Rafael Turia y su alegre pandilla

Rafael Turia

Tengo amigos que escuchan la radio a todas horas. Cuando me los cruzo, van por ahí con el pinganillo colgando de la oreja y, en algunos casos, como Sergi Pàmies, lucen una sonrisa beatífica. Un servidor de ustedes (Ramón de España desde El Periódico), por el contrario, no ha vuelto a escuchar la radio desde 1962, cuando entró en casa el primer televisor y lo estrenamos viendo un episodio de ‘Bonanza’. Solo tuve una recaída a principios de los 70, gracias a los descacharrantes programas de entretenimiento musical que emitían Radio Juventud y Radio Barcelona y que reunían a unos personajes que no dudo en calificar de estupendos: Constantino Romero, José María Pallardó, Rafael Turia, Àngel Casas o Jordi Estadella, creador de aquel encantador enemigo del pueblo que fue el súper pijo Tito B. Diagonal, siempre secundado por su gran amigo Tato Ganduxer. Los programas se llamaban ‘El clan de la una’, ‘Al mil por mil’ y ‘Trotadiscos’, y ofrecían las últimas novedades discográficas en un tono animado y a menudo jocoso que combinaba el rigor con la diversión: en ellos escuché por primera vez a Lou Reed, David Bowie o Roxy Music, compañeros de viaje durante toda mi existencia.



Nuestro Johnny Carson
Tino Romero hablaba inglés, cosa que en la época era algo más bien insólito. Estaba tan al día como Casas y Pallardó, y los tres delegaban el humor y el cachondeo en Turia y Estadella. Tino y Jordi murieron antes de tiempo. Casas se convirtió en nuestro Johnny Carson y ahora redacta un blog que está la mar de bien. Hace tiempo que no sé nada de Pallardó, con el que solía cruzarme por el Eixample y siempre hacíamos un alto de cinco o diez minutos para despotricar del régimen. A Turia lo repesqué en Facebook y hace unos días quedé a comer con él para rememorar los buenos viejos tiempos e interesarme por su presente. Me encontré con un señor de 78 años en perfecto estado de revista que todavía mantiene una sección, titulada ‘El Turia y sus afluentes’, en una emisora de radio (Radio Marca Barcelona) y que se empeña en seguir trabajando en doblajes -su capacidad de fabricación de voces es infinita- si el sueldo le compensa lo que el estado le sopla de la pensión: su último cometido en esas lides fue la serie de televisión ‘Los Lunnis’, que controló y llenó de voces durante su primera y más interesante etapa.
Rafael Turia (Valencia, 1940) siempre quiso ser actor. Se lo dijo a su padre un día de su más tierna infancia, pero éste le respondió, severo, que menuda tontería, que sería ingeniero se pusiera como se pusiera. Con esa intención llegó nuestro hombre a Barcelona a los 15 años, para prepararse para la carrera, que cursó íntegra y que hasta llegó a ejercer durante unos años, hasta que la radio, el doblaje y la publicidad -llegó a tener dos estudios, llamados respectivamente Gritos y Susurros y Tuenti Centuria Son- se le pusieron a tiro y no pudo (ni quiso) decir que no.

«La radio en los años 70 fue una etapa especialmente estimulante», comenta, «No es que fuésemos una pandilla inseparable, pero había muy buen rollo entre todos, nos divertíamos mucho y teníamos audiencia. Mucha gente recuerda esa época con alegría».

Recorridos distintos
Gente como yo mismo, que no tengo recuerdos de la radio a partir de ahí. La vanguardia musical estaba a tu alcance antes de que naciera la prensa ‘underground’, antes de la Movida, antes de todo, coincidiendo con los primeros conciertos de Gay Mercader y el mercadillo seudohippy de la parte alta de Balmes. Disuelta la banda, Turia se consagró a la publicidad y al doblaje, Constantino Romero inició una tardía pero brillante carrera de actor y doblador -¡la voz de Clint Eastwood!-, Àngel Casas se convirtió en un ‘anchormanprofesional’, Jordi Estadella acabó presentando el ‘1,2, 3, responda otra vez’ y el pobre Pallardó sufrió un absurdo ninguneo que se prolonga hasta nuestros días.
Tengo la impresión de que actualmente no hay una pandilla equivalente a ésta. Se lo tendré que consultar a alguno de esos amigos que van por la calle con el pinganillo de la radio colgando de la oreja.

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