En elconfidencialdigital.com leemos que la radio no es un periódico hablado, que los informativos radiofónicos tienen su “tempo”, su cadencia y su ritmo, posiblemente lo sepan muchos comunicadores, pero hacer que esa teoría sea una realidad no está al alcance de demasiados periodistas.
Juan Pablo Colmenarejo era uno de esos privilegiados. Sus oyentes tenían la suerte de poder escuchar lo que ocurría y la historia diaria, en la voz de un periodista de primera fila que conocía el lenguaje radiofónico y lo ponía al servicio de sus programas de información.
Además de un gran profesional de la radio y de ser un magnífico periodista, Juan Pablo era un hombre bueno, al que jamás oí hablar mal de nadie y al que nunca le escuché una crítica desabrida hacia ningún compañero. Supo llegar a los sitios sinaires de figura y, cuando le tocó marcharse jamás lo hizo de forma desabrida y mucho menos dando un portazo.
Colmenarejo era el hombre siempre disponible y dispuesto para todo trabajo. Cuando le propuse integrarse en el equipo de profesionales que, en el Centro Universitario Villanueva, llevaba a los futuros comunicadores la experiencia y el bagaje del “hacer el “oficio”, lo único que me preguntó fue: ¿cuándo empiezo?.
Colmenarejo supo adaptarse a los nuevos modos de hacer radio sin abandonar la solera y la razón de ser de un medio, no siempre bien adaptado a las tecnologías que llegaban, sin perder en ninguna de sus andaduras la impronta de los maestros de la radio.
Desde todas las emisoras en las que estuvo supo marcar el territorio, pero no una parcela propia, sino las señas de identidad de un medio por el que hizo todo lo que sabía, que era mucho, y al que dio siempre todo lo que de él necesitó.
En el momento en el que nos ha dejado, solamente cabe decirle, GRACIAS JUAN PABLO.
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