El resumen de Carlos Alsina (Onda Cero) del 11M: un día de radio tan amargo como imborrable

Onda Cero

Este lunes 11 de marzo se cumplen 20 años del peor atentado en Europa en el siglo XXI. Recuperamos el resumen que Carlos Alsina hizo aquel 2004 en el que relató la historia de aquellos días con los sonidos que se emitieron en Onda Cero.



El último fin de semana de febrero de 2004 fueron de frío de nieve y de temporal como los de este año. La Dirección General de Tráfico recomendaba no coger el coche , sobre todo todo el norte del país, estaba en alerta por la nieve.

En Bóveda de la Sierra, provincia de Guadalajara, también nevó aquel fin de semana. A última hora de la noche del sábado, un joven llamó a la puerta de Honorio Vicente, la primera casa que uno encuentra al entrar al pueblo. El joven había sufrido un accidente de tráfico y abandonado el coche en la carretera. La familia Vicente, que no le preguntó ni quién era ni a qué se dedicaba porque no es costumbre suya curiosear en vidas ajenas, le hizo las primeras curas y se ofreció a llamar al médico.

Llamó también a la Guardia Civil para que echara una mano a aquel joven accidentado y aparentemente desvalido. Fue la Guardia Civil la que a las dos de la mañana levantó de la cama a la alcaldesa del cercano pueblo de Caña Deras, en la provincia de Cuenca.

Había que sacar a todos los vecinos de sus casas.
La alcaldesa les fue explicando lo que pasaba. Los artificieros habían hecho explotar en el vertedero municipal la furgoneta con quinientos kilos de explosivos que horas antes la Guardia Civil había interceptado al dar el alto a un joven de nombre Gorka y de profesión miembro de ETA.

Gorka Vidal e Izko Vadillo son los dos etarras legales, sin antecedentes judiciales ni ficha en los archivos de la Policía, que se trasladaban a Madrid para cometer un atentado entre ese sábado y el martes y cuyo convoy de la muerte ha sido interceptado por la Guardia Civil en Cuenca a la altura de Caña Veras. Circulaban en dos furgonetas, una para avisar de posibles controles y la otra con el explosivo que fue robada en Francia el pasado mes de noviembre.

La operación de la Guardia Civil ha sido posible merced al dispositivo especial de prevención e información despegado por este cuerpo ante la proximidad de las elecciones generales. La organización terrorista transportaba en una furgoneta con destino hacia Madrid una carga compuesta por quinientos seis kilos de cloratita, introducido en un contenedor metálico y bien fijado a la furgoneta, todo ello para que sirviese como metralla de esta potente carga explosiva.

Lo que supimos después, y nadie imaginaba, es que otro grupo de terroristas en otra furgoneta había viajado a Madrid coincidiendo en el mal tiempo por puro azar o casualidad.

El domingo, 29 de febrero a las doce del mediodía, un Volkswagen Golf y un Toyota Corolla salieron de la mina Conchita de Avilés, Camino de Gijón, Llanes, Ribadesella, Cabezón de la Sal y Burgos. Vaciaron el maletero del golf y pasaron los cartuchos de goma dos seco a una furgoneta canguro de color blanco, en cuyo auto radio iba puesta una cinta con versos del Corán.

Yama Mid Mohamed OT y Abde Na y K ya habían llegado a Avilés el día antes.
Emilio Suárez Trashorras, minero retirado con el que habían empezado a hacer negocios a través de un conocido común de nombre Rafa Zui, les llevó a la mina Conchita la tarde del sábado por la noche. Les envió allí de nuevo guiados por un menor al que llaman el Gitanillo y con las mochilas vacías que esos tres árabes habían comprado antes en un centro comercial, harían un tercer viaje a la mina.

El domingo, poco antes del mediodía, cuando el maletero del golf estuvo lleno de dinamita envuelta en bolsas de basura azul, se reunieron con Emilio en su garaje de Avilés, le pidieron prestado el Toyota a Corola para usarlo como coche lanzadera y emprendieron viaje hacia una localidad madrileña llamada Morata de Tajuña.

Y así llegó el 11 de marzo
Una mañana que amaneció en Madrid con el trasiego cotidiano de cualquier otro día. Millones de madrileños iniciando su jornada laboral. Y no hacía frío esa mañana.

La historia de aquella mañana de marzo es la historia de una conmoción colectiva de miles de usuarios de cuatro trenes cuyo viaje se vio de pronto abruptamente interrumpido la historia de un número que no paraba de crecer. El de víctimas mortales, el de heridos, la historia de un país sacudido que se vio asomado, empujado, obligado a contemplar el infierno.

Y es la historia de una mañana de radio que empezó a las ocho menos diez y acabó a las cuatro de la tarde sin un segundo de pausa, sin una cuña de publicidad sin nada que no fuera la información y la emoción. La radio transparente, la del relato desnudo, la radio de los transistores, recordar ahora cómo fue esa mañana nuestra mañana, la de nosotros y ustedes es volver a vivir un día tan amargo como imborrable.

Periodistas de la cadena se trasladaron a los lugares de los atentados: la estación de Santa Eugenia, El Pozo y Atocha, y hablaron con algunos supervivientes que entre la confusión y el miedo, explicaron con detalle lo que había ocurrido, lo que ellos habían vivido. Y aún con poca información, la impresión de los primeros momentos es que allí no solo había heridos, sino «muchísimos fallecidos».

Tras las primeras noticias, empezó el calvario para miles de personas, el vagar sin rumbo, el desasosiego para terminar el día recalando en un hospital, buscando desesperadamente un nombre en una lista o, por último, en la morgue de Ifema para recibir una sentencia de muerte.

Lo esencial, lo principal, lo que entendíamos que era y sigue siendo hoy más cercano fue el sentimiento de una ciudad entera que amaneció el viernes cubierta de crespones y enlutada.

Madrid, acompañada de otras ciudades, salió ese viernes a la calle para decir lo que pensaban. Fueron movilizaciones sin precedentes, no ya en la historia de España, sino en la historia del mundo. Jamás, nunca antes la historia de la civilización moderna había habido una manifestación de ese tipo contra el terrorismo.

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