Desde las páginas de El Pais Juan Cruz ha expresado su preocupación por el futuro de Radio Nacional de España a partir del nombramiento de Rosa Maria Mateo como administradora única de RTVE y del previsible relevo de puestos directivos en cascada que viviremos los próximos días.
Juan Cueto tiene un libro, Yo nací con la infamia, en el que se disculpa de broma de que su venida al mundo coincidiera con el advenimiento de la caja de imágenes más famosa de la historia, o al menos tan famosa como el cine, el televisor. Y Rafael Alberti escribió un poema para pedir disculpas por haber nacido con el cine.
Los que nacimos con la radio llevamos en el corazón esa R mayúscula de nuestras vidas. Gracias a la radio aprendimos a leer y aprendimos sintaxis, experimentamos, sin saberlo aún, qué beneficios tenía la lectura para la imaginación y para la inteligencia, y aún hoy, a pesar de la aparición de otros medios, algunos desmedidos, residentes en Internet, viajamos por la vida con la Radio a cuestas. No sabemos vivir sin la Radio, es la R que nos persigue desde nuestra infancia.
Desde que los políticos, sobre todo, y también muchos ciudadanos, han decidido que la televisión tiene la importancia de cambiar o fijar voluntades (electorales, por ejemplo), la clase que representa el poder ha mostrado un desmedido afán por convertir la televisión en un oscurecido objeto del deseo. En España hemos vivido en las últimas décadas, en la dictadura y más acá, una lucha vergonzante por controlar Televisión Española como medio que les podría dar crédito e importancia de cara a campañas electorales y a los resultados correspondientes.
La desaforada pasión por establecer ese control del juguete mayor del Reino ha dado en todas las épocas, y ahora también, noticia chusca de la infantilización de las mentes que creen que, en efecto, no son nadie si no tienen la caja en un puño. Políticos de experiencia reciente jugaron hace nada con los nombres propios de quienes tenían que sentarse en los sillones de Prado del Rey como si estuviera repartiéndose una rebatiña.
Ahora se ha bajado la pelota al suelo; Rosa María Mateo, una veterana de prestigio, ha sido nombrada para controlar una interinidad que puede poner las bases de un cambio y hasta 33 personas relacionadas con el medio estiman presentarse para dirigir los destinos del Ente. Bienvenidos sean a la lucha final por hacer verdaderamente pública la televisión de todos.
¿La televisión de todos? Seguramente lo será. Árbitros habrá (con su VAR incluido, que por cierto consiste, en el lenguaje futbolístico, en un televisor) que consoliden esa vía española a la BBC. Pero hay algo de lo que está ocurriendo que nos irrita a los que nacimos con la radio. La mayor parte de las referencias a la situación de deterioro público del Ente se ocupan de la televisión como si no hubiera R de Radio. Es posible que sea porque la radio nacional, al ser menos codiciada, desata menos especulación sobre su valor como instancia de poder o como instrumento para alcanzar o controlar el poder. Esto no es así, ya se sabe, pero la sociedad tiende a despreciar aquello que parece menor simplemente porque desconoce la importancia capital que tiene la radio, con minúsculas y con mayúsculas, en España y en cualquier parte, como se demuestra en la mayor parte de los países de nuestro entorno.
Que Radio Nacional de España, histórico componente del Ente, parezca un sucedáneo en las siglas en juego, RTVE, indica desconocimiento del pasado del medio; y explica la falta de atención al impresionante potencial educativo, cultural, social, deportivo que se guarece detrás y dentro de las emisoras cuyo centro principal está en un ahora bastante descuidado paisaje arquitectónico en Prado del Rey.
La Radio es un importante instrumento democrático para construir una sociedad mejor; lo demuestran las radios comerciales, con la SER al frente, pues es la más escuchada de todas las existentes y la que mayor historia tiene, y lo demuestra el servicio público que presta. Que cuando se hable del Ente se diga el nombre de una parte, TVE, en vez del todo, RTVE, indica que o bien los que lo dicen no oyen la radio o bien no saben que la radio, hasta en las siglas, es la primera también cuando se produce una noticia, una alegría o un terremoto. Cuiden esa R, que no todo es TV. Rosa María Mateo viene de ahí. Ella pondrá, seguro, la R en su sitio.
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