Veinticinco años después de su muerte, Encarna Sánchez sigue levantando las mismas pasiones que cuando ‘mandaba’ en la radio

Encarna Sánchez

Leticia Ortiz escribe en La Tribuna de Ciudad Real: Dieciocho días antes de fallecer, el Viernes Santo -5 de abril- de 1996, Encarna Sánchez pronunció en la radio sus últimas palabras. Ella no sabía que no volvería al medio que le había convertido en una de las mujeres más influyentes de España. De hecho, no fue un adiós, sino un hasta luego, porque su único objetivo era volver a ponerse delante de un micrófono. «El sonido de la radio ha sido para mí y continuará siendo, el camino más corto para comprender el camino de la amistad y sobre todo, el camino de la fidelidad… Ya estoy aquí. Pronto volveréis a sonreír. Pronto vendréis a mi encuentro. Pronto podré decir con toda la valentía del mundo: ¡Temblad, pedazo de sinvergüenzas!». Encarna en estado puro, con su peculiar carácter y su habitual fuerza que en unión con sus relaciones con algunas mujeres conocidas como Isabel Pantoja o al misterio sobre su herencia hace que siga levantando las mismas pasiones que cuando era la reina -y también la villana- de la radio.



Almeriense e hija de un militar republicano fusilado tras la Guerra Civil, arrancó su trayectoria en Radio Juventud, donde comenzó a forjar su estilo tan personal. Un suceso poco aclarado -la desaparición de la recaudación de un festival benéfico que organizó- la obligó a marcharse de España, pero regresó en 1978 para iniciar el programa en Radio Miramar que la catapultaría a la fama, Encarna de noche. Su tono agresivo, su populismo y su carisma casi mesiánico convenció a miles de oyentes nocturnos y, sobre todo, a unos anunciantes que pagaban cantidades desconocidas para la época solo porque la locutora vendiera sus productos. «Nunca he visto a nadie así ante el micrófono. Y luego, cómo hacía publicidad. Los anunciantes que acudían a ella sabían que iban a vender», rememora una técnica de sonido que trabajó con ella durante gran parte de su trayectoria.

Esos clientes y su legión de seguidores no la abandonaron cuando en 1984 la COPE decidió ficharla para su franja vespertina, donde creó Directamente Encarna. Durante más de una década, la cadena eclesiástica reunió ante sus micrófonos a las estrellas más importantes de cada época: la propia Encarna, Luis del Olmo, Antonio Hererro, José María García y Luis Herrero.

Capaz de lo mejor y lo peor
Azote de los políticos, despiadada con los compañeros de profesión y cruel con personajes del mundo rosa, la locutora almeriense hizo del aplomo, la agresividad y la altanería en las ondas un sello personal adorado y odiado a partes iguales. Sin embargo, según relatan quienes la conocieron fuera de los estudios, sin el aura de estrella de la radio, aquella imagen pública ocultaba -o lo intentaba- a una mujer insegura y vulnerable que atacaba, pero para no ser atacada. «Era arrolladora. Capaz de lo mejor y lo peor. Me causa desprecio todos los que se abalanzan sobre su cadáver. Ella debe de estar en su tumba pegando bocados bajo la lápida. Menuda era», señala otra estrella de la radio, Carlos Herrera, que compartió cadena con Encarna.

Su vida privada, de la que era tan celosa, acabó convirtiéndose en su talón de Aquiles. Esa grieta en la coraza fue utilizada por sus enemigos incluso después de fallecer, como señala Herrera. Aunque nunca se le conoció pareja de manera oficial y llegó a estar casada -poco tiempo con un empresario con el que contrajo matrimonio en Los Ángeles, se vertieron ríos de tinta por sus supuestos romances con mujeres como Mila Ximénez, Clara Suñer (que fue su heredera) o, principalmente, Isabel Pantoja. Su estrecha amistad se convirtió en la comidilla del país. Cuando aquello acabó, cuentan que las fotografías de la cantante con la también tonadillera María del Monte hundieron su moral cuando peor estaba tras habérsele diagnosticado un cáncer. Se dejó morir, dicen.

Pero, 25 años después de su adiós, su figura sigue levantando pasiones. «Me encantaría hacer una película de Encarna. Se la merece», llegó a decir Pedro Almódovar.

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