La desconocida historia de Isabel Del Castillo, locutora de Unión Radio Madrid

Isabel Del Castillo

La cuenta Fernando Castillo en europasur.es: Hay vidas que proporcionan argumentos para una novela bien sea por su oscuridad, por los acontecimientos por los que se cruzan o por los elementos que la determinan. Unas biografías, a veces turbias, que en momentos como una guerra toman un rumbo imprevisto, dejando lo anterior sumido en una nebulosa y lo siguiente oculto en una oscuridad interesada, lo que les otorga unos rasgos muy literarios. Entre las muchas vidas novelescas de los días de la Guerra Civil con las que uno se cruzó al escribir La extraña de retaguardia, sobresale la de Cándida, luego Isabel, del Castillo.



Mujer de su época, avanzada y libre, tuvo un hijo con un francés que luego fue un conocido novelista que aun vive: Michel del Castillo. Al comienzo de la Guerra Civil, y a pesar de sus simpatías republicanas, fue detenida parece que por una extraña amistad con la familia de José Calvo Sotelo. Poco se sabe de este periodo carcelario en San Antón del que hay escasos datos, y los que existen se confunden con sus actividades posteriores como agente del SIM. Es quizás lo que le sucedió a Mercedes Fórmica, quien en sus memorias señala que la futura Isabel del Castillo se dedicó a denunciar a presas partidarias de los sublevados. Poco duró el encierro pues no tardó en integrarse en el complejo Madrid de la guerra en el que coincidían combatientes y todo tipo de personajes. Se convirtió en una conocida locutora de Unión Radio gracias a su verbo incendiario ya como Isabel del Castillo y se casó con un teniente de la XIV Brigada Internacional llamado José Sfax, del que no tardaría en enviudar. Una boda cuya fotografía recogió el ABC a modo de ecos de sociedad del Madrid de la guerra, en la que aparece joven y atractiva.

No sabemos en qué circunstancias, aunque cabe pensar que sería en algunos de los lugares que frecuentaba esa gente a la que la guerra le había mejorado la existencia, coincidió con Jacinto Rosell, un joyero convertido en subjefe de la Brigada Especial de la Policía que dirigía Fernando Valentí, dedicada a la lucha contra la Quinta Columna y el POUM, pues fue la unidad que detuvo a Andreu Nin. Jacinto Rosell, quien se convirtió en su amante, vio pronto sus cualidades y la integró en la Brigada Especial junto a tipos como el ubicuo y agente doble Alberto Castilla Olavarría. La labor de la activa e inteligente Cándida no se limitó a la lucha contra la Quinta Columna, sino también a controlar y vigilar a los propios miembros de la Brigada, una actividad que llevaba a cabo con el nombre de guerra de Isabel, que acabaría adoptando. Poco después pasó a depender del SIM, a las órdenes del todopoderoso y oscuro Ángel Pedrero, donde fue una de las agentes más efectivas en la desarticulación de grupos de quintacolumnistas en los que se infiltraba, de ahí su apodo de La Quinientos, por el número de detenidos que había logrado. Su trabajo como agente provocador, que dio lugar a la caída de varias organizaciones quintacolumnistas, y como informadora acerca de asuntos tanto del contraespionaje como del mercado negro, le llevaron a frecuentar lugares equívocos como el Café Kutz, Negresco, Mansard o Villa Rosa, al tiempo que le dieron cierta fama pues aparece sin veladuras en la novela de Tomás Borrás, Checas de Madrid, tan testimonial como exagerada, bajo el nombre de Cándida L.Z. 500. Una actividad idéntica a la descrita por Max Aub en Campos de Sangre y desplegada en Barcelona por el personaje de Lola Cifuentes, también agente del SIM, quizás inspirado por Cándida/Isabel.

Al triunfar el golpe del coronel Casado Isabel del Castillo sabía que su actividad como agente al servicio del SIM y su cercanía a los comunistas eran una sentencia de muerte, así que se apresuró a dejar la capital con su hijo Michel. Como tantos otros que huían de Madrid en desbandada ante la inminente entrada de las fuerzas franquistas, se dirigió a Valencia desde donde logró pasar a Orán en uno de los barcos del exilio y luego a Francia. Fue de los afortunados que lograron escapar, al contrario que la mayoría de sus compañeros de actividades de espionaje, desde su amante Jacinto Rosell a Fernando Valentí, pasando por Ángel Pedrero o sus enlaces en el SIM, Atilano Molano y Lisardo García, cuyo destino he contado en otro lugar. Después de un periodo oscuro, en los años cincuenta tuvo un enfrentamiento de tintes modianesco con su hijo Michel del Castillo raíz de la publicación de su novela Tanguy en la que le acusaba de abandonarle, a lo que respondió atribuyéndose la autoría de la obra y acusándole de robarla. De su supuesta vinculación con la Resistencia y su lucha contra los alemanes durante la Ocupación solo podemos decir que lo cuenta en sus memorias El incendio. Ideas y recuerdos, editadas en Buenos Aires en 1954, que tienen más de ficción que de testimonio, donde procuró enturbiar las cosas. Luego, quien tantas personas había sido y tanto había vívido, se eclipsó definitivamente.

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