David Gallardo publica en infolibre.es que vecinos hablando a otros vecinos de las cosas que les pasan a todos como vecinos. Construir comunidad, favorecer la inclusión social, divulgar la cultura más underground o hablar de lo que otros medios no hablan. Profundizar en la democracia, transformar los procesos sociales. Una labor de guerrilla, radio de combate que planta cara a la globalización a pie de calle. Dar voz a los que no saben que la tienen desde el tercer sector de la comunicación, ajeno a los medios públicos y privados.
Porque las radios comunitarias son agentes transformadores del entorno organizados como asociaciones sin ánimo de lucro, cuya gestión y funcionamiento llevan a cabo los propios socios de forma participativa y horizontal. Y son, además, «una forma de resistencia contra el olvido», tal y como afirma a infoLibre Paco Aragón, coordinador de Radio Enlace (Hortaleza, Madrid), quien lanza esta pregunta: «¿Qué sabríamos de nuestros barrios si no existieran las radios comunitarias?»
«Somos una especie de milagro», asegura a su vez Mariano Fernández, coordinador general de la Red Estatal de Medios Comunitarios (ReMC), la entidad más representativa del sector con cuarenta entidades asociadas, y socio fundador de Cuac FM (A Coruña), quien añade que «la comunicación local está desapareciendo siguiendo las lógicas del mercado de coste y beneficio». «No en las capitales, pero sí en los pueblos, por eso me resulta mucho más fácil saber lo que pasa en Madrid que en Betanzos», apunta.
En esta línea, apunta Fernández que en los mejores años llegó a haber 300 radios comunitarias y libres en el Estado, pero actualmente estamos «en la mitad y reduciendo». Y alerta: «Hablamos mucho de la España vaciada, pero olvidamos la comunicación analógica, que salva la brecha digital. Una voz cercana que conoce bien tu casuística, que no te cuenta tu realidad de la España vaciada desde las capitales de provincia, que es lo que está pasando».
Paradigmático de este planteamiento es Radio Valdivielso, una «radio comunitaria puramente rural», según resume a infoLibre su director, Jokin Garmilla: «Estamos en el valle de Valdivielso, al norte de Burgos, conformado por catorce pueblos y apenas 400 habitantes. Acabamos de cumplir 20 años y nos mantenemos porque somos más de 500 socios con una cuota anual de 30 euros».
Radio Valdivielso tiene, según su director, «mucho de labor social, servicio público y entretenimiento». «Hablamos mucho de la ruralidad y la España vaciada», señala, orgulloso de haber unido a personas de todas las generaciones de la zona. Y destaca: «Aparte de la labor de acompañamiento, lo más valioso es guardar la memoria de la gente mayor. Nos cuentan cosas interesantísimas. Aquí tenemos horas y horas de testimonios, historias de la Guerra Civil, de la vida en el pueblo. ¡Hay tanta gente con la que charlar para aprender!»
Bien diferente es actualmente la realidad de uno de los medios comunitarios estatales de referencia desde 1986: Radio Vallekas (Madrid). Desalojados en marzo de 2021 de su sede histórica por desencuentros con la Comunidad de Madrid -acusaciones de okupación y juicio mediante, después de una subida del alquiler inasumible allá por 2008 que llevó a la emisora a no pagar las cuotas-, a día de hoy encuentran cobijo en otros locales mientras planean su resurgimiento.
«Estábamos haciendo una labor social y comunitaria. Este expediente de desalojo se tramitó en plena pandemia, en marzo de 2021», señala a infoLibre Álvaro Lorite, socio de Radio Vallekas: «Ha sido un golpe, pero ahora tenemos dos estudios pequeñitos gracias a la solidaridad del barrio. Y contamos con una parrilla de unos quince programas propios. Es resistencia pura y dura en estas condiciones de cero ayudas».
Después de dos largos años de pandemia, Onda Merlín (Villaverde, Madrid) va «despacio» pero mantiene la misma «ilusión» desde su arranque en 1988. Así lo explica su presidenta, Alicia Barba: «Hacemos proyectos tanto de formación como de intervención social, enfocados a la comunidad más cercana del distrito. Hemos batallado contra la pandemia y nos hemos adaptado bien, hemos empezado a funcionar como escuela online. Hacemos proyectos que vienen de subvenciones, tanto públicas como de fundaciones, y gestionamos proyectos sociales que la mayoría son de formación, aunque también hay de intervención o educativos, con jóvenes o mayores».
Y es que las radios comunitarias cambian de una forma «bastante positiva la vida de personas concretas», en palabras de Mariano Fernández. «En Cuac FM tenemos un programa hecho por personas con parálisis cerebral. Radio Enlace tiene otro. Algo importantísimo para la inclusión social de esa gente en su propio entorno. También tratamos temas de salud mental. Contamos cosas pequeñas que no son tan pequeñas, pero que no salen en otros medios», reflexiona, para luego decir en absoluto irrelevante en estos tiempos de likes fugaces: «No impactas en cientos de miles de personas, pero cambias mucho la vida de centenares. A esa escala es tremendo. Transformamos pueblos, barrios y ciudades».
Justo eso es lo que puede explicar estupendamente Alejandro Blanco, vocal de programación de Onda Color, emisora del barrio de Palma Palmilla en Málaga. Una «zona desfavorecida», según la Junta de Andalucía y que cuenta con «innegables problemas sociales». «Los vecinos plantean una radio para luchar contra el estereotipo y para garantizar que la información fluye también dentro del barrio. Porque la gente no se entera de algunas de las políticas públicas que se implementan. Por eso es importante que haya una comunicación cercana», resalta.
Ley Audiovisual
Más allá de las peculiaridades y particularidades de cada cual, en lo que coinciden todos los medios consultados es en la necesidad de acabar ya con el «limbo» en el que habitan desde hace lustros. Porque no hablamos de radios novicias, no, en absoluto. Son décadas de contienda, buscando a tientas un ideal con el apoyo esencial de los socios que, a su vez, son los que hacen los programas o dan los cursos de formación de los que llegan las contadas subvenciones (no directamente a la emisora en sí, por tanto, sino a su labor social). Pero la ley excluye a las radios comunitarias deliberadamente.
«Habitualmente, los preámbulos de las leyes que regulan lo que somos, de la legislación audiovisual autonómica y estatal, suelen destacar la contribución que las radios comunitarias hacen a la pluralidad, a democratizar la información… Pero cuando llegamos al articulado nos encontramos con que estamos, sí, pero con una limitaciones sorprendentes», explica Blanco. Entre las quejas, por ejemplo, que este tipo de medios no puedan tener más presupuesto de 50.000 euros anuales.
Garmilla, desde Radio Valdivielso, no duda al zanjar la cuestión: «Nuestra fortaleza es nuestra gente». Y luego desarrolla: «Creemos que debería haber una legislación que nos cuide, nos ampare y nos valore». Va más allá, incluso, al pedir que, «en un momento dado», por ley se estableciera que hubiera alguna aportación a nivel económico que complementara esas dificultades que siempre encuentran los medios pequeños. «Que todo ese dinero público que se va a los grandes medios normalmente para comprar voluntades, sirva también para que haya alternativas en otros más pequeños», resalta.
Fernández, desde la ReMC, recuerda que la ley de 2010 ya reconocía a las radios comunitarias como un «derecho de la ciudadanía», a pesar de lo cual «la administración se declaró insumisa». «La Ley de 2010 decía que al año de su entrada en vigor comenzarían a darse licencias a medios comunitarios, pero no se dio ni una en esta década», recalca. Y luego, como hay que hacer, reparte datos a lo Yolanda Díaz: «No se te acaba de reconocer y no se te protege, lo cual implica unos problemas graves de financiación de un sector que en Francia recibe este año 33 millones de euros del Estado. Y aquí, cero».
Va más allá aún en su reivindicación el coordinador de la ReMC, pues recuerda también que el Parlamento Europeo dijo en 2008 que los estados miembros de la UE tenían que «potenciar y proteger» estos medios en la medida de lo posible teniendo en cuenta su valor social y no el retorno económico. «En el siglo XXI, los medios comunitarios somos los que tomamos más en serio la educomunicación, la alfabetización mediática. Ahora nos dominan las fake news y la gente no tiene herramientas para defenderse, nos llevamos las manos a la cabeza, pero es que nadie se ha preocupado de esa alfabetización salvo nosotros», reivindica.
Llegados a este punto, la reivindicación es clara: las radios comunitarios quieren licencias administrativas. «Desde 2010 el Estado está obligado, pero no lo ha hecho, con lo cual seguimos en una inseguridad jurídica absoluta», lamenta Fernández. Al mismo tiempo, Lorite aclara: «Nosotros no pedimos subvenciones ahora mismo, pero sí una protección de nuestra labor, tal y como está recogida en la Constitución. Por eso esperamos a leer esta nueva ley por venir en los próximos meses. Por suerte, estamos en un barrio donde la solidaridad y el apoyo mutuo nos ha servido de colchón. Porque nosotros hacemos comunidad, hacemos barrio, apoyamos a los movimientos sociales del barrio. Somos un espacio combativo».
Desde Radio Enlace, Paco Aragón recuerda las palabras de Bertolt Brecht sobre la radio social: «Tiene que estar preocupada por el número de los mensajes, no de los oyentes». A partir de dicha afirmación, aún desarrolla que hoy en día hay muchas experiencias de podcast o Twitch pero «son individuales y no en comunidad». «Una radio se trabaja la relevancia, el acercamiento a los vecinos. Estamos tendiendo a proyectos unipersonales cuyo único objetivo es el ego o la propia satisfacción, cuando deberíamos recuperar el espíritu de la radio social que toda la vida hemos peleado», remacha.
Es por todas estas reflexiones que Aragón nos recuerda que los medios de comunicación tienen que hacer las funciones de «informar, entretener y educar». «Pero las hemos perdido de vista, sobre todo la función social, con todos esos medios que fomentan las mentiras y no combaten los prejuicios o los estereotipos», recalca.
Esa es la inclusión social de la que hacen gala, con razón, todas las radios comunitarias. Porque, como ocurre en Onda Merlín, su público acude «más a hacer radio que a escuchar propiamente los contenidos». Esa integración no es óbice para que, efectivamente, se defienda la FM como lugar de libertad. Que lo es. «Hay una brecha digital importante y sabemos que a la población más mayor le cuesta adaptarse a lo nuevo y no nos gustaría en ningún momento abandonarles», resalta Barba, al tiempo que, lógicamente, habla de mirar hacia el futuro con los nuevos canales de comunicación.
«Nuestro lema es el poder de lo que pequeño», resume, en definitiva, Garmilla. «Nosotros no pensamos para nada que la FM esté muerta, como se dice desde algunos sectores», defiende Lorite. «El eslogan internacional de los medios comunitarios es dar voz a quien no la tiene», concluye Fernández. Y así volvemos al punto de partida en el que hay que democratizar la información, tanto en el tan cacareado acceso como en el olvidado emisor.
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