Faustino Catalina recuerda a su eterna compañera en COPE, Eva Galvache

Eva Galvache y Faustino Catalina

Nuestros caminos en la profesión periodística se cruzaron por primera vez en septiembre de 1985 en la oficina de prensa del Congreso de «Evangelización y hombre de hoy» que organizó la Conferencia Episcopal Española. Allí, juntos entramos de lleno en la actividad eclesial que Eva ya conocía por su madre, una de las pioneras del protagonismo de la mujer en la Iglesia española como presidenta de Acción Católica.



Y los caminos se unieron, de forma definitiva, cuando un año más tarde ambos recibimos la llamada a participar en la puesta en marcha de la programación socio-religiosa de la Cadena COPE encomendada al padre José Luis Gago. Sin dar lecciones, él fue nuestro maestro para caminar por las ondas para las que recuperó el informativo Iglesia Noticia y puso en marcha El Espejo —que hoy continúan en antena—, o inventar nuevos espacios como Gestos y Gentes para convertir en protagonistas por unos minutos a quienes el Papa Francisco ha definido como «los santos de la puerta de al lado».

Eva se entregó en cuerpo y alma a la producción y realización de esos y otros espacios que, poco a poco, ayudaron a definir y consolidar los principios del humanismo cristiano seña de identidad de la cadena. Hacía las encuestas en la calle que le pedía Carlos Dávila para el Espejo de la sanidad; buscaba y perseguía con tesón y sin desfallecer al invitado de turno —fuera éste un indigente, un misionero o un obispo por mucho que se resistieran—; poníamos en antena los libros y discos del ámbito religioso en Letra y música y completábamos cada semana el informativo Iglesia Noticia en el que desde el primer momento nos acompañaron con sus crónicas y comentarios Paloma Gómez Borrero y Antonio Pelayo.

Pero uno de los programas en los que más cariño puso fue, sin duda, El Espejo de la familia en el que, durante varios años, dio voz y protagonismo a todo lo relacionado con la familia y la defensa de la vida. Lo trabajó, pero sobre todo lo vivió y disfrutó con pasión como madre, mezclando sentimientos y preocupaciones de cada día con la actualidad para hablar de los problemas en la familia, la educación de los hijos, el reconocimiento a los mayores o la defensa de la vida en cualquier momento. Al mismo tiempo, los programas especiales de Semana Santa y Navidad nos permitían cada año poner en marcha nuevas ideas, buscar nuevos protagonistas y ahí, especialmente, ella siempre buscaba la voz y la palabra entrañable de los niños cuando llegaba diciembre o las voces de las mujeres, marginadas o con escaso protagonismo en el mundo cofrade al acercarse la Semana Santa.

Mucho más trabajo, del que no se habla, el que no se ve, el que no se oye, es el que Eva realizó en la producción y realización de programas especiales con ocasión de los viajes del Papa a España, la muerte de Juan Pablo II, la renuncia de Benedicto XVI… en los que ponía toda su fe y su corazón y que disfrutaba con la permanente sonrisa en su rostro, sabedora de que eran minutos únicos e irrepetibles.

Un día tuvo que dejar los micrófonos y la redacción para luchar contra la enfermedad, pero nunca dejó de estar pendiente cada día de los compañeros y amigos y de sus familias. Convirtió desde entonces las redes sociales en la particular ventana para abrir su corazón al mundo, para felicitarse por el nuevo amanecer o la planta que crecía en su terraza, para estar en conexión permanente con otras compañeras y amigas que también habían pasado o sufrían enfermedad y con quienes compartía preocupaciones, consejos y sentimientos. Era para todos vida que regalaba amor.
Ahora, definitivamente, los caminos nos han separado, pero nos volveremos a encontrar en la redacción que COPE tiene en las alturas, con el padre Gago y Paloma Gómez Borrero, y a la que ahora se incorpora Eva, historia de COPE.

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