Recordando a Carles Capdevila, ex Catalunya Ràdio

Joan Carles Capdevila

Joan Carles March escribe en granadadigital.es que Carles Capdevila fue periodista, director-fundador del diari Ara. Presentó y dirigió el programa Eduqueu les criatures en Catalunya Ràdio y el programa Qui els va parir en TV3. Y falleció a los 51 años, debido a un cáncer colorectal.



Carles Capdevila miró de frente al cáncer de colón que le diagnosticaron justo cuando faltaban 10 días para cumplir los 50 años. «Durante 49 años y 355 días nuca me dolió nada, nunca me preocupé de mi salud, nunca tomé un ibuprofreno», explicaba. Es en el programa de Gemma Nierga donde advirtió: «Los próximos 50 años estaré pendiente de mi cuerpo». Y añadía: «¿Cómo me voy a rendir? Nunca me rendiré», que decía al reincorporarse al ‘Hoy por hoy’ de Gemma Nierga, con la que colaboraba en un espacio que intentaba oír siempre que podía. Era el reportero de la sonrisa sincera o como escribió Jordi Evole, el director que no quiso ser hijoputa, o como decían otros el director que bailaba, nos hablaba de gorilas y que quería ser amigo de la redacción: «Me han dicho que no era suficiente hijo de puta para ser director de un diario, pero prefiero ser ingenuo que cínico. (…) Hay quien hace tanto que no tiene principios que ya no sabe ni que se llaman principios. (…) Algunos ya no saben ni para qué querían el poder porque hace tanto que lo ejercen que solo están ocupados en mantenerlo»

Al margen de su labor al frente del diario Ara, Carles Capdevila era conocido por su faceta divulgativa, especialmente en lo relativo a la educación de los hijos. Desde su blog “Educar con humor”, el periodista abordaba las dificultades de la paternidad desde su doble condición de “padre y periodista”. Especialmente célebre fue su intervención el pasado año en el foro Gestionando Hijos en el que describía desde el humor su experiencia con sus cuatro hijos y las diferentes etapas de la infancia y la preadolescencia. Valentía, tenacidad, buen humor eran tres características del gran Carles, con el que contacté para que viniera a la Escuela Andaluza de Salud Pública. Alguna de las veces que contactamos, encontramos días para poder venir. Su enfermedad al final, no le dejó.

La valentía y las ganas de vivir del periodista quedaron inmortalizadas en numerosos vídeos que recogen sus últimas apariciones públicas. En sus conferencias, Capdevila identificaba cinco sentidos básicos a la hora de educar a un niño. Los cuatro primeros los consideraba muy importantes -el sentido común, el del ridículo, el del deber y el moral-; pero, para él, el quinto y último era el definitivo: el sentido del humor.

Recuerdo un discurso que leí que contaba a sus compañeros del periódico: “Ahora, me toca luchar, vivir, reír y escribir, y lo quiero hacer dedicando todas mis energías a estas cuatro causas, y conciliándolo con la proximidad total a la gente que quiero. No veáis ninguna complicación en un tratamiento médico que va muy bien, ni ninguna renuncia. En mi libreta de ideas y proyectos ya salen libros a escribir, charlas a preparar, gente de quién aprender. Abrazo mi nueva vida con alegría y convencido de que será todavía mejor”.

Decía Monica Terribas, la periodista de TV3 y que también fue directora del Diari Ara: «Exprimir la vida, capturar el talento, asociarlo y hacerlo crear, escrutar la realidad y convertirla en un collage positivo. Y así conseguía mágicamente terminar todos los rompecabezas. Te descolocaba, te sorprendía, y allí lo tenías, con la sonrisa pícara de quien ha consumado una locura, una travesura y una genialidad. No sé cómo lo hacía, pero querías a Carles aunque te hiciera reír y sufrir al mismo tiempo. La redacción del ARA, que conocí en 2012, y la APM de El matí de Catalunya Ràdio llevan incrustada esta alma, y ​​esto hace imposible el adiós. Pero tenía razón: nos deberíamos haber hecho más abrazos «.

Gemma Nierga añadía: «Carlos vino a dar una conferencia en la escuela de mis hijos. Cuando vi cómo reía la gente pensé que no podía dejar perder la oportunidad y le propuse que colaborara en el Hoy por hoy. Se lo propuso con muy pocas esperanzas: era para toda España, en castellano, y no sabía si le apetecería. Pero me encontré un sí enseguida, con mucha ilusión y entusiasmo. De él he aprendido mucho: he aprendido que tengo que vivir como él aprendió a vivir, con mucha humildad. Destacaría la fortaleza: eligió seguir viniendo a la radio sabiendo que estaba enfermo «.

Le han definido como una persona de pueblo y universal, un tipo muy serio con quien te hacías unas risas, un soñador pragmático, solidario y empresario. Al ingenio de los ingeniosos sumaba el de los ingenieros. Vivir a su lado multiplicaba el tiempo por 10.

Un compañero suyo decía: «Carlos fue mi jefe, me fichó, pero sobre todo ha sido un amigo. Prácticamente era como un padre. Hacía 14 o 15 años que trabajábamos juntos y era un placer: siempre aprendías cosas. Tenía una capacidad de trabajo impresionante, una gran capacidad para comunicar y otra cosa fantástica: siempre buscaba una lógica a las cosas. El optimismo y la energía son dos elementos clave para definirlo, y el tercero es el sentido del humor. Para él, el humor era un elemento de defensa ante la estulticia y los abusos del poder, una herramienta para la crítica»

Y escribía sobre el arte de ser una buena enfermera con un paciente como él: “SI UNA PALABRA me define es impaciente. Y ahora que soy formalmente un paciente, se me vuelve mucho trabajo, tengo muchísimo que aprender. Por suerte los hospitales son escuelas de formación en espera, con grandes profesionales del cuidado. El personal de enfermería combina dosis de medicamentos pautadas con enormes dosis de paciencia regaladas, con las que también nos curan. Las noches se hacen largas y oscurísimas en la habitación. De día todo da otra cara, la claridad lo disimula, hay un movimiento que hace correr el aire. Pero los gemidos, por leves que sean, cogen otra dimensión de madrugada: el silencio general les da un protagonismo absoluto, hipnótico. Primero te asusta o entristece o enerva, oír a algunas pobres personas mayores que chillan, que pierden la orientación, que se llegan a arrancar la vía, que traspasan a la cuidadora latina con un tono hiriente toda la crueldad con que les trata la vida. Con los días, no diré que te acostumbras a estas noches duras, pero las aceptas. La habitación compartida es un máster en respiraciones ajenas muy cercanas, hay pocos centímetros entre tu dolor y el de aquel desconocido con el que socializa ronquidos, tos, pinchazos, temores y esperanzas. Y entonces te das cuenta de que estás en las mejores manos, las de profesionales de la paciencia. Repiten lo mismo diez veces como si fuera la primera vez, esparcen cariño y ternura, normalizan lo imposible que te parezca normal. Ahora te toca esperar, ahí tumbado. Esperar a que pasen estos días, que no haya complicaciones, respirar e ir dejando que pase un tiempo incómodo pero imprescindible. Nadie como una buena enfermera de las que lo vive cada noche puede enseñarte a ser lo que nunca has sido: un auténtico paciente, en todos los sentidos de la palabra”.

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