Enric Calpena (Catalunya Ràdio): “En Catalunya no tenemos héroes, tenemos mártires”

Enric Calpena

Bernat Salvà le ha entrevistado para El Punt Avui: Rostro muy conocido por los telespectadores catalanes cuando se convirtió, con 23 años, en el primer presentador de un telediario de TV3, Enric Calpena (Barcelona, 1960) es un apasionado de la historia desde antes de dedicarse al periodismo.
Profesor de televisión en la Facultad de Comunicación Blanquerna y autor de diversos ensayos, biografías y novelas históricos, Enric Calpena dirige desde el año 2001 el programa de divulgación histórica de Catalunya Ràdio En guardia!, que el 11 de marzo llegará a los mil capítulos.
Proyecto iniciado con el historiador Oriol Junqueras, antes de dedicarse a la política, tiene ahora como protagonistas a Enric Calpena y al historiador Josep Maria Solé i Sabaté.
Un montón de especialistas en diferentes temas han pasado por el programa, que han acercado al espectador a mil y una historias, nunca mejor dicho.
Entre mayo y junio emitirán cinco programas especiales para celebrar las mil emisiones, desde diferentes lugares del país relacionados con etapas de la historia: la prehistoria, el dominio romano, la edad media, los bandoleros y la edad moderna.
Terminarán en Barcelona con un programa dedicado a la divulgación histórica. Le pedimos que haga una selección de programas para que el lector se haga una idea. Propone éstos, con el número de capítulo y el nombre del invitado que tuvieron entre paréntesis: La rumba catalana (278, Martí Marfat); Alejandro Magno (328,Borja Antela); La IV Cruzada (376, Prim Bertran; Las viudas en la Baja Edad Media (550, Mireia Comas; El caliqueño (566, Francesc Canosa); La draga de Banyoles (608, Josep Tarrús); La preparación del Holocausto (618), Marta Simó), y Los descubrimientos de Atapuerca (924, Eudald Carbonell).

  • ¿El pasado es el profeta del futuro, como dice su compañero de programa Josep M. Solé i Sabaté?
  • Sí, creo que es de Byron. Luego está esa frase, me parece de Cicerón, que dice que la historia es el maestro de la vida. Hay la de «quien no conoce la historia está condenado a repetirla», no recuerdo de quién es, y hay algunas más. Los historiadores discrepan de estas frases, porque son hermosas, pero a la hora de la verdad…
  • ¿Qué piensa usted? ¿El pasado nos ayuda a entender el presente y adivinar el futuro?
  • Que nos ayuda a entender el presente, sí, por supuesto. Pero no determina el futuro. Tendemos a explicar el presente de una forma muy ligada al pasado. Imaginemos por un momento que el proceso hubiera terminado con la independencia de Catalunya. Ahora diríamos: “¡Claro, es que era lógico! Las fuerzas sociales, el hecho de estar en Europa…” Encontraríamos la explicación clarísima de por qué hemos acabado siendo una república independiente. ¿Ahora debemos concluir que nuestro pasado no comporta que Cataluña sea independiente? ¡Tampoco! El pasado hace que parte de la población tenga un deseo de independencia porque forma parte de una cultura heredera del pasado y que se proyecta hacia el futuro. Pero el pasado no determina que el futuro sea de una u otra forma. No lo sabemos.
  • ¿No cree en las leyes históricas deterministas de las que habla Tolstoi en ‘Guerra y paz’?
  • No. Me encanta Guerra y paz, es uno de mis libros preferidos, pero no creo en el determinismo histórico, que las cosas nos lleven necesariamente en una dirección, hacia bien o hacia mal. No soy un pesimista histórico, ni un optimista. Pienso que el presente se forma por el pasado, pero el futuro se forma por lo que decidimos quienes estamos aquí, en el presente. No es el pasado que nos determina hacia dónde iremos, somos nosotros. Debemos estar maduros, no tenemos excusas. Será lo que nosotros consigamos o dejemos de conseguir. Hablando del Proceso y de cualquier otra cosa. ¿Llegaremos a una guerra mundial que nos exterminará a todos? Podría ser. ¿Seguro? Tampoco. Ya veremos. Depende de nosotros.
  • ¿Qué hace falta para cambiar las cosas?
  • Se debe trabajar con los discursos narrativos, a la hora de cambiar las cosas, hacia un lado o hacia otro. Al proceso le faltó discurso, por ejemplo. O le faltó en otros momentos. La sensación de engaño que tiene la gente con lo ocurrido es porque el discurso decía algo que no se correspondió con la realidad. Primero: «Ganaremos!» Esto todavía lo entiendo. Segundo: «No te preocupes, está todo preparado.» Cuando esto falla, la sensación es de engaño. Recibimos de una forma que no entraba dentro del cálculo, esto es el problema. Por eso hay tanta decepción. No tanto por los hechos. Digo el tiempo político porque es lo más obvio, pero en cualquier otro es lo mismo.
  • Su primer compañero de programa fue Oriol Junqueras. ¿No tuvo la sensación en algunos momentos de que vivíamos la historia en presente?
  • La historia siempre la vivimos en presente, pero hubo un momento en que todo el mundo sintió, aunque no estuviera nada de acuerdo, que la historia se estaba precipitando y sucedían cosas que tendrían una trascendencia muy grande. Y aún, vete a saber, porque los tempos históricos son muy diferentes a los personales. La aceleración de 2014-2015 hasta 2017-2018 es muy grande, y la frenada también. Pero eso nos demostró que en una década las cosas pueden transformarse muy rápido.
  • Había quien ponía como ejemplo los procesos de independencia de India y Sudáfrica, que duraron décadas.
  • Sí, pero ahí hay un punto mesiánico que yo creo que es erróneo. Considerar, y esto es muy cristiano, que sin sacrificio no existe victoria… Perdona, el sacrificio, cuando hay victoria, se justifica. Cuando no hay victoria, no se justifica en ninguna parte. En Cataluña no tenemos héroes, tenemos mártires, porque no hemos ganado. El mismo personaje que en una cultura es un héroe, porque acaban ganando, aunque muera, en Catalunya es un mártir porque acaba muriendo y pierdes. Debemos cambiar la dinámica, debemos pasar a tener héroes, y no mártires. Creo que los líderes del proceso se han convertido más en mártires que en héroes. No tengo ganas de tener mártires, ya los tenemos en el santoral.
  • Los catalanes están más cómodos en la derrota, ¿cómo se ha dicho?
  • No, no creo. Nadie está cómodo en la derrota. Otra cosa es que hayamos aprendido a hacer la vivo, después de 300 años. ¿Pero quién está cómodo en la derrota? No tengo ni idea de lo que va a pasar, no sé si voy a morir en una república o en una monarquía absolutista. Hace más pinta del segundo que del primero, pero no sé. Pero no puede ser ese discurso de fondo de “hemos hecho lo que hemos podido”. Esto me pone de los nervios. No es verdad.
  • ¿Tiene más oyente por podcast que en antena?
  • Sí. El podcast tiene unas características muy distintas a la emisión normal. Sólo tiene oyentes cuando se emite. Es evidente, pero es así. La gente no se graba las emisiones. En un mes, llegamos a tener tres veces más oyentes por podcast que en las emisiones. Hace unos años pasamos a realizar dos programas por semana, al pasar a ser más de podcast. Esto ha acelerado la llegada al programa mil.
  • ¿En qué ha cambiado el programa en estos años?
  • En muchas cosas, algunas sutiles y otras muy evidentes. La idea surgió con Oriol Junqueras. Un día nos encontramos, fuimos a tomar un café y de ahí surgió la idea de hacer un programa que intentara solucionar los problemas que veíamos en nuestros respectivos ámbitos: el historiador pensaba que el trabajo del periodista y la divulgación histórica era algo deplorable, sólo para los peores historiadores, y el periodista consideraba que la historia era una tontería y no tenía ningún sentido, la actualidad era la que mandaba. Pensamos en hacer un programa, lo diseñé y lo presenté en Catalunya Ràdio.
  • ¿Os compraron la idea?
  • Nos dijeron lo tan típico que en estos momentos no, pero si en el futuro surge la oportunidad… Nos pareció una frase hecha, pero sorprendentemente, al año siguiente me llamaron para hacerlo, porque un programa que debía hacerse había caído y había un agujero en la parrilla. Después de un año de hacerlo nos hicimos una pregunta divertida: «¿Queda más historia que contar?». Vimos que sí y seguimos porque había ido bien de audiencia. Inicialmente quisimos hacerlo mucho más ligero, un conocimiento de la historia riguroso, pero no tan profundo, más superficial que ahora. Buscaba mucha narratividad en los programas. Funcionó bien. Hicimos un pequeño truco recomendado por Oriol, que es invitar el primer año a los grandes popes de la historia, porque después los pequeños popes vendrían. Si lo hubiéramos hecho al revés, quizás los importantes no hubieran venido. Lo hicimos, vino gente de primerísimo nivel y muchas reticencias se resolvieron. Sin embargo, encontramos alguna.
  • El público es fiel, ¿no?
  • Ha ido cambiando. Al principio el programa estaba pensado mucho para gente absolutamente lega en historia y explicábamos historietas. Ya hace años que pensamos en gente que leería revistas serias de divulgación histórica, y tienen un mínimo nivel.
  • ¿Ha cambiado porque ha habido un ‘feed-back’ con la audiencia?
  • Sí, por supuesto. Yo tengo una teoría al respecto que no sé si es exacta: en momentos de crisis de una sociedad, no sólo mira al futuro, siempre mira al pasado. En los momentos de crisis de la sociedad catalana en los siglos XX y XXI, ha habido un auge de la divulgación histórica, la venta de libros y revistas de historia ha aumentado muchísimo. Esto se ve claramente en los años 1920, durante la República, en la transición, obviamente con el proceso… Y en momentos así, puedes subir el nivel. De hecho, la gente te lo exige. Y no por justificar el concepto de nación escogida por los dioses. En este sentido nosotros somos muy iconoclastas. Hemos explicado cosas en las que los catalanes somos deplorables, pero tanto como cualquier otra sociedad. Y cosas en las que somos magníficos, también. Hemos hablado como si fuéramos una sociedad normal. Supongo que esto la gente lo agradece.
  • ¿No se acaban los temas, después de 21 años?
  • La historia no termina nunca. Además, existen distintos puntos de vista. Nosotros hemos tocado tres veces la batalla del Ebro: desde el punto de vista militar, del de la Quita del Biberón y del punto de vista de las Brigadas Internacionales. Y aún podríamos hacer más. Los positivistas del siglo XIX tenían una idea naíf de la historia, pensaban que era como la botánica, que una vez tienes clasificadas todas las plantas, todo está ya estudiado. Pensaban que una vez tenías todos los hechos historiados, ya no era necesario hacer más historia. Pero es obvio que no es así, puedes tocarla de muchísimas maneras.
  • ¿Cuándo fue consciente de que la historia le gustaba?
  • De muy jovencito. Quería hacer historia, pero tenía una visión pragmática, porque soy hijo de la clase media, que va echando, pero justito. Mi familia no tenía problemas económicos, pero tenía justezas económicas. Los hijos de la clase media hacemos esto, somos pragmáticos. Trabajaba de camarero en un Frankfurt para pagarme una carrera. A la familia le venía bien que trabajara mientras estudiaba. Y empecé Derecho porque las clases eran a partir de las siete de la tarde. Cuando terminé primero, por una serie de circunstancias, entre las que mi padre cambió de trabajo y mejoró, me permitieron dejar el trabajo y empecé una segunda carrera. Quería dedicarme a escribir y como con historia pensaba que no me iba a ganar la vida, hice periodismo. Cuando ya llevaba unos años en la profesión y estaba presentando los telediarios en TV3, hice un máster de historia, pero cuando hacía segundo me di cuenta de que no sabía inglés y dejé historia para hacerlo.
  • ¿Cómo se aficionó a la historia?
  • Por el cine. Soy muy partidario de la narración audiovisual histórica, aunque es evidente que debe ser rigurosa. Debe serlo, pero también es evidente que el objetivo del cine no debe ser pedagógico, sino de entretenimiento, al igual que la televisión o la radio. Puede no ser riguroso, que sea un valor añadido. La formación periodística me ha ayudado a intentar ser riguroso con la narrativa, por ejemplo.
  • Mucha gente recuerda su pasado en TV3. Fue el primer presentador del telediario, que se hacía sólo por la noche. ¿Cómo recuerda esa época?
  • Fue una época fascinante y maravillosa. Muchos no teníamos ninguna conciencia de trascendencia. Lo vivíamos como un trabajo muy divertido, apasionante, como podías estar trabajando en cualquier otro sitio parecido. Había otros que no, que lo vivían con una conciencia histórica. Después se han hecho muchos discursos, pero para buena parte de quienes lo vivíamos, y yo me incluyo, era una profesión maravillosa. Al cabo de un tiempo, de uno o dos años, empezamos a darnos cuenta de que, aparte de ser una televisión nueva que rompía el monopolio, tenía una trascendencia más allá, que tenía un peso político mucho más allá de aquella aventura profesional extraordinaria. Pero es como lo viví. Tenía 23 años recién cumplidos. Me dejé bigote para parecer mayor. Tenía un peine de niño que no podía con ella. Era muy joven.



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