Nur, la locutora ciega que alumbra las ondas de The One en Mosul (Irak)

Nur

Gracias al artículo de Francisco Carrión en El Mundo, conocemos la historia de esta locutora iraquí
Nur presenta uno de los programas más populares de la ciudad iraquí en una emisora nacida tras la retirada del Estado Islámico. Empezó como voluntaria y hoy cobra 30 euros por programa.



Una canción que habla de sueños rotos sucede al tintineo de las señales horarias. Segundos después, una voz irrumpe en las ondas. Suena tímida pero no titubea. «Bienvenidos a un nuevo episodio de nuestro programa. Saludo a todos nuestros oyentes. Hoy nos acompaña Abdelrahman, un rapero de nuestra ciudad. Debo reconocer que no sabía que existiera este tipo de música en Mosul», vocea Nur al Tai al otro lado del micrófono. El piloto rojo brilla en el centro del estudio y el artista responde a las preguntas.

Así arranca la última entrega de Nur (Luz, en árabe), el espacio estrella de One FM, una de las primeras emisoras de radio nacidas en la que fuera capital iraquí del califato tras la derrota del autodenominado Estado Islámico. Dos años después del fin del yugo yihadista, el transistor ha vuelto a sintonizar con una incipiente libertad en una urbe devastada por nueve meses de cruenta batalla.

Nur -18 años recién cumplidos- perdió por completo la visión en el verano de 2015, apenas un año después de que los barbudos dictaran su ley en el callejero de Mosul. «La presión ocular me terminó provocando la ceguera. Los médicos lo detectaron tarde y la ocupación de la ciudad por parte del Daesh [acrónimo en árabe del Estado Islámico] hizo imposible que pudiera salir para recibir tratamiento», explica a EL MUNDO la joven, que ha encontrado en las ondas su altavoz.

«Al quedarme ciega, me entretenía en casa escuchando la radio e imitando a los locutores con un pequeño micrófono. Traté de formarme para reunir la valentía de hablar en público. Entonces carecía de medios para hacer escuchar mi voz», rememora Nur. La adolescente, que hizo su presentación en sociedad en un certamen de talentos, llamó a las puertas de la emisora a principios del año pasado, poco después de que One FM inaugurara sus emisiones.

«Vino pidiendo presentar un programa. Tenía muchas ganas y le ayudamos a cumplir su sueño», reconoce Ghadir Ahmed, director del canal. «Fue así como se acabó quedando con nosotros. Desde entonces ha firmado casi un centenar de entrevistas a vecinos de Mosul, grandes y pequeños. Su misión es dar a conocer a gente que tiene aficiones e historias de éxito. Que una persona ciega presente un programa como éste es un mensaje muy claro a la audiencia: la discapacidad no es un obstáculo sino una fortaleza», agrega. «Es ella la que elige a los invitados y prepara los cuestionarios», apunta.

Su espacio, que se emite en directo dos veces al mes, arroja esperanza entre la desolación de una ciudad reducida a escombros que batalla todavía con la digestión del conflicto. Sus capítulos son haces de luz para animar las tareas de rehabilitación y el lento regreso a casa de quienes habitaron una vez un callejero carcomido por las refriegas. «Poco a poco la vida vuelve a la normalidad pero la ciudad sigue destruida y no hay servicios tan básicos como el agua o la electricidad», murmura Nur.

Sus conversaciones buscan rescatar las intrahistorias de la villa, ejemplos de resiliencia frente al abandono de políticos y comunidad internacional. «Recuerdo que el episodio que concitó más éxito fue la entrevista a un ciego que consiguió construir una red de comunicaciones en tiempos del Daesh para poder hablar de un modo seguro con sus amigos».

«La idea es siempre la misma: dar una oportunidad a los que merecen ser escuchados», arguye Ghadir, un periodista que huyó de Mosul tras la llegada de los acólitos del IS (Estado Islámico, por sus siglas en inglés) y encontró asilo en Bélgica. «Tras la liberación de la ciudad, decidí regresar. Quiero ayudar a recuperar Mosul», desliza el joven en plena recomposición del tejido mediático del enclave. One FM, que mezcla música con magazines de entretenimiento y tertulias, es una de las dos emisoras privadas lanzadas en los últimos años.

El resto de radios emiten aún desde la cercana región autónoma del Kurdistán iraquí. Un lento despertar de la pesadilla del IS, que clausuró todos los medios; persiguió a su personal; impuso castigos físicos a quienes fueran cazados escuchando el dial; y solo permitió la difusión de Al Bayan, la emisora desde la que anunció decapitaciones; victorias militares; salvajes edictos y sangrientos ataques en el extranjero.

«La radio vuelve a ser un medio muy popular, seguido por gente de todas las edades y todos los sectores», celebra su artífice. La cadena emite desde un café construido para quienes quieren saciar la curiosidad de asistir a las retransmisiones a través de una pecera mientras dan sorbos a un té y, de paso, contribuir a la azarosa financiación del medio.

Como el resto de compañeros de aventura, Nur inauguró su singladura ante el micrófono en calidad de voluntaria. Hasta que las cuentas de la cadena comenzaron a despegar. «Recibo unos 30 euros por cada episodio pero el objetivo no es ganar dinero sino llegar a la gente», replica esta estudiante, que alterna su último curso de bachillerato con su pasión radiofónica. «Una vez comuniqué la suspensión del programa y las reacciones del público fueron tales que tuve que rectificar y seguir».

Empeñada en elevar su voz sobre la oscuridad que una vez secuestró Mosul, Nur no solo se encarga de mostrar los sueños ajenos. «Yo también tengo mis propios sueños», responde. «Quiero ir a la facultad y estudiar periodismo. Mi aspiración es trabajar algún día en un canal de televisión en Irak o en algún otro lugar del mundo. ¿Quién dijo que fuera imposible? Me puse frente a un micrófono con 16 años y puedo llegar adonde yo quiera».

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