Ukranian Creative Radio, el programa de Ràdio Cultura i Esport de refugiadas que retransmite la guerra de Ucrania desde Barcelona

Ukranian Creative Radio

09.08.2025.- Nuria Sala Ventura escribe en ara.cat que el equipo de Ukrainian Creative Radio lleva dos años compartiendo las historias de los ucranianos que llegan a Catalunya y que viven la guerra desde la distancia.
Las creadoras y locutoras de Ukrainian Creative Radio: Inna Terletska, Olga Godina, Maryna Chernovolenko, Violetta Poltavska, Eugenia Snitsar, Anastasia Pashnina.

La palabra kuhinja significa cocina en muchas lenguas eslavas. Pero en las ex repúblicas soviéticas su significado evoca algo más. Como durante el comunismo, los pisos eran pequeños ya menudo compartidos, kuhinja era el único espacio en el que la gente –y sobre todo las mujeres– podían hablar sin miedo, compartir ideas disidentes y apoyarse. Un refugio en el que se contaban historias familiares, secretos y preocupaciones.
Ukrainian Creative Radio, que se emite desde Barcelona, recupera ese espíritu con la diferencia de que aquí se habla en voz alta. Esta emisora impulsada por mujeres ucranianas en el exilio se ha convertido en un espacio comunitario clave para la diáspora en Barcelona: una kujinha dónde refugiarse y apoyarse.

«Ante todo, toma algo», dice Eugenia, mientras alarga un trozo de chocolate en los estudios de Radio Cultura i Esport, en la Gran Vía. Lo ha llevado del sur de Francia, de donde acaba de regresar de vacaciones. «Es tradición en nuestro país», dice. A pesar del calor fuera, Anastasia sirve un té al resto, que se beben tranquilamente mientras se explican cómo les ha ido la semana y acaban de revisar el guión del programa.

La radio que hacen no se limita a informar sobre la guerra. Soldados y familiares, refugiados que han comenzado proyectos artísticos o recién llegados que necesitan orientación y comunidad, encuentran un espacio donde compartir historias personales. Hablan del duelo y de las dificultades de vivir en el exilio, pero también de literatura, de música, de recuerdos de niñez o de los platos típicos que echan de menos. A veces invitan a psicólogos y otras veces, catalanes que pueden dar consejos prácticos sobre cómo adaptarse a la nueva vida.

«Empezamos sin una idea concreta. Lo único que sabíamos era que teníamos que ayudar a la gente que está aquí, durante la guerra, sin sus familias», dice Katrine. Esa directora de cine que es el alma del proyecto nunca había hecho radio. Pero cuando un irlandés la invitó a su emisión sobre inmigrantes en Barcelona, se dio cuenta de que tenía tantas cosas que decir que podía hacer un programa propio. El primer episodio duró sólo diez minutos y tuvo de invitada a la famosa actriz ucraniana Nastya Kamensky. «Si a tu primero show tienes una estrella, significa que será un show estelar», afirma riendo.

Entonces hizo un llamamiento a Facebook: sólo la primera noche recibieron 160 mensajes. De aquella avalancha espontánea salió un equipo formado íntegramente por mujeres. Vienen todas de entornos diferentes y ninguna de ellas se conocía antes de llegar, empezaron a llegar a Catalunya.
Ucraniana que pagó el estudio de grabación para que pudieran hacer el podcast. Desde entonces han ido costeando el precio con donaciones de la diáspora y con contribuciones propias. «BK_SLT_LNA» Un grupo muy vulnerable que necesita ayuda y apoyo», dice Katrine. Sabe de qué habla. Como las demás participantes de la emisora, no es ajena a las problemáticas que afectan a su país, sencillamente las vive desde la distancia y con la dificultad añadida de encontrarse lejos de la familia. «Para mí, este proyecto va a posicionar a Ucrania y al pueblo ucraniano –dice Eugenia–. Todavía tenemos una guerra y tenemos que seguir diciéndolo en el mundo», añade.

Esta poeta llegó a la radio de invitada, pero decidió quedarse de voluntaria porque se sentía muy a gusto: «Es el lugar donde abrimos nuestros corazones creativos e intercambiamos nuestras experiencias». Coincide Gayane, directora de arte, que explica que para ella el proyecto fue un «salvavidas». Los primeros meses después de su llegada a Catalunya fueron «increíblemente duros». El estrés la paralizó y no podía trabajar, relata. Con el cambio de casa, también perdió el trabajo que tanto le gustaba. Entonces decidió colaborar con la radio diseñando dos anuncios de banner y la calidez que encontró la empujó a quedarse.

Tres años en cautividad
La emisión de hoy se llama Tres años en cautividad. Las protagonistas, que hablan por videollamada desde Ucrania, son tres mujeres ucranianas con maridos que llevan más de tres años prisioneros de guerra en manos rusas. También participa la psicóloga Hanna Shmatukha, que da consejos a los oyentes de cómo convivir con la ausencia, el luto y la guerra.

Inna está especialmente nerviosa porque hoy es la primera vez que hará de presentadora, después de mucho tiempo encargándose de los números y de la producción. En Ucrania trabajaba de profesora de economía en un instituto, pero desde que ha llegado aquí tiene otro sueño, dice: abrir su propia cafetería. Lo que se hablará en el episodio de hoy le resuena amargamente: su marido murió en la frente hace apenas un año. Como las invitadas, no hay un solo día que no le eche de menos. «Decía que si Dios nos da la tierra, debemos protegerla. Por eso se alistó voluntariamente», relata. Cuando lo encontraron, llevaba un reloj en la muñeca. Aún marcaba las horas. Inna lo ha conservado y quiere que este reloj esté colgado en la pared de su negocio. «Es una prueba de que nuestro amor nunca se detendrá», dice.

En un momento del programa, Shmatukha saca una motanka. Esta muñeca de trapo hecha a mano con telas, hilos y recortes de ropa está muy arraigada en el folclore ucraniano. Lo mismo ocurre con el bordado, que además de ser una expresión artística es un elemento simbólico importante del patrimonio del país. Shmatukha insiste en el poder curativo que puede tener la creación manual en el duelo después de sufrir un trauma.

Desde fuera del estudio, sin embargo, no se siente lo que dicen. Por el cristal se ve cómo ríen con complicidad. Más allá de las motankes y los bordados, el verdadero poder curativo parece estar aquí: en ese espacio donde la conversación es una forma de resistir.
La guerra es un soldado llamando a su madre desde el frente.

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