Radio QK: ocupando las ondas desde 1983 y hasta el apocalipsis nuclear

Radio QK

Nortes.me publica que desaparecerán todos vuestros podcast en Spotify, vuestros vídeos en YouTube, los hilos de Twitter y las publicaciones en Instagram. Un día se esfumarán y será como si nunca hubieran existido. Un ciberataque, una avería en un centro de datos, un apagón, una decisión empresarial o una hecatombe nuclear arrasarán con todo. Pero el día después de la catástrofe, cuando millones de terabytes de cultura digital se volatilicen, seguirá escuchándose las emisiones de un minúsculo estudio de radio en el barrio ovetense de Ciudad Naranco, donde la ciudad empieza a dar paso al bosque y los caminos de barro. Radio QK, o Radio Cucaracha, cumple cuarenta años emitiendo sin interrupción. La radio libre en activo más longeva de España vive en una crisis permanente, agudizada en los últimos tiempos, pero no está dispuesta a morir sin dar la batalla.



La precaria situación que atraviesa la radio, necesitada de recursos económicos y relevo generacional, para Nacho Durán, uno de los miembros más activos de la Qk, tiene que ver con “el declive de todos los movimientos asamblearios”. Es un lunes de noviembre en el bar El Olivar, en el Oviedo Antiguo, desde donde se emite semanalmente el programa “Radiaciones del Olivar”. Parte del equipo de la radio posa para la cámara de Alisa Guerrero. “En una foto así de hace unos años la mayoría de la gente tendría entre 16 y 25”, se lamenta Alberto Juanco, otro de los miembros de la Qk. Hoy la media de edad ronda entre los 40 y los 50, y la pregunta es ineludible: ¿están las radios libres condenadas a morir?

Levi Fernández, presidente de RadioQK, responde sin contemplaciones: “Si no hay relevo generacional será el final de la radio, y yo no soy muy optimista con que lo haya. Porque no se trata solo de que haya programas, sino de que la gente coja puestos de responsabilidad para organizar y gestionar”. En su interpretación a los motivos que subyacen a todo esto cabe un pequeño tratado de sociología: “Las nuevas generaciones están muy educadas en el individuo. ¿Para qué voy a meterme a hacer radio con estos hippies de mierda cuando la puedo hacer en mi casa yo solito? Ahora por 150 euros te compras cuatro cachivaches y estás haciendo radio en tu habitación al día siguiente. De aquella, si querías hacer radio tenías que ir a Radio QK. Además, a día de hoy el porcentaje de jóvenes en Asturias es mucho menor por la caída de la natalidad, y el porcentaje de jóvenes con inquietudes es menor aún”.

La nostalgia es un placer legítimo y pertinente-ay, cuando éramos jóvenes punks…-pero no basta para reflotar la radio.

Se buscan programas
Durante buena parte de su existencia, la radio se financió con el dinero que se hacía llevando el chiringuito Pinón Folixa en las fiestas de San Mateo. Con eso y las cuotas de los socios la radio iba cubriendo los pocos costes de funcionamiento. Pero la decisión del alcalde de Oviedo de acabar con el modelo festivo de los chiringuitos sociales y la constante merma en el número de socios-en los años 90 había unos cuarenta programas semanales, ahora difícilmente llegan a la decena-pusieron en serios apuros económicos a la QK.

“Hace año y medio estuvimos a dos meses de la quiebra”, cuenta Durán, “e hicimos una asamblea para ver qué hacíamos, y decidimos seguir para adelante buscando el modo de sobrevivir”. Haciendo autocrítica, reconocen que el sostenimiento de la radio dependía excesivamente del Pinón Folixa: “Que de un medio pasó a convertirse en un fin, porque era una actividad agotadora y te pasabas medio año trabajando en ello”, recuerda Juanco. Además, al tener esos ingresos garantizados, “no había necesidad ni preocupación por atraer gente, y ahora es una cuestión de supervivencia”, explica Durán.

“Hay un par de caminos que estamos explorando”, continúa, “uno es traer la radio al antiguo, que es una zona más joven, a un local con cristales que sea vea desde la calle. Por otro lado, estamos hablando con el ayuntamiento para que uno de los locales de ensayo de Otero se destine a un taller de radio o de podcast”. También contemplan actualizar los formatos de comunicación y la presencia en plataformas digitales, pero en ningún caso renunciar a la emisión en analógico.

“Es el debate que tenemos siempre”, dice Alberto, “de su analógico sí o analógico no, con la cantidad de problemas que nos da…Hay problemas legales, el mantenimiento de la antena cuesta un dinero y otras emisoras nos pisan continuamente el dial, y tenemos que movernos”. Pese a ello, “es la esencia de la radio”, defiende Durán, “y si no es analógico no es radio, sería ya pasar a otra categoría. Nos gusta la idea de que cualquier persona en Oviedo nos pueda escuchar sintonizando el dial”.

Eso de ocupar las ondas sin el permiso de la autoridad es parte de la filosofía libertaria de la radio. Tiene también un punto de gamberrada malévola e iconoclasta, reconoce Durán: “Hasta hace poco estábamos en el 107.3 FM, pero una radio religiosa compró ese dial y nos tuvimos que mover al 107.2. Una persona que vaya a escuchar esa emisora de la Iglesia puede mover una décima el dial y acabar escuchando la QK”. Se le escapa una sonrisilla pícara solo de imaginarlo

Una historia de resistencia
La radio conserva desde sus orígenes ese espíritu semiclandestino y de resistencia frente al poder. La semilla de la actual RadioQK se encuentra en el Club Cultural de Oviedo, que a su vez respondió a la estrategia dictada por la cúpula del Partido Comunista en el exilio de París. “La asociación se funda en el año 69”, explica Durán, que ha investigado en profundidad la historia de la emisora, “cuando la dirección del PC da la orden de crear un club cultural en cada capital de provincia”. La idea era que, bajo la apariencia de una inofensiva asociación cultural, se difundiesen ideas críticas con la dictadura franquista. David Ruiz, a la sazón profesor de Historia en la Universidad de Oviedo, contó así hace años en una entrevista cómo se gestó la fundación del club:

“El Club Cultural de Oviedo, promovido y gestionado por la célula «pecera» de Milicias, la única existente entonces en la ciudad, no fue un invento singular: formó parte de la estrategia del partido, que plagó de asociaciones culturales el centro de Asturias a finales de los sesenta. No alcanzó los más de 2.000 socios que llegó a tener Amigos de Mieres, pero sí un par de centenares muy activos, los suficientes para competir sin problemas con el mortecino Ateneo oficial de una ciudad en la que la fidelidad al régimen estaba muy consolidada”.

La radio nunca fue solo una radio. Siempre estuvo a disposición de las luchas sociales y sindicales de la ciudad: cuando la cárcel de Oviedo estaba en funcionamiento, había un programa de apoyo a los presos que estos podían sintonizar desde su celda y escuchar así las cartas que les escribían familiares y amigos. La efervescencia cultural ligada a la QK generó numerosos fanzines y publicaciones underground, intercambios musicales, la creación de una biblioteca y de un grupo de montaña. Hoy sigue activa la biblioteca y un club de lectura que se reúne mensualmente para conversar sobre un tema o un autor.

Nadie en la radio está dispuesto a dejar morir este legado de cultura crítica local y comunicación libre. Hacen saber que las puertas de la QK están abiertas para cualquiera y que no es necesario saber hacer radio: ellos mismos ofrecen talleres para aprender. El panorama no pinta muy halagüeño pero, en palabras de Levi, “en la radio somos cucarachas, y a trancas y barrancas vamos sobreviviendo”.

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