El cuadro de actores de la SER: homenaje a un irrepetible aquelarre creativo

Radio Madrid

Ángeles Afuera escribe en El País que con la muerte en las últimas semanas de Matilde Vilariño, Juana Ginzo y Manuel Lorenzo, el maravilloso teatro radiofónico pierde a sus últimos protagonistas



Eran los años cuarenta. En el corazón de la Gran Vía, las luces de los despachos se apagaban y se encendían los equipos de un estudio de Radio Madrid. La factoría dramática se ponía en marcha. Técnicos e intérpretes pasaban en vela toda la noche para crear un espectáculo que no tenía escenario, ni telón, ni patio de butacas. Voces, música y efectos sonoros ponían en pie uno de los fenómenos más grandes de la radio española: el radioteatro.

Setenta años después, y en pocos días, han muerto tres de los últimos componentes de aquel maravilloso aquelarre creativo: Matilde Vilariño, Juana Ginzo y Manuel Lorenzo. O lo que es igual, Candelaria, Pepita, el abuelo de la Saga de los Porretas… y todos los personajes, grandes y pequeños, que interpretaron con el histórico cuadro de actores de la SER. Matilde llegó del teatro, donde la Xirgú y García Lorca habían descubierto su desparpajo de niña prodigio. Juana se presentó al concurso Tu carrera es la radio y allí le pronosticaron que podría vivir de su voz. Cuando escucharon su vozarrón impostado, a Manolo le dijeron: “Preséntese mañana a las ocho”. No hizo falta más.

Eran tiempos oscuros, con un medio amordazado que intentaba recuperar la aceptación popular que ya había conseguido Unión Radio antes de la Guerra Civil, emitiendo música, dramáticos e informativos. La información era monopolio de la dictadura, Unión Radio se había convertido en la SER, y allí desplegaba un torrente de ideas Antonio Calderón, guionista y director del cuadro de actores. En aquellas emisiones en directo, los intérpretes representaban la obra sin cortes frente al micrófono, y desde galernas a peleas de espadachines, desde jardines primaverales a lúgubres monasterios, eran recreados por efectos de sonido cuya máxima expresión fue un legendario guion de Calderón que se creía desaparecido y ha sido recuperado por el periodista Luis Rodríguez Olivares en su libro Pasos 1946 (ExLibric), de reciente publicación. “Pasos”, dice Rodríguez Olivares, “es una obra cumbre de la radio. Calderón exprimió al máximo los recursos con los que contaba, elevó el nivel de su ya célebre exigencia, y puso las bases de unos principios que ya no pudieron ser discutidos o puestos en duda”.

En torno a Calderón se creó el primer cuadro de actores, con Carmita Arenas, Maribel Alonso, Teófilo Martínez… En 1946, Tu carrera es la radio aportó más talento —Juana Ginzo, Joaquín Peláez, Julio Varela, Vicente Marco— y otros se sumaron desde el Conservatorio de Madrid, como Matilde Conesa, o a través de un concurso de tangos, el caso de Pedro Pablo Ayuso. Sus voces llegaban a todo el país por las emisoras locales de la SER, y su enorme popularidad registró cientos de anécdotas. A Vicente Marco, tras protagonizar a Judas, le asaltaron a la salida de la emisora gritándole: “¡Traidor, malvado!”. Juana Ginzo recibió la carta de un pastor ofreciéndole leche de sus cabras, conmovido por su personaje de una mujer sin recursos.

“La falta de tecnología”, explica Rodríguez Olivares, “se suplía con ingenio, algo difícil de imaginar desde la radio digital de hoy. Teófilo Martínez, el narrador, se colgó del cable del montacargas de la radio para que su voz, surgida de las profundidades del hueco del ascensor, tuviera la sonoridad requerida. ¿Y cómo recrear el crujir de las cuadernas de un barco en medio de una tormenta? Con una desvencijada escalera de mano que, movida convenientemente por el técnico ruidero, producía el quejido de las cubiertas y agitando una delgada lámina de metal que prolongaba la descarga del trueno en ecos interminables”.

Con el radioteatro llegaron al último rincón del país las grandes obras universales, del teatro griego a Cervantes, de Galdós a Shakespeare, de Ibsen a Molière, pero también de autores contemporáneos, siempre bajo la mirada escrutadora de la autoridad. “Se nos manchaban los dedos de azul”, escribe Juana Ginzo en Mis días de radio, “por la tinta fresca de la multicopista, tras haber pasado los guiones por las manos de la censura”. Pero llegaron también los largos seriales de consumo masivo con historias para sufrir, reír y vivir otras vidas. Lacrimógenos y llenos de personajes tópicos, estaban bien construidos e interpretados, y dispararon las audiencias y la publicidad. Fue el tiempo de Ama Rosa, Lo que no muere o El derecho de los hijos, con aquella voz cavernosa que advertía al inicio de cada capítulo: “¡Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre!”.

En los años setenta el serial languideció hasta extinguirse. La mujer accedió al mundo laboral, la radio musical atrajo a los jóvenes y cuando llegó la democracia las ondas se inundaron de información. Sin embargo, los archivos nos permiten hoy volver a escuchar este periodo histórico a través de Podium, en podcasts que alcanzan millones de descargas, según María Jesús Espinosa de los Monteros, directora general de audio de PRISA Media: “Esto demuestra que su vitalidad y actualidad permanecen intactas. Ninguna de nuestras grandes ficciones sonoras actuales tendrían sentido sin el trabajo de los dramaturgos y actores de esta etapa medular de la historia de la radio”.

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