‘Supergarcía’: Cuando la estrella del deporte era un periodista de la radio

José María García

Manuel Morales escribe en El País: “Buenas noches, saludos cordiales”. Estas cuatro palabras fueron durante años lo primero que, en sucesivas emisoras, escucharon cientos de miles de españoles al inicio de la madrugada. Una época en la que había una estrella radiofónica del deporte, José María García, que ganaba tanto como los futbolistas mejor pagados de la Liga. Los tres capítulos de la serie documental Supergarcía, de Movistar Plus+, dirigida por Charlie Arnaiz y Alberto Ortega, muy bien hecha, destripa al personaje, “un showman y un fenómeno social”, como lo define Iñaki Gabilondo, una de las muchas voces del periodismo que lo recuerdan y que aporta mesura y datos, y no lugares comunes, como sucede con algún otro.



García habla a los telespectadores desde sus inicios en el diario Pueblo, “una legión extranjera de golfos, borrachos y tahúres”, en palabras de quien por allí también estuvo, Arturo Pérez-Reverte. “Un periódico con unos métodos mafiosos que influyeron en él”, añade. Que alguien con voz de pito se convirtiera en un líder de la radio tiene su miga, pero lo que le valía a su audiencia era lo que contaba y el drama que le ponía. Sucedió desde su comienzo en el deporte, con 10 minutos en el recién nacido Hora 25, de la SER, en 1972, a la hora y media habitual de su programa, con contratos por los que llegó a ganar 2.000 millones de pesetas anuales (12 millones de euros). Admirado, odiado, popular. A García se le reconoce que cambió la forma de contar el deporte en España: inalámbricos en el campo, los vestuarios y, a la vez, incorporó un lenguaje trufado de insultos: “abrazafarolas”, “lametraserillos…”.

José María García: “Yo me he retirado con dos exclusivas que harían mucho daño a los españoles y que no he contado ni voy a contar nunca”
Con ese estilo lograba que un escándalo en la federación de bádminton, como dice uno de los testimonios, le tuviera a uno en vilo hasta la una y media de la madrugada. Otra cuestión son los medios empleados para conseguir la noticia. “He hecho cosas que ahora me ponen los pelos de punta”, reconoce.

En las casi tres horas de Supergarcía se recuerdan sus choques con dirigentes deportivos, como Pablo Porta, Jesús Gil o Florentino Pérez; deportistas, como Pedro Delgado; políticos, del ministro Pío Cabanillas, en época de Adolfo Suárez, al presidente Aznar, o con periodistas, como José Ramón de la Morena cuando este inició El larguero en la SER.

Con abundante material de archivo, se salta de una etapa a otra: TVE, la SER, Antena 3, la COPE, Onda Cero; de todos los medios salió tarifando, y del último, sin despedirse de los oyentes, en abril de 2002. Contar esa compleja trayectoria sin orden cronológico, sino con saltos adelante y atrás, despista un poco, hace que por momentos cueste seguir el hilo. La otra pega es que en la última entrega se alarga el final, teñido de un tono algo sensiblero; es la parte en que se aborda lo personal y familiar. Varias veces parece que lo próximo será el fundido a negro, aunque vuelve a darse otra vuelta a la noria.

Como reconoce uno de sus dos hijos, hoy sería muy complicado que alguien como García triunfara a ese nivel; el periodismo concebido como un “estás conmigo o contra mí”. No como ahora, ¿verdad?

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