Javier Asenjo (ex Radio Asturias): «Mi padre quería que pintara y yo ser futbolista»

Javier Asenjo

Javier Cuervo le ha entrevistado para La Nueva España: Javier Asenjo (Gijón, 1952) tiene una carrera de fondo y velocidad en la radio y la televisión de Asturias, a la que llegó con mucha vocación y capacidad.
De pinchar los sábados en «Melotrón musical» de Radio Asturias pasó a hacer programas y, –bancario por las mañanas, reportero de televisión por las tardes– llegó responsable de «40 Principales» a finales de los setenta.
Fundar Radio Minuto en Gijón en el primer lustro de los ochenta. Y el vaivén. Ondas Galicia (1986), más Radio Minuto SER Gijón, Radio Valladolid (1996) de donde marchó por razones personales en una decisión profesionalmente precipitada.
Fue director y consejero de la televisión local de Gijón de la que salió vendiendo su parte a Victorino Alonso.
Pasó el verano de 2001 en Tele Asturias con una unidad móvil haciendo el programa «La mar de bien». Dirigió Localia de 2001 a 2005 para irse a RTPA hasta 2007.
Blas Herrero lo tuvo un año en Kiss FM en Madrid… Sigue y sigue y está al micrófono en «Tres en línea» junto al «Nuberu» Chus Pedro y la escritora Laura Castañón en RPA los viernes por la tarde.
Se ríe al recordar una noche de Gijón cantando por la calle «Algo de mí» y «Asturias, patria querida» con Camilo Sesto y se entristece porque han muerto Pepín Montes y «El Chica», los dos reporteros con los que hizo una televisión que es testimonio de época.
Al que fue profesor de comunicación en Esne durante 17 años le apetece aprobar su asignatura pendiente: aprender a tocar teclados.

  • Está casado, tiene dos hijos y dos nietas.
    – Nací en 1952 junto al paseo de Begoña, en casa de mi tía Inés.



– Pero creció en Oviedo.
– En Isla de Cuba, barrio de Santullano, una calle cerrada al tráfico por sierra Pevida. Mi casa no tenía número, era letra X.

– ¿Tiene hermanos?
– Mariano, 14 años mayor y Orietta, 7. Crecí como hijo único porque Orietta se hizo pronto monja de clausura.

– ¿A qué se dedicaban en casa?
– Mi padre, Mariano, de Santander, tuvo la joyería La Moderna en La Felguera con un hermano. La traspasaron y siguió como vendedor ambulante de joyas por las casas de las cuencas mineras, Avilés, Corvera, Cancienes… Se movía mucho y conocía a mucha gente.
Supe que existía Víctor Manuel porque me contó que el hijo de un amigo suyo de la estación de Mieres tenía un hijo que cantaba.

– ¿Y su madre, María Luisa?
– Era ama de casa y muy cariñosa. Era la pequeña de sus hermanos, huérfanos muy pronto, y creció entre tía Nieves, de Berbes (Ribadesella), que escribía cartas preciosas en bable, y tía Inés. Era muy protectora y los domingos me llevaba el bollu del Molinón para desayunar.
Murió con vitalidad a los 93 años. Su hermana, mi tía Gloria, que vivía en El Fontán y no tenía hijos, también me quería mucho.

– ¿Cómo era su padre?
– Para mí era mayor y me marcó con las prohibiciones. Yo era malo en matemáticas y, si suspendía, no jugaba al fútbol. Me vino muy bien porque era un gran lector de prensa.
LA NUEVA ESPAÑA estaba todos los días en el felpudo y en «Región» escribía mi tío materno Segoma.
Quería que dibujara y no lo hice mal porque me dio matrícula de honor Paulino Vicente en el instituto. Y gané un accésit en un concurso de Navidad cuando llevaba los premios Miguel Ángel Lombardía.
Me llevaba a pintar el castillo de Las Caldas, pero yo lo que quería era jugar al fútbol.

– ¿Era muy autoritario?
– No era un tirano ni me tocó ni me alzó la voz. Íbamos a los hermanos Cantón, luego a La Gruta, a comer un bocadillo de jamón y al bar de El Cristo que fue el primero con televisor en Oviedo.

– ¿Recuerda lo primero que vio?
– Un saque de banda de Chus Herrera en un partido de la selección. También vimos la demostración sindical. Era muy admirador de Girón de Velasco y de la Universidad Laboral.

– ¿El fútbol fue importante?
– Sí, jugaba bien. Cuando estaba en el instituto me vino a fichar el filial de la Juventud Asturiana de la OJE, pero tardaron un poco en llegar y me fui al cine Santa Cruz porque sabía que mi padre no me iba a dejar.

– ¿Ideología de casa?
– Mi padre fue falangista y mi prima Piru, un alto cargo de la Sección Femenina que trataba a Pilar Primo de Rivera y a Lolina Caso de los Cobos.
Pero mi padre no me dejó ir a campamentos de la OJE ni a Peñavera, donde me tanteó el Opus. No sé por qué.
Un hermano suyo había tenido problemas por ser de Juventudes Socialistas.

– ¿Y de religión?
– Yo jugaba a decir misa en casa, pero cuando mi hermana se hizo monja de clausura se disgustaron y mi padre habló con el Arzobispo.
Mi primer colegio fue El Loyolín. Un día que se me olvidó la libreta un fraile me enseñó una trampilla y me dijo que la próxima vez me encerraba allí.
Llegué a casa aterrado. Era algo tartamudo por nervioso. Me negué a volver al colegio e ingresé a mitad de curso en la escuela de General Elorza.

– ¿Cómo fue su infancia?
– Muy feliz: jugar al fútbol y pegar pelotazos a la pared de la serrería con la pierna izquierda. Mis amigos eran hijos de militares y policías.
En verano pasábamos el día en el torneo de barrios del campo de La Molinera, que unía Pumarín y Santullano. Allí vi a Quirós, que jugó en el Oviedo, meter 9 goles en un partido.
En diciembre veíamos cine y los festivales de la patrona. Venía la Agrupación Artística Gijonesa y la tropa se ponía con la picardía de las faldas para arriba en las jotas y el flamenco.
El fútbol me hizo un asturiano de dos sedes.

– ¿Qué es eso?
– Cuando entraba en el taller de costura de mi madrina Luchy, en Gijón, una diseñadora de moda que iba a París, las 8 trabajadoras se metían conmigo porque venía de Oviedo.
Ella me regalaba la equipación del Sporting y en Santullano me llamaba «culo moyáu». Con la iglesia iba a ver al Oviedo y pasaba el partido mirando el marcador simultáneo Dardo para ver cómo iba al Sporting.
Mi tío Segoma me llevaba a los dos campos para escribir la crónica de La hoja del lunes.

– Inició el bachiller en el instituto Alfonso II.
– Con un reloj Titán que me regaló mi padre. Repetí curso y coincidí con Íñigo Botas, mi gran amigo de entonces, que tenía el «Sgt Pepper’s» de los Beatles y yo iba a escucharlo a su casa.
Jugábamos de pareja «a cabeces» en la Herradura. En cuatro árboles que todavía existen jugábamos a pasar el balón de cabeza al otro y que rematara.
Como éramos altos, ganábamos mucho. Él era feliz con eso y se tiraba a muerte.

– ¿Sabía que quería ser?
– Algo artístico. A los 6 años salí al escenario en la fiesta de Navidad de la iglesia de La Corte. Conté dos chistes, se rieron y me gustó.
Cuando crecí iba al Club Cultural Oviedo donde se jugaba a un «Cesta y puntos» y si el equipo fallaba una pregunta se recuperaba cantando una canción.
Cantábamos Iñigo Botas, Juan Azcona, Angelín «El Roxu» y yo. A Iñigo y a mí nos gustaban Los Brincos y Juan y Junior y cantamos «Brindis» de Los Sirex.
Ganamos y le llevamos el premio a nuestra profesora favorita: Doña Clotilde, mujer de Pedro Caravia.

– Un carácter difícil.
– Me adoraba. Un mediodía me pilló bostezando mientras enseñaba los hititas, me dio dos pesetas y dijo: «Chico, compra un bocadillo que esta lección es muy importante».
Fui a la Boalesa, compré bocadillo y volví a clase.

– ¿Cuál fue su primer contacto con la música?
– En el centro de Acción Católica de Santullano había guateques y empezamos a cantar en la iglesia con guitarras y a escuchar a Paco Ibáñez, Serrat, Los Brincos… Eso cuando estaba don Manuel.
Con don Adolfo no había con quién tratar. Cuando tenía 12 años se suicidó un chaval en víspera de Reyes, colgado de un muro con una piedra.
Se lo fuimos a decir y no nos creyó.

– ¿Cómo fue estudiando?
– Acabé bachiller elemental por libre y seguí, pero trabajando.

– ¿En qué?
– Dos meses en un almacén de azulejos detrás de Santo Domingo, cogiendo el teléfono y ayudando. En verano, en una gestoría para llevar papeles a organismos públicos.
Ahí descubrí la burocracia, los tratos de favor a las gestorías grandes en las colas y que en Hacienda te trataban mejor: con educación y rigor.
Luego fui a Ibercalco, fábrica de calcomanías. Por los productos químicos orinaba negro y olía raro. El encargado me dijo que se arreglaba bebiendo leche.
Mis padres me dijeron que marchara.

– ¿A dónde pasó?
– A Idra, unos cobertizos en un patio en Fuertes Acevedo donde hacían figuras decorativas y apliques para muebles que imitaban madera.
Pasé más de un año y al decir que marchaba me ofrecieron quedarme de representante, que se ganaba mucho, con buen coche y dietas, pero estaba decidido a acabar el bachiller para estudiar en Madrid algo que me permitiera trabajar en la radio.

– ¿Por qué esa querencia?
– A los 17 años participé en un programa de Radio Oviedo que se llamaba «La juventud en torno a la música», con María Luisa, que era batería de Los Galgos, Luisma y Orlando, que sabían mucho de música cuando yo ni tenía tocadiscos.
A la vez, mi amigo del barrio Miguel Arango volvió del verano tocando la guitarra que quedabas pa allá. Nos pusimos a cantar.

– ¿Con qué fortuna?
– En Televisión empezaba «Música 3» al que habían ido «Almas humildes», Aute y era un concurso en el que podías participar. Nos grabó Lalo Covisa en una cinta Revox tres canciones propias, pesimistas y tristes.
TVE nos aprobó una de ellas y nos dijo que grabáramos otra para que fueran dos. Pensamos «nos censuran», no seguimos y desperdiciamos nuestra gran oportunidad de ir a televisión.

– ¿Qué tal se manejaba como chaval que ganaba un sueldo?
– Daba el dinero en casa porque mi padre ya estaba enfermo y salía menos a vender. Él estaba preocupado por mi futuro porque sabía que iba a morir y yo tenía 18 años y nada fijo.

– Usted inauguró la discoteca Aristos en Oviedo en 1970.
– Con la canción «Oh Happy Day Lay Down» de Melanie Safka y los Edwin Hawkins’ Singers. Llegué tarde porque estaba con Chus Quirós en Logos, creía que era uno de los socios y no me metía prisa para llegar.
Importaban discos de Inglaterra y los peripuestos bailaban Black Sabbath, Uriah Heep, Deep Purple, porque era el momento del heavy.
Cuando llegaba Ángela de Grado llenaba la pista bailando «In the Summertime» de Mungo Jerry y «Yellow River» de los Christie.
Allí me ofreció Chema Toyos hacer una prueba en Radio Asturias.

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