Josep Cuní (SER Catalunya): «Esto de tener que estar anunciando el fin del mundo cada cinco minutos no sé si lleva a alguna parte»

Josep Cuní

Àlex Gutiérrez le ha entrevistado para ara.cat: Ornella Vanoni canta Domani è un altro giorno por la antena de SER Catalunya. Pero, para Josep Cuní, que ha elegido la canción, mañana no será un día cualquiera, sino el primer día después de cerrar medio siglo de periodismo vinculado a la actualidad diaria. Hora de mirar atrás, pero también adelante.

  • ¿Qué tendría que poner sobre la mesa un editor para convencerte de escribir unas memorias?
    — (Ríe). Tendría que poner… capacidad de seducción. En según qué momentos, soy fácilmente seducible, pero ni creo que haya ningún editor interesado ni yo tampoco estoy especialmente interesado en escribirlas. Al menos tal como se entienden las memorias: otra cosa es elaborar algún texto con reflexiones personales.
  • ¿No tienes cuentas por saldar?
    — No, no, no. Yo no he tenido nunca cuentas por saldar con nadie. No he sido nunca rencoroso y he disfrutado de una gran capacidad de olvido de aquello que necesita ser olvidado, más que nada para tener una vida mental sana.
  • ¿Das un paso al lado, atrás, adelante…?
    — Sencillamente dejo el día a día de la información.
  • ¿Y por qué?
    — El día a día de la información se ha convertido en una Thermomix que hace una serie de productos que no siempre son digeribles, ni por el mismo cocinero. Esto de tener que estar anunciando el fin del mundo cada cinco minutos y, al ver que no se produce, volverla a anunciar otra vez… No sé si lleva a alguna parte, sinceramente. Debe de ser la dinámica de los tiempos, pero yo no me siento cómodo. Como los tiempos son convulsos, lo que tendríamos que hacer es aportar elementos para permitir reflexiones más serenas y, dentro de lo posible, más lúcidas.
  • ¿Nos falta mirada larga en el país?
    — Diría lo que nos sobra, en Catalunya: una permanente mirada corta.
  • En una intervención reciente en el Colegio de Periodistas dijiste que solo te habían llamado para picar piedra. ¿Tan duros han sido estos 50 años a pie de micrófono?
    — A mí siempre me han venido a buscar para poner en marcha proyectos. Yo estaba en Radio Barcelona, donde empecé picando mi propia piedra en una casa consolidada. Y picaba piedra para hacerme no digo ya un nombre, pero como mínimo un lugar. Entonces me vino a buscar Catalunya Ràdio, que hacía dos años que existía, pero tenía una audiencia inapreciable. Y también picamos piedra. De hecho, lo hicimos bastante bien para haberle dado el liderazgo a la radio primero y, después, al programa matinal, cuando dejé la dirección de programación para centrarme en este programa.
  • ¿Cómo fue la relación con Pujol y su entorno en aquella época?
    — Yo he tenido siempre una relación curiosa con el poder político. Era aparentemente cordial, pero con una cordialidad que no me ha condicionado nunca como periodista. Ahora bien, el hecho de que yo haya hecho siempre las preguntas que creía que tenía que hacer, me ha creado una serie de recelos. Unos recelos que se han mantenido en el tiempo y que han ido cogiendo el relevo tanto de los colores políticos que han accedido al gobierno como de los que se han mantenido. Pero en el fondo ha interferido poco. Siento como si los políticos me hubieran dado por imposible.
  • Algún cuchillo por la espalda has recibido.
    — Claro. En algunas ocasiones han intentado que me echaran por la puerta trasera, que es como siempre trabaja este tipo de poder, para negar cualquier tipo de injerencia: que no puedan decir que no respeta la independencia periodística. Son gente que actúa siempre por debajo de la mesa o te entra por detrás del talón. Pero, después de cincuenta años, es fácilmente comprobable que no lo han acabado de conseguir. Y eso que me han montado campañas de desprestigio.
  • Te refieres a la que se generó cuando fichaste por la COM, que era el intento socialista de neutralizar una Catalunya Ràdio percibida como altamente convergente.
    — Sí, efectivamente. Allí hubo una campaña bastante cruel porque, antes de aceptar que alguien se había equivocado, prefirieron cargar en mi contra. Me presentaron como un vendido, cuando resulta que yo acepté la oferta de la COM porque, entre otras cosas, cuando intenté retomar mi trabajo en Catalunya Ràdio, me cerraron las puertas con cerradura y cerrojo, contrariamente a lo que me habían dicho antes de marcharme e incluso los primeros días después de volver. Había habido un cambio en la dirección general de la Corporación y, a partir de ahí, empezaron a imponerse otros intereses. Y, por lo tanto, me tocó volver a picar piedra… Ahora en la COM. Nunca he tenido la oferta de seguir un profesional consolidado para ir al mantenimiento del nivel ya fijado. Que es tanto o más difícil que empezar desde cero. No lo menosprecio. Solo constato.
  • Ya entiendo que no revelarás qué votas, pero sí que me atrevo a preguntarte si has sido constante con tu voto.
    — (Pausa). No lo sé porque no lo recuerdo. Parecerá una boutade, pero no lo es. Siempre he previsto el voto desde la responsabilidad democrática, teniendo en cuenta las diversas circunstancias que puedan confluir en cada momento. No he entendido nunca la política como una religión y, por lo tanto, he rehuido aquello que hace la religión de decir: «fuera de mi fe, todas las otras están equivocadas». La política es un instrumento imprescindible, pero solo un instrumento. Una herramienta para cambiar las cosas, si es posible, a mejor. A veces, por ejemplo, he decidido el voto por necesidad de regeneración democrática. Otra vez tenía dudas importantes y, entonces, cogí dos papeletas, dos sobres y me los puse en el bolsillo. Cuando llegué al colegio electoral, voté y rompí el sobre de la otra papeleta: a día de hoy todavía no sé qué voté. Puedo saber qué no he votado nunca, pero del resto no puedo decir si he sido muy fiel… Si nunca me he tomado la política como una teología, no puedo entender el voto como un acto de fe inamovible.



71066