Rafa Latorre hace balance de su primera temporada al frente de «La Brújula» de Onda Cero

Rafa Latorre

Rebeca Argudo le ha entrevistado para larazon.es: El periodista Rafa Latorre, además del de la palabra, tiene el superpoder de dilatar el tiempo: es capaz de tomar un café en una terracita entre escribir columnas, dirigir y presentar un programa de radio, analizar la actualidad, leer, ir al gimnasio y llevar a la niña al cole. Brillante conversador, ojos de gato y voz de tigre, a punto está de cumplir su primer año al frente de «La Brújula», el veterano programa nocturno de Onda Cero.



− El balance no podría ser mejor…
− El programa se va pareciendo cada vez más al que yo quiero hacer, al que me gustaría que fuese. Estamos bastante cerca de conseguirlo. Y lo más importante es que me sigo divirtiendo. Eso es buen síntoma.

− Recogía el testigo de Juan Ramón Lucas, que llevaba dirigiendo y presentando el programa desde 2018.
− Sí, y Juan Ramón me ayudó mucho. Fue un traspaso de poderes, más que pacífico, cordial y amigable. Muy colaborativo. Me dio consejos muy valiosos.

− Un programa, además, a punto de cumplir 30 años. ¿Hay mucha presión en tratar de hacerse con un programa cuya trayectoria lo hace ya más de los oyentes, casi, que de su conductor?
− Puede jugar en tu contra si eres vanidoso, si crees que allá donde vas tienes que reinventarlo todo. Pero si eres consciente de que llegas a un programa con una historia, que te incorporas a un equipo que lleva mucho tiempo, eso solo te puede ayudar: subes a un tren en marcha sabiendo que seguirá sin ti cuando tú te bajes, con unas inercias que ya funcionan. Todo programa tiene una veta personal evidente, porque si no va a fracasar, y tú le tienes que poner esa impronta. Pero sabiendo dónde estás.

− ¿Siente que es la radio su medio natural dentro del periodismo?
− A mí de la radio, sobre todo, lo que me gusta es escucharla. Soy oyente. Lo hago porque me tengo que ganar la vida. Es un trabajo y, como tal, siempre considero que deberían pagarme mucho más.

− Le pagan por hacer lo que le gusta. Dirán que es un privilegiado.
− Reconozco que me sigue sorprendiendo que me paguen por esto porque lo disfruto mucho, pero sigue siendo un trabajo. Algunos creen que el trabajo debe ser sacrificio, pero es que en general no se perdona que disfrutes de nada. Menos aún de trabajar. Tenemos una moral tremendamente sufridora y todo debe pasar por el sacrificio y la penitencia. Tiene que ver mucho con nuestra tradición católica.

− ¿Tendrá eso que ver también con esta tendencia actual de elevar a la víctima a categoría de héroe?
− Tiene que ver con eso, claro, el que consideremos que cualquier éxito debe estar bajo sospecha, y haya que disculparse por ello y, por el contrario, cualquier fracaso o drama sea algo loable y heroico. Una cosa es la compasión, que es lo que nos hace humanos, y otra cosa es elevar a algo positivo, casi admirable, cualquier cosa mala que ocurra a alguien.

− Lo que nos llevaría a la exhibición constante de esa compasión en las redes sociales.
− Lo terrible de las redes es que han permitido que haya quien vive militando en la bondad a tiempo completo. Hay quien muestra su «infinity pool» en Instagram y quien muestra su infinita bondad en Twitter. Y tratar de mantener constantemente que eres una buena persona te puede llevar a cometer muchas atrocidades. Para mí las redes sociales son como estar escuchando a gente constantemente arañando una pizarra.

− También hay militantes de la bondad en el periodismo. ¿Se ha trasladado de las redes a las columnas de opinión?
− Por lo que sea, se nos ha enseñado que para ser buen periodista hay que ser buena persona. Y estamos jodidos. Porque esa afirmación lo que dice no es que tengas que ser buena persona, sino que es importante que lo parezcas. Y ya hemos concluido que para ser buena persona la gente es capaz de cometer verdaderas atrocidades. En la columna, lo primero que tienes que decidir es el lugar desde el que escribes, que es el lugar desde el que miras. La perspectiva es muy importante y, si tú eliges la perspectiva del bondadoso, para mí la columna es absolutamente inservible: yo no compro un periódico para reconfortar al columnista. Solo hay una cosa peor que una columna desde la perspectiva del bondadoso y es la monserga de una columna del bondadoso en segunda persona: alguien diciéndote lo que debes hacer. Me asquea.

− ¿Ha tenido problemas el periodismo para adaptarse al nuevo paradigma, con las nuevas tecnologías y la aparición de las redes sociales?
− La prensa escrita sí ha sufrido la convulsión de un modelo de negocio que ha tenido que reinventarse. A la radio no le ha ocurrido eso, hemos aprendido a convivir con otros formatos. Los mayores creadores de contenido para podcast, por ejemplo, siguen siendo las grandes cadenas de radio. No nos ha desplazado una nueva forma de hacer. No hemos perdido oyentes, ni anunciantes, ni potencia comercial. Sencillamente ha encontrado otros canales para difundir.

77580