Pipi Estrada: «En momentos puntuales hubiera matado a García» (figuradamente)

Pipi Estrada

Carlos García le ha entrevistado para elconfidencial.com: Si José María García te mandaba a por un salmón, más te valía no traerle una trucha, pero sobre todo más te valía que la competencia no se hiciera con ‘su’ salmón. “Hostia, la cara de García cuando volvías con las manos vacías era para verla”, cuenta José Manuel ‘Pipi’ Estrada, antiguo boina verde de García, que durante dos décadas se las ingenió para adelantarse a la competencia con “picarescas y pillerías que me evitaban problemas mayores con García”. La serie ‘Reyes de la noche’, basada libremente en la guerra radiofónica entre García y José Ramón de la Morena en los noventa, ha sido criticada por satirizar a García con alusiones (¿injustas?) a su vida privada. Abierto el melón del supuesto ‘malbichismo’ del locutor, quizá sea más justo hacerlo exclusivamente desde el periodismo, pues el espejo García refleja nítidamente un conflicto clásico de la profesión: ¿Es legítimo hacer CUALQUIER cosa con tal de conseguir una exclusiva?



El jefe de todo esto
Decía Ryszard Kapuscinski que para ser buen periodista hay que ser buena persona. No hace falta ser un cínico para pensar en enfoques más realistas sobre la profesión: ¿Para ser buen periodista hace falta ser un poco cabroncete? Jose María García llevó al periodismo español a cimas nunca vistas, es Historia de España, pero también dejó el camino cubierto de cadáveres. Es un pack indisoluble. Lo tomas o lo dejas. “García es el bueno y el villano a la vez”, cuenta Pablo Juanarena, autor de un podcast imprescindible en ‘Marca’ sobre los años salvajes de García y De la Morena: ‘Saludos cordiales”.

“García siempre fue fiel así mismo, era ingobernable, se saltaba cualquier tipo de control interno, su yo contra el mundo atraía a la audiencia”, apunta Juanarena. ¿Hasta qué punto esa guerra contra el mundo achicharró también a los suyos? Juanarena, que ha entrevistado a los principales colaboradores de García, resalta un detalle relevante: sus ex trabajadores le siguen respetando. “Los que estuvieron a su cargo no hablan mal de él. Es cierto que en veinte años ha pasado de todo, y que algunos se dejaron de hablar con él en algún momento, pero ahora tienen buen recuerdo de García y siguen llamándole ‘jefe’”. Este periódico ha intentado hablar con García varias veces, pero el locutor ha optado por el perfil bajo para no dar publicidad a ‘Reyes de la noche’.
Hablamos con uno de los antiguos guerreros de García: José Manuel “Pipi” Estrada.

  • ¿Cómo era García cuando le conoció?
  • Era pura energía, un ciclón, respetado y temido a partes iguales. Me imponía mucho cuando empecé a trabajar con él [a los 25 años], joder, estaba delante del líder, tenía una gran responsabilidad, pero iba a recibir la mejor formación. El periodismo de autor de García tenía mucha repercusión. Era muy orgulloso, tenía un gran ego periodístico, para estar a la altura de su leyenda tenías que estar dispuesto a todo.
  • ¿Les metía demasiada caña? ¿O el paso del tiempo ha convertido el drama en comedia?
  • El tiempo borra lo malo, los momentos difíciles, las situaciones tensas y delicadas. Hubo de todo. En momentos puntuales hubiera matado a García (figuradamente). Te ponía contra la espada y la pared, en máxima tensión; cuando no le gustaba algo, te arrollaba como un tsunami, pero si aguantabas salías reforzado profesionalmente de cada situación.
  • García abroncaba a sus reporteros en directo, no sé si para mantener la tensión informativa, como demostración de poder o ambos. ¿Logró pararle alguien los pies?
  • García te decía: “Tú no estás aquí para opinar, sino para informar, para opinar estoy yo”. Y tú le contestabas: “Sí, mi general”. Yo logré alguna vez que no me pasara por encima en la oficina, con argumentos, y me gané así su respeto, porque García valoraba más la lealtad que el peloteo. Yo le tomé rápido la medida, sabía hasta dónde podía apretarle sin que estallara, sabía dónde. Pero si le llevabas la contraria, tenías que hacerlo bien, sin faltarle el respeto, porque García, como el aceite, siempre tenía que quedar por encima. Te ponía contra las cuerdas, pero aprendías mucho y era el que mejor pagaba. Fuerte desgaste en lo emocional, buen trato en lo material.

Algo habrá hecho
Ningún periodista ha golpeado más a Florentino Pérez que José María García, que mantiene un carisma legendario por su afición a desafiar a intocables. Según Pipi Estrada, “el motivo principal de su salida de la SER (1982) fueron sus críticas al ministro Pío Cabanillas”. O fiscalizar al poder caiga quién caiga. En 1978, García montó en cólera contra el ministro Cabanillas y contra el director general de Deportes, Benito Castejón, por ceder los Palacios de Deportes de Madrid y Barcelona a dos festivales de circo. «No hay instalaciones deportivas, faltan polideportivos y recintos cubiertos, y cuando estamos en plenas vacaciones navideñas con los colegios cerrados… Con todos mis respetos para los buenos y honrados hombres de la carpa, que ninguna culpa tienen, Cabanillas y Castejón solo son dos payasos… que con sus caprichos y concesiones terminarán por arruinar definitivamente lo poco que nos queda», escribió García en ‘El Periódico de Madrid’ en una columna titulada, ejem, «Dos payasos». Cabanillas le puso un pleito y lo ganó. García llamaba «payasete» a Cabanillas en antena habitualmente, además de zumbarle por haber sido ministro de Franco. Un día, tras recibir un ultimátum de la SER, García cerró así su programa: «Como habrán advertido, esta noche del señor Cabanillas, ni pío». Los directivos de la SER se subieron por las paredes. García acabó fuera y fundó Antena 3. En 1976, García la tomó con el ministro de Información y Turismo, Andrés Reguera, al que cada noche preguntaba: «¿Dónde están los millones de las quinielas». La SER pegó el toque a García porque, según explicó en su biografía, «el ministro no dormía por mi culpa y tenía que tomar pastillas». «Me dijeron que lo dejara tranquilo. Cumplí: le di un mes para que se repusiera. Pasado ese tiempo volví a abrir y a cerrar el programa preguntándole por el dinero de las quinielas».

Habla otra vez Pipi Estrada: “Cuando Florentino o Perico empezaron a hacer más caso a De la Morena que a él, no le sentó bien lógicamente. Personajes como Jesús Gil pasaban de pronto de amigos íntimos a enemigos íntimos. A mí me incomodaba que García se metiera, por ejemplo, con Valdano. Cuando consideraba que sus críticas no eran justas, intentaba no participar, y García me acusó de ser el relaciones públicas de Florentino, lo que no era cierto, simplemente no estaba de acuerdo siempre con él”.

El biógrafo
Vicente Ferrer, autor de una estupenda biografía sobre el locutor (‘Buenas noches y saludos cordiales’), analiza el asunto de los ataques sospechosos de García desde una perspectiva más psicológica: 1) “No es tanto que García organizara campañas, aunque al final se convirtieran en eso, como que daba mucho valor a la fidelidad. García es de los que, si un amigo atropella a una anciana, no reacciona criticando a su amigo por conducir mal, sino pensando: ‘¡Algo habrá hecho la abuelita!’. La amistad para él es lealtad absoluta, y llevaba eso a la profesión, el estás conmigo o estás contra mí. Como al principio tuvo buena relación con Perico y Florentino, no le entró en la cabeza que empezaran a pasarle información a la competencia. Lo vio como una traición a él, que era el número uno y se consideraba su amigo”. 2)” García no es un hombre de medias tintas periodísticas, es un radical, cuando vio que Florentino y Perico se dejaban querer por De la Morena, dijo. ‘¡Hasta aquí hemos llegado!’ y empezó a satirizarles. Pero no es tanto maquinación premeditada como producto de su carácter, de su forma de ser, de una manera peculiar de entender las relaciones personales. Con García es siempre todo o nada, lealtades sin fisuras o traiciones absolutas”, aclara Ferrer. Lo que nos lleva a otro asunto central del lado oscuro de García: su relación personal con el poder. Hablamos con Vicente Ferrer.

  • García se jactaba de ser inflexible con los poderosos, pero el García de los setenta, periodista emergente de denuncia, no dispara desde el mismo lugar de la pirámide social que el García de los ochenta, estrella consagrada. ¿Cambió algo cuando se convirtió él mismo en una de las personas más poderosas del país?
  • Creo que se mantuvo fiel a sí mismo hasta el final, nunca dejó de meterse con los poderosos, en eso fue valiente y coherente. García se hizo un nombre criticando a ministros cuando Franco aún vivía. Cuando meterse con la autoridad, aunque fuera deportiva, era una demostración de valor. Llamó “viejo chocho” a Santiago Bernabéu, que era una institución… y tenía una edad parecida a la de Franco. García ayudó a derribar la puerta de la censura, fue una especie de voz del pueblo en tiempos de cambio social. Basó su independencia en su éxito; se blindó de represalias gracias a sus millones de oyentes. Es decir, no traicionó su máxima de ser “fuerte con los poderosos”, gracias a que él también era muy poderoso.
  • ¿Utilizó su poder de manera responsable o sufrió una borrachera de poder?
  • Dicen que el poder de un periodista es su agenda, pero García no solo tenía los números, sino que hasta el Rey le cogía el teléfono. Tuvo un poder brutal, y por tanto, seguro que se le fue la mano muchas veces. Pablo Porta [presidente de la Federación Española de Fútbol entre 1975 y 1984] no podía salir de su casa porque la gente se burlaba de él, pues todo el barrio sabía que su chófer sacaba a orinar a su perro gracias a García. Cuando tienes poder y te sientes intocable, es fácil pasarte de frenada, como les ocurre a los presidentes de Gobierno en las segundas legislaturas, cuando llegan los excesos, se meten en extrañas batallas personales, creen que pueden hacer lo que les da la gana y que llevan siempre razón. Seguro que García fue injusto con la competencia e hizo más de una putada para obtener información, él lo reconoce, porque estaba en una posición de privilegio.

Habla pueblo habla
Hay un capítulo decisivo en la biografía sobre García: sus años de formación en el diario ‘Pueblo’ en los sesenta. El García del futuro está ya ahí en esencia. Y su periodismo también. «Emilio Romero hacía un periódico sensacionalista, espectacular en la forma, pero absolutamente riguroso en el fondo. Yo he tratado de hacer lo mismo», cuenta García en el libro. En efecto, mucho antes de que se convirtiera en un gigante de la comunicación, el joven García era una versión bajo presupuesto de lo que estaba por venir: la lucha titánica por dar la noticia antes que nadie, la autoestima por las nubes, el plumilla que se alimenta del conflicto y no puede parar de volar puentes. O como dice Ferrer citando a Unamuno: García, la verdad antes que la paz. «Se sentía por encima del bien y del mal» Los testimonios de sus ex compañeros de ‘Pueblo’, recogidos en el libro, son una fiesta: 1) «Su estrategia consistía en presentarse a las tantas con un reportaje bajo el brazo ante el responsable de guardia. De esta forma logró cambiar varias veces las páginas a espaldas de su redactor jefe». 2) «Todas esas cosas que se cuentan que parecen tópicos del periodismo, lo de coger un teléfono y no soltarlo para evitar que otros colegas llamen, eran muy de él».3) «Todo el problema era su ego. Un ego desmesurado». 4) “Por su forma de hablar, de caminar, de expresarse, parecía estar diciendo: ‘Solo ante el peligro’. 5) “Su ego era más grande que él”. 6) «Era periodista puro. Él veía noticias. Y se ponía cachondo con las noticias». 7) «Era una persona muy difícil para cualquiera que mandara en él. Y es curioso, porque luego, cuando fue jefe, era inflexible: exigía obediencia estricta». 8) «Nunca fue un lameculos. Nunca. Fue beligerante, y yo creo que desde el principio se propuso meterle el dedo en el ojo al poder». Otro de los ex compañeros de ‘Pueblo’ cuenta una anécdota que refleja bien el mal bicho maravilloso que era García: “Raúl Cancio [reportero gráfico] llegó a decirle a Emilio Romero [director del periódico] que no quería ir con García. Lo trataba a patadas. Pero cuando Cancio se puso enfermo y lo llevaron al Hospital del Rey, García fue todos los días a verlo. Todos. Y estuvo tres meses ingresado. Cuando Raúl volvió a la redacción, lloraba hablando de su amigo García. Pero pasados unos meses ya estaban otra vez peleándose, porque García era arrollador en el trabajo. Como periodista no tenía amigos; como persona era sensacional”, cuenta el libro. O sea, el clásico jugador de fútbol que durante el partido te muele a patadas y a insultos, pero cuando el árbitro pita el final, es un trozo de pan y te invita a comer cochinillo. Ese es García. Volvemos con Vicente Ferrer para rematar.

  • Todo lo relevante del carácter de García está ya en ‘Pueblo’, como su ansía casi infantil por las exclusivas y su rol de periodista capaz de vender a su madre por una exclusiva, ¿verdad?
  • Sí. García es casi un crío cuando llega a ‘Pueblo’, tenía veinte años. No se caracterizaba por escribir bien, no era Raúl del Pozo, no tenía una buena literatura, lo suyo era traer noticias al periódico, dar exclusivas. Casaba muy bien con el espíritu de su director, Emilio Romero, que decía que’Pueblo’ debía sorprender a los lectores y desazonar a la competencia todos los días, y cuando no se conseguía, es que estaba mal hecho. A esa ola de dejar a la competencia en evidencia se subió García. En un periódico con grandes profesionales y gran competencia interna, necesitabas ir con el cuchillo entre los dientes para colocar tus temas. García siempre ha sido muy competitivo, tanto como para llevarse mal con Juan Manuel Gozalo, que llevaba deportes en ‘Pueblo’, porque compartían siglas, JMG, y García no quería que se le atribuyeran a Gozalo sus temas o a él los de Gozalo. García, en efecto, era el típico periodista capaz de pisar a quién fuera por una exclusiva. «Ha sido el periodista con más poder que ha habido nunca en España, y el que más dinero ha ganado»
  • Ahora es impensable un periodista golpeando con saña a su propia empresa, pero García lo hacía. ¿Por qué?
  • Se sabía fuerte, imprescindible, porque las cuentas de resultados dependían de sus programas. Se sentía por encima del bien y del mal. Cuando no estaba de acuerdo con los fichajes, las inversiones o las expansiones, dejaba en evidencia a su empresa en antena. Es que cobraba más que los directivos; como él mismo decía, cobraba en función de la publicidad que generaba. Al cobrar más que los presidentes de sus empresas, se permitía el lujo de criticar las decisiones empresariales con desparpajo. ¿Es ético poner a tu empresa a caldo? Digamos que García es una persona especial, una personalidad única, muy suyo. Cuando considera que algo era injusto, se rebelaba porque no lo soportaba, e iba con todo, no hacía heridos en las batallas, le daba lo mismo la competencia que su consejero delegado. Es un caso único. P. ¿Su singularidad explica su éxito?
  • En parte, sí. Era muy competitivo y agresivo a la hora de presentar la información, pero también ameno y espectacular, porque hablar 45 minutos seguidos sin un papel y lograr hipnotizar al oyente está al alcance de muy pocos. Ha sido el periodista con más poder que ha habido nunca en España, y el que más dinero ha ganado.

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