Alfonso Eduardo Pérez Orozco: El crepúsculo de los dioses

Alfonso Eduardo Pérez Orozco

Félix Machuca escribe en ABC Sevilla: Cuentan que fue uno de los pocos que, en origen, se atrevió a colocarle un micro a los rebeldes de Jarcha, cuando la autocensura aconsejaba mantener con aquellos libertarios una distancia de seguridad personal. Es rotundamente cierto que, en un viaje a Nueva York, con Alfonso Arteseros y su hermano José María, acabaron llorando y abrazados los tres de pura emoción en una iglesia de negros escuchando góspel porque le recordaba al flamenco. Y Si lo dice Gonzalo García Pelayo no hay razón para poner en duda que fue Alfonso Eduardo Pérez Orozco el hombre que moldea los gustos musicales de los jóvenes sevillanos de los sesenta. Y lo hace desde Radio Vida, una emisora de vanguardia en manos de la Iglesia, con dos programas que ninguna oreja que no tapara una medio melenita a los George Harrison dejaba de escuchar: «Hit Parade» y «Es grande ser joven». Sus discos le entraban directamente vía aérea por las bases americanas o bien por sus contactos parisinos. Si repasas las fotografías de la época, Alfonso Eduardo chirría en unas reuniones de pelusos, fumatas y barbudos del nuevo testamento juvenil. Su imagen era impoluta. A mitad de camino de un alto ejecutivo de una discográfica y de un atildado jefe de planta de El Corte Inglés.



Paco Sánchez coincidió con él y con Jesús Quintero en un velador de una feria o similar en Dos Hermanas. Tres cervezas y tres tapitas fue el dispendio. Y entre las muchas cosas que hablaron, Quintero sentenció que en aquella mesa estaba la historia musical de la radio española. No exageraba El Loco. Y quizás se quedó corto con Alfonso Eduardo porque además de musical, el chico listo y pulcro de Montellano, colaboró en el magazine televisivo de cine de Alfonso Sánchez y fue un declarado defensor e impulsor del flamenco. Con Antonio Mairena alumbró el nacimiento del festival flamenco del Alcor. En su haber tiene dos Ondas, uno de radio y otro de televisión, así como dos Rosas de Plata del festival de Cannes. Por cierto, fue en Cannes donde conoció a Paul McCartney y, para sacarlo del aburrimiento, le preparó una fiesta flamenca privada con un grupo sevillano que daba sus pataitas por allí. Yo no descarto que el Beatle empezara en aquella madrugada a darle vueltas a un tema que se llamaría «Qué noche la de aquel día…»

Un día tan inolvidable como el que se pegó en un BMW verde Luz Casal, que acompañaba a dos de sus colaboradores que le grababan a Bruce Springsteen, por vez primera en España, unos minutos para su programa. Los colaboradores de Alfonso Eduardo se quedaron embobados con el Boss y se chuparon el concierto enterito. Harta de esperar, las voces de Luz Casal se escucharon en el despacho de Pérez Orozco. Más explosivas que las voces de Luz fueron los efectos sonoros con los que adornó uno de sus programas de radio más influyentes: «Explosión 68» Eran los tiempos de Lyndon B. Johnson y los marines en el infierno verde de Vietnam. Los arrozales infectados de vietnamitas y las ofensivas en el delta del Mekong. Alfonso Eduardo hacía sonar, por ejemplo, Mrs. Robinson y cuando el disco finalizaba se escuchaba un sonido de guerra, una explosión o un bombardeo. Ya, por entonces, había dejado Sevilla por Madrid, el cafelito en la Plaza del Duque por su güisqui largo tras una jornada intensa. Entró en contacto con Alain Milhaud, un productor suizo que era el dueño de la situación y llevaba a gente como Los Bravos, Los Canarios, Los Pop Tops. Fue Alain el que le propuso hacer ese programa, «Explosión 68», que resultó verdaderamente explosivo para su carrera. Pasó por Radio Nacional con «Estudio 15-18», otro as de ganador. Y luego la tele puso su ojo catódico en él para que disfrutáramos con sus entrevistas a Raquel Welch, Úrsula Andress, Grace Jones, Alberto Sordi, Boris Karloff. No en balde, sus conocimientos y contactos cinematográficos, lo llevaron a dirigir el Festival de cine sevillano. José Luis Garci, el director de cine, le pidió que diera para la revista Nickel Odeon las 25 películas de su vida. Y el gusto selecto de Alfonso Eduardo quedó retratado en los títulos que dio: Ciudadano Kane, Ladrón de bicicletas, El Gatopardo, El padrino 2… Y así hasta completar la cinematográfica visión de su universo estético. Arteseros lo coloca en el pódium de los grandes periodistas espectáculos de la época: Tico Medina, Balbín, Amestoy… Es posible que Alfonso Eduardo haya olvidado muchas de las cosas que la vida le regaló. Entre las sombras y las dudas de su desmemoria, en un geriátrico de la carretera de La Coruña en Madrid, vive la serenidad del olvido. Por las mañanas se toma su copa de Don Alfonso y por la tarde el cafelito de toda la vida. Dicen que él mismo se encarga de ordenar la entrada y salida al comedor de los residentes, dirigido por la desventura inevitable de un grande que vive el crepúsculo de los dioses…

Un figurín
Pulcro, atildado, en las antípodas de la estética de los pelusos y la moda underground, Alfonso Eduardo lucía como para dar un pregón de Semana Santa. En la imagen lo vemos entrevistando para uno de sus programas de cine al actor José Sacristán.

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