Lara López (Radio 3) presenta su primer libro de poemas

Lara López

Ha abandonado temporalmente su hermosa casa del ‘Triball’ madrileño para vivir, por razones de salud, en un pueblo pequeño del noreste de la Comunidad de Madrid. Desde allí se ha desplazado Lara López para conversar en una terraza del barrio de La Latina, vestida de negro en pleno verano, aunque el modelo sin mangas que ha elegido permite ver la libélula que lleva tatuada en el brazo. Una potente carta de presentación para hablar de su poemario «Insectos», publicado por papelesmínimos. Fernamdo Olmeda ha conversado con ella para nuevatribuna.es



A pesar de la situación de la radio pública, de cuyo rumbo actual discrepa, mantiene la pasión por un medio que le ha dado todo. En la actualidad dirige y presenta el programa Músicas Posibles, una selección musical diaria que apuesta por géneros diferentes y artistas de todos los tiempos. Se emite de lunes a viernes de seis a siete de la mañana en Radio 3.

FO.- Tu primer libro fue una novela, «Óxido». Han pasado unos cuantos años y ahora propones un poemario. ¿Por qué?
LL.- Muy sencillo. No tenía ganas de escribir una novela. No tenía una historia, tenía muchas historias, historias que tenían que ver conmigo, con mi entorno, con lo que estaba viendo, y también con lo que no estaba pasando, con las grandes frustraciones de estos últimos años, que estaban contagiando todo lo que escribía.
Cuando me cesaron como directora de Radio 3 empecé a estudiar filosofía en la UNED para tener ocupada la cabeza con otras cosas que no fueron titulares, estupideces, tuits… Quería que mi identidad no se desdibujase, seguir siendo yo, frente a eso que en ese momento me estaban planteando, que era renunciar a lo que habíamos
sido, a aquello por lo que habíamos luchado. Porque lo que hicimos lo hicimos con mucho entusiasmo, dejándonos la piel…

FO.- Estás refiriéndote a esa etapa de Radio Nacional en la que tratasteis de hacer una radio pública diferente, entre 2008 hasta tu cese en 2012, cuando cambió el Gobierno y la dirección del Ente Público….
LL.- Exacto. Entonces, como la UNED exige mucho, hay que estudiar mucho más de lo que uno cree de antemano, la literatura se convirtió en una válvula de escape para volver a ser yo misma. Entonces me di cuenta de que tenía un libro. Yo lleno cuadernos y cuadernos con poemas, anotaciones… imagino que como tú…

FO.- Claro. La vida es una fuente continua de ideas y si no las apuntas se van de la misma manera que llegan, imposible memorizarlo todo.
LL.- Eso es. Pues yo no suelo repasar el contenido de los cuadernos, no soy nada nostálgica para eso. Pero cuando descubrí la palabra «insectos» que da título al libro, me di cuenta de que en aquellos textos había cucarachas, termitas, luciérnagas, libélulas… y que esos textos tenían coherencia entre sí. Me di cuenta de que utilizaba metáforas en las que aparecían los insectos.

FO.- Las segundas novelas siempre son más comprometidas que las primeras, la responsabilidad es mayor. En cierta medida eludiste ese reto…
LL.- Tuve la sensación de que el género no era importante, que lo importante era que si tenía o no algo que contar. Y eso estaba. Félix Romeo solía decirme que, después de «Discotèque», no escribiría una sola novela más en su vida, porque no tenía nada que contar. Tuvieron que pasar siete años hasta que publicó «Amarillo».
Pero la publicó. Hay momentos en que hay que razonar un poco y decirse a uno mismo: ‘Esto es lo que hay’. Esto es lo que quiero contar. Y además, «Insectos» es para mí un cierre, cierre de muchas cosas, voy a cumplir cincuenta años, es una especie de homenaje al yo que he sido, a todo lo que he crecido, cambiado, aprendido, a lo que he dejado atrás, frustraciones, miedos, desencuentros, lo que ha salido mal y lo que ha salido bien. Un ajuste de cuentas.

FO.- Quizá sería, más bien, un balance de vida…
LL.- Sí, algo así.

FO.- El poemario está dividido en cuatro partes, que corresponden a cuatro grupos de insectos… y probablemente a cuatro tipos de sensaciones o sentimientos.
LL.- Así es. El miedo, que tiene que ver con las cucarachas. Con las termitas, el paso del tiempo, lo inexorable, lo que no puedes evitar. Las libélulas simbolizan lo que no ha sucedido, lo que no has llegado a concluir, lo que soñaste pero eran sueños de otros, las cosas que se quedan por el camino, como el destello de un gran amor. Finalmente, las luciérnagas, que son un grupo de poemas en homenaje a amigos escritores que conocí, quise mucho y ya no están con nosotros: Félix Romeo y Nacho Padilla.

FO.- ¿Cómo has trabajado con los poemas? ¿Cómo han ido fluyendo, cómo los has escrito o reescrito?
LL.- Curiosamente, «Óxido», siendo un relato, fue considerado un libro de poesía. Me pareció interesante. ¿Qué tenía de poético? Probablemente las elipsis. La narración, la manera de contar, es muy emocional, prevalece el ritmo interno, y eso hace que se construya una suerte de ritmo poético que nada tiene que ver con la poética convencional. Era un lenguaje cercano a lo doméstico, sin pudor, y es lo mismo que hago en «Insectos», porque me gusta escribir así, porque me dicen los lectores que pueden imaginar lo que cuento, y eso me interesa ese proceso. He sido buena lectora de poesía -ahora solo leo manuales de la UNED escritos por profesores de la UNED-, y me gusta Szymborska, De Andrade, Pizarnik, Carver (como poeta), Machado, Jiménez… Todo eso es lo que se te queda. Tú no puedes hacer lo que ellos han hecho, entonces te limitas a manejar tus herramientas para contar, para llegar al otro, para tocar al lector aunque sea mínimamente, para que se quede un minuto conmigo, y luego lo haga suyo.

FO.- Has dicho que este libro es el final de una etapa personal, como si cerrases una puerta… Pero siempre se abre otra, la del futuro inmediato.
LL.- Puerta o ventana, ¿verdad? Sigo escribiendo, y tengo ganas de volver a publicar. No sé si esto se pasa, tú lo sabrás mejor que yo, que tienes una larga carrera como autor…

FO.- No se pasa…
LL.- Me lo imaginaba. Pero ahora, bueno, me parece que me están entrando ganas de escribir teatro o ensayo -esto debe de ser por los estudios de filosofía-, ahora estoy dispuesta a probarlo todo. Como no me siento muy ortodoxa… Pero como experiencia vital. Imagino que como tú con tu función de «Un hombre ante el abismo»…

FO.- Sí, está siendo una interesante experiencia, que conecta precisamente con esa idea de probar nuevos territorios de expresión y ofrecer al público poemas o relatos con otro envoltorio…
LL.- Eso es, la trascendencia está en otras cosas, ‘el arte es largo y además no importa’ que decía Machado… Por eso me dejo llevar, que no manden en mi vida las expectativas.

FO.- En todo caso, la elaboración del poemario ha sido también un refugio, después de los cambios en la emisora en la que trabajas desde hace mucho tiempo, y que te han impactado mucho. ¿Cómo ves los medios de comunicación, la comunicación en general?
LL.- Somos supervivientes, y sobrevivimos mal. Con pocas probabilidades de ganar batallas. Todo en mí dice que está todo mal, he perdido la fe, la confianza, me espanta el miedo que hay por todas partes, el miedo a decir la verdad, el miedo a enfrentarse al otro y a la vez la histeria que lleva a querer apuñalar al otro, lo que pasa en las redes… Me lo decía Ray Loriga, hay una especie de histeria colectiva que impide la reflexión o la empatía. Pero por otro lado te levantas todos los días y haces cosas como las que yo hago, de repente haces un buen programa de radio con música impresionante de gente que si no es así no llegaría a ningún sitio…
Esa responsabilidad a mí me salva. La literatura no me salva tanto como mi día a día en una emisora pública. A eso le tengo mucho respeto. Me devuelve la fe. No tengo fe pero la tengo, soy un manojo de contradicciones.

Sinopsis de «Insectos»
Lara López nos ofrece un fresco ácido, duro, un pinchazo sin algodón. El teléfono que no suena, la vida doméstica, los boquerones fritos, la voz de Jessye Norman, las despedidas, los abusos, las habitaciones de los hoteles, Blind Willie Johnson, los encuentros, las casas vacías, el pan con chocolate, los planes, el libro a medias, el derrumbe, el televisor de la casa de al lado, tu propio televisor, la nieve por dentro y por fuera, los encuentros, las pesadillas, los periódicos doblados, el barrio abandonado, el insomnio, lo callado, la espera. Todos afanados como insectos procurando una compañía. «Hola, soy yo. / Volveré a llamar, / ¿vale? Pitido. / Hola, soy yo. / Volveré a llamar, / ¿vale? Pitido.»

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