José Luis Brualla resiste desde Radio Benabarre como estandarte de libertad y periodismo

José Luis Brualla

Sergio Ruíz Antorán escribe en El Periodico de Aragón: Cuando abre la boquita empieza a largar que no veas. Depilación láser la de esa lengua fina. A este no lo paran ni todos los superhéroes de Marvel. Tampoco es necesario. De su garganta chorrean mil anécdotas que no son otra cosa que enseñanzas de vida y periodismo, que para él es lo mismo. Por eso es un maestro, porque solo escuchándole hablar de la existencia cotidiana vas apuntando consejos y lecciones. Pero es que si oyes cuántos profesionales de garra ha bautizado novatos por su Radio Benabarre, en cuántos saraos se ha metido y salido con las dos orejas y el rabo, a quién ha entrevistado y embelesado, las horas en directo que lleva pilotando esa nave con su inseparable Pilar… entiendes porqué José Luis Brualla es de esos personajes y periodista de los que quedan pocos.



Porque con una lata siendo un crío se montaba ya sus propios programas imaginarios en el Mas de Chías, donde su padre metía en las barricas huecas a los maquis mientras la Guardia Civil comía en la planta de arriba. Cómo empezó a locutar en Radio Fraga con su voz inconfundible. Cómo mandaba las cintas de sus crónicas a Huesca en el bus de línea. Cómo se plantó en la boda de la infanta Elena en primera línea de alcachofa. En La Moncloa, en el Parlamento, en cualquier acto, en España o en media Europa. Y siempre con una bandera, la de su pueblo. Si lo ves, pregúntale sobre su intervención mítica en directo con Gabilondo dejando claro que era de Benabarre.

Porque antes de conocerle ya me habían hablado centenares de veces de él. Era decir que andaba por esta parte de la Ribagorza y saltar que le mandara recuerdos a Brualla. Eso se llama reconocimiento, cariño. Porque don José Luis es Benabarre. O al revés. Porque con su micro y con su falta de vergüenza se ha plantado allí donde estaba la noticia sin mirar que detrás había una emisora local que alcanza a un puñado de miles de oyentes. Cuando entras a la radio queda constancia con todas las fotos que tapan las paredes. No hay personaje público, de todos los colores, con el que no haya estado, entrevistado o posado, sin saber los otros que la verdadera estrella era ese pequeño señor que no para.

Un periodista de garra. De pueblo. Orgulloso de lo uno y de lo otro. En una profesión atacada tanto y tan compleja en ámbitos tan pequeños donde comunicar en la cercanía y sin tapujos arrastra la crítica. Donde se cierran emisoras y despiden a compañeros porque les escuchan cuatro gatos. Mejor propagar la onda de la capital. Pero José Luis ahí sigue, con su bigote, su micro, su Benabarre y sin ningún pelo en la lengua.

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