cuentan contigo. Como comentas en el libro, ¿se vive mejor sin Prisa?
No me puedo quejar, a mí me ha ido bastante bien después de pasar por allí. De hecho, hay gente con la que coincidí allí y pensamos, no solo que hay vida, sino que hay vida mejor después de Prisa.
Uno de los capítulos más sonados del libro es «Cómo conocí a vuestra madre», la parte de batallitas de Frank Blanco. Vamos a hablar de las primeras cagadas, ¿qué pasó con La Unión y Amalia Montero?
Lo de La Unión fue una de mis primeras entrevistas, a principios de los noventa, yo tenía 14 años y vinieron a tocar al lado de mi pueblo, fui a entrevistarles con una grabadora de cassette. Yo estaba emocionado porque era fan y cuando ellos se van, le doy al play y ni play ni nada porque nunca quité el pause.
Cuando empezaba La Oreja de Van Gogh, vinieron a Radio España en Barcelona, me habían preparado la entrevista y me habían puesto los nombres de los integrantes, pero el de Amaia Montero estaba mal. En lugar de Amaia ponía Amalia y estuve todo el tiempo llamándola Amalia. Yo notaba que había cierto cachondeo entre ellos y me enteré cuando me despedí de ellos y dije otra vez Amalia y el descojone de ellos fue máximo. Me dijeron: «bueno, es que Amalia en realidad se llama Amaia». Ellos se lo pasaron muy bien y con el paso de los años hemos tenido relación y entiendo lo bien que se lo pasaron porque son muy divertidos.
Dicen que Shakira te dedicó la canción de «Rabiosa»
(Risas) Eso es cosa tuya. Fue de las pocas veces que yo he medio rajado de un artista. Porque me parecía muy poco serio que llegase tarde a un programa en directo. El programa acababa a las 20 horas y llegó a menos 10. Cuando veo que no llega y estuvimos toda la tarde anunciándola, pues dije que estaba en un atasco y que me parecía bien porque si vas a un sitio, sal con suficiente tiempo… Justo después de eso llegó, le hicimos una entrevista muy corta y estaba muy tímida. La realidad es que me había escuchado llegando a la radio y entiendo que pensase que yo era un poco gilipollas. Pero lo superamos, nos vimos en otras ocasiones y la actitud era diferente por ambas partes.
‘Zapeando’ sigue imparable en la sobremesa de laSexta y no hay programa de Cuatro que os plante cara. ¿Te daba miedo el cambio de ‘Mujeres y hombres y viceversa’?
Miedo no, sí respeto porque independientemente del programa, hay mucha gente trabajando detrás, aunque sea la audiencia la que decide. Mucho miedo no, pero sí que estás pendiente de lo que pasa. Yo soy muy friki de los datos y me gusta analizar las cosas y parece que, a priori, el público que ve ese programa no coincide en gran medida con el de ‘Zapeando’.
Sigues en la radio con ‘Vamos Tarde’ en Europa FM, ¿qué te aporta un programa diario nocturno?
Es una locura mía. Hace muchos años pensaba que molaría compaginar un programa de televisión y de radio. Es una idea loca, pero a veces se cumple. Además, la cabra tira al monte y la radio no me supone ningún esfuerzo, me pongo delante del micrófono y lo disfruto. Además, la manera de comunicarte es diferente en radio y tiene algo, esa magia que te atrapa. Me complica un poco la vida porque me tienen fuera de casa muchas horas, pero luego te da grandes satisfacciones. Hay secciones maravillosas en el programa, como una que hace un chico que se llama Héctor que es maravillosa. Además, me permite cosas que en televisión no puedo hacer, como hablar de series, música o moda.
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