José Ramón De la Morena: «La Vuelta a España era una locura. Descubrimos que se podía emitir la señal desde un helicóptero»

José Ramón De la Morena

Enric González le ha entrevistado para relevo.com: El periodista habla de la profesión, de aquella guerra con Supergarcía y de la actual crisis en la RFEF: «¿Alguien se cree que los 24 millones son para Piqué? Yo no».



Esta vez no hay bar, sino museo. Quizá sea lo más adecuado para rememorar una larga y terrible batalla que hace años enfrentó en las ondas a dos grupos mediáticos y, en último extremo, a dos personas. Quien no vivió esa batalla no sabe lo que es la radio. El dueño del museo privado, lleno de pedazos de historia del deporte español, es José Ramón de la Morena. El museo forma parte de una casa portentosa, como un pequeño parador nacional: De la Morena y su antiguo rival, José María García, ganaron buen dinero con aquel enfrentamiento obsesivo. Ahora están en paz. Pero no esperen una charla pacífica: la corrupción del fútbol sigue indignando al periodista radiofónico, retirado desde 2021.

Permitan que, antes de charlar con José Ramón de la Morena, cuente una historia sobre la testarudez del personaje. Hacía falta mucha para disputarle al mítico García la supremacía en la radio nocturna. De la Morena nació y ha vivido siempre en Brunete, cerca de Madrid. Cuando pensó en construirse una casa tuvo claro que debía incluir el árbol junto al que de pequeño jugaba con sus amigos. Ni siquiera se sabía de quién era la finca. Tras años de investigar pozos, registros y legajos notariales, De la Morena se hizo con el árbol. Y con todo lo demás.

Tú y yo tenemos una edad parecida. Estamos en la sesentena. Yo no soy un gran oyente de la radio, pero recuerdo muy bien las arremetidas de García contra Pablo Porta, nombrado presidente de la Federación Española de Fútbol en 1975, aún bajo el franquismo. Aquel “Pablo, Pablito, Pablete” con que encabezaba sus invectivas desde los estudios de la SER.
Yo aún no había llegado a la universidad. Él hacía muy buena radio. Fue el pionero del reporterismo, fue quien empezó a poner micrófonos en los banquillos, fue quien retransmitía la Vuelta a España como si lo hiciera en directo: grababa, iba a un bar y soltaba lo grabado por teléfono. En aquellos tiempos Radio Nacional era muy oficialista, conectaba a las 8 de la mañana y no volvía a hacerlo hasta el informativo de mediodía. García, en cambio, entraba en antena todo el rato.

García se fue de la SER en 1982 y llevó su programa “Supergarcía” a Antena 3 Radio. En 1989 creas “El Larguero” en la SER. Y comenzáis a competir.
Qué tiempos. La Vuelta a España era una locura. Descubrimos que se podía emitir la señal desde un helicóptero. Lo que hacíamos era buscar un bar, pinchar una antena en un teléfono y enviar la señal al helicóptero, que a su vez la rebotaba a la unidad móvil, que podía estar a bastantes kilómetros. Era un directo real. Pero había que encontrar el bar. En algunas carreteras había sólo un ventorro y tenías que hacerte con su teléfono a codazos o a hostias. La línea se cortaba a veces. Asumíamos riesgos tremendos cuando el helicóptero se metía entre nubes porque entonces no existía el GPS y no sabíamos dónde estábamos, podíamos estrellarnos bajando. Una vez hubo que buscar el mar y hacer un aterrizaje de emergencia en una playa.

¿Cuándo fue eso?
Recuerdo que la etapa arrancaba en Padrón, el pueblo de Pepe Domingo Castaño. Podía ser 1992 o 1993. García aún era líder de audiencia.

¿Qué hacía falta para tener éxito en esa batalla radiofónica?
Estar en el sitio justo. Bueno, antes que nada, hacía falta buscar el éxito con muchas ganas y tener una vocación periodística de esas que te lleva a arriesgar incluso la vida, bajando los puertos del Tour a toda velocidad para llegar a un teléfono.

Tú eras consciente de estar metido en una guerra comercial.
Sí, claro. Pero no piensas en eso. El día en que se mató Barroso, sobrino de mi ingeniero en la SER y técnico de Antena 3, donde estaba García, nos replanteamos muchas cosas. Era todo muy loco, no medías, maltratabas tu cuerpo. Yo he tenido la suerte de no tocar nunca el tabaco y el alcohol, pero mis compañeros fumaban y bebían muchísimo. En fin, muchas veces no encuentras el éxito por más que lo busques. Pero si no lo buscas no lo encuentras nunca. Lo que cuenta es merecerlo.

¿Tú sentías que lo merecías?
No siempre. Por eso andaba buscándolo. A veces salía eufórico de la radio, convencido de que habíamos hecho un gran programa. Otras veces salía hecho polvo, con un tremendo complejo de impostor.

Creo que más o menos todos los que nos dedicamos a este oficio sufrimos alguna vez el síndrome del impostor
¿Sí?

Sí. Esa sensación de que no vales y de que los demás van a descubrirlo.
Pues sí. A veces me sentía un negado, menos útil que el último becario. Tenía la sensación de que García, mi competidor, preparaba menos que yo el programa, que las cosas le salían con más facilidad. Yo necesitaba una orquesta a mi alrededor, hacía un programa coral. Un día, en una Vuelta a España, le tocó sentarse a mi lado. No nos hablábamos. Y le vi describir.

[Una anotación: no es lo mismo describir que narrar, especialmente en la radio]

Íbamos por una carretera muy mala y recuerdo que se subió al techo, cogió un micrófono y empezó a describir: «Circulamos por una carretera angosta, totalmente descarnada, húmeda por la llovizna, con gravilla a los lados y baches que hacen la senda peligrosa para los ciclistas…» Yo pensé: «El cabrón sabe describir». La descripción es esencial en la radio, porque la radio es imaginación. García era muy bueno. A mí me hizo mejor. Yo contaba con colaboradores fantásticos, Relaño, Segurola, Valdano, Ortego, y luego los catalanes, Besa, Astruells, Guasch, estos dos últimos tenían mucha gracia, eran como Tip y Coll. Eran tan brillantes que aquello sólo podía estropearlo yo. Y yo vivía para el programa, desde que me levantaba hasta que me acostaba. Incluso en vacaciones me dedicaba a preparar la siguiente temporada.

¿Pensabas en lo que iba a hacer García?
No. Verás, soy un tipo que cuando tiene algo claro se pone muy burro, muy pesado. Cuando no tenía las cosas claras convertía el programa en una especie de comuna hippy y me dejaba guiar. Pero en ciertos momentos había que dirigir y asumir riesgos graves y disgustos importantes. Asumir que te podían echar. Y me echaron.

¿Cómo se vive ese momento?
Mal, porque sabes que tú mismo te has hecho el harakiri. Aunque también sabes que si no te plantas cuando hay que hacerlo te conviertes en un mindundi. Tomé varias curvas a 300 por hora y de esas curvas normalmente no se sale.

Descríbeme esas “curvas”
Una fue la primera gran enganchada con García, en la que me llevé por delante al director general de la SER, Eugenio Galdón, que no me transmitía ninguna confianza, ni yo a él. En esa me libré porque Augusto Delkáder [consejero delegado de la cadena] hizo un zurcido, pero el zurcido se descosió a final de temporada. Y me echaron tras el Mundial del 90. Me quitaron el programa. Tuve la protección de Delkáder pero lo llevé mal. Me cambió el carácter. Sentía que sobraba. Fue complicado y pensé en irme, porque recibí alguna oferta interesante.

[Entonces ocurrió algo: la SER absorbió Antena 3 Radio, en una operación polémica, y José María García pasó a la Cope. De la Morena volvió a encabezar la programación deportiva de la SER]

Cuando volví conté que había estado un año fuera por un «esguince de corazón». Pero miré el reloj y vi que aún faltaba hora y media y aquello se me hizo larguísimo. Al acabar, bajando la Cuesta de San Vicente, pensé: «Duraré una semana». Y bueno, mal que bien pasó la semana. Paco González me dijo entonces que necesitaba una noticia, una gran exclusiva, como cuando habíamos puesto al descubierto las primas a terceros en el fútbol. Paco me comentó que en los Juegos Olímpicos de Barcelona se había rumoreado que a un futbolista le habían ofrecido dinero por dejarse ganar. Se hablaba de un jugador del Barcelona. Y pasamos meses husmeando.

¿Y?
Un día, durante la entrega de unos premios, se me acercó Ramón Mendoza [presidente del Real Madrid] y me preguntó: «¿Qué tal llevas la operación Milla de Oro?». Pensé de inmediato en Jesús Gil. «¿Te refieres a Marbella?» «Sí, sí», me respondió con una sonrisita. Me despistó totalmente. Investigué las cosas de Gil, Marbella y el Atlético de Madrid y no encontré nada nuevo. Total, que fui a ver a Mendoza y le dije: «Ya tengo lo de la Milla de Oro, ya tengo quien va a hablar». Y me respondió: «Imposible, el jugador no va a hablar. Es tonto, ya lo he intentado yo y no va a hablar». Entonces caí: se trataba de Luis Milla. Con la ayuda de Delkáder averigüé que antes de un partido decisivo entre el Tenerife y el Real Madrid, alguien había telefoneado a Milla, ex del Barça fichado por el Madrid, y le había ofrecido 30 millones de pesetas por cometer un penalti y hacerse expulsar antes del minuto 10. Quedé a comer con Milla y el plan consistía en que, durante la comida, Paco González se acercara y dijera: «Oye, el diario Sport publica mañana lo de Milla…»

Un farol de póker.
Estaba la mujer de Milla y se puso muy nerviosa. Fue ella quien empezó a hablar. Confirmó que una noche su marido había recibido una llamada. Él, callado. Le pregunté a Milla si había reconocido la voz. Y ella saltó: «¡No vas a reconocer a tu mejor amigo cuando te llama!». La mujer había escuchado toda la conversación desde otro teléfono. Después de la llamada, Milla fue a casa de Fernando Hierro, que era vecino, y ambos acordaron contárselo a Mendoza. El Real Madrid instaló una grabadora en el teléfono de Milla, pero no volvieron a llamarle. Alguien avisó al Barcelona. Destapamos la historia y la prensa deportiva se volvió contra Luis Milla, por no haberles dado a ellos la exclusiva. Le machacaron. Le acusaron de haber puesto al fútbol bajo sospecha. El Madrid le ordenó que no hiciera declaraciones. Y se fue echando tierra al asunto hasta que se apagó.

[Queridos amigos, aquí viene una parte que De la Morena prefiere mantener confidencial. Lo siento porque es sabrosa. Aparecen muchos personajes del fútbol y ninguno sale bien parado. Aparecen muchas trampas y engaños. Me permito revelar que el autor de la famosa llamada fue Guillermo Amor, el mejor amigo de Luis Milla. ¿Quién dio el soplo al Barcelona? Si esto fuera una novela, el autor del chivatazo a José Luis Núñez, el que interrumpió la operación, habría de ser el gran rival, José María García, para chafarle la exclusiva a De la Morena. No es imposible que en realidad fuera García].

O sea, que al final no pasó nada.
Nada.

¿Qué piensas cuando constatas que, después de tantos años, el mundillo del fútbol ha cambiado tan poco?
Pienso que no ha cambiado nada, absolutamente nada. Mira que Ángel María Villar estaba rodeado de gente muy corrupta, gente peligrosa, pero llega a parecer el menos malo. Porque llega Luis Rubiales a la presidencia de la Federación y en cuatro años ya ves la que monta. Una de las cosas más graves que he visto en el fútbol son los 24 millones de euros de comisión que se lleva Gerard Piqué por la Supercopa en Arabia Saudí. Conociendo este mundillo, ¿alguien se cree que los 24 millones son para Piqué? Yo no me lo creo. No me creo que se desestimen ofertas como la de Catar para que Piqué cobre su comisión. Y luego lo del piso pagado por la federación, el maltrato a las mujeres, la forma en que cesa a Julen Lopetegui como seleccionador…

¿No hay solución?
Unas elecciones limpias en las que cada federado tenga un voto. Pero nadie quiere esas elecciones. Un amigo ejecutivo me preguntó si tendría opciones en caso de aspirar a la presidencia de la Federación. Le dije que ninguna, salvo que comprara 75 de los 140 votos de la asamblea, como se ha hecho siempre. ¿Cómo se compran esos votantes? Doblándoles el sueldo. Todo se cocina en las federaciones territoriales. Recuerdo que José Luis Rodríguez Zapatero [ex presidente del Gobierno] me dijo una vez: «Mal presidente seré yo si no soy capaz de democratizar el fútbol». Y ya ves. Ahora Pedro Rocha [sustituto de Luis Rubiales] se ha puesto un sueldo de 360.000 euros anuales y alega que, a diferencia de Rubiales, él va a pagarse su propia vivienda. Es bestial. El anterior secretario de Estado del Deporte, Víctor Francos, nos llamó un día a José María García y a mí y nos preguntó qué había que hacer. Los dos respondimos lo mismo: unas elecciones limpias en las que cada federado tenga un voto, o sea, en la que participen millones. Francos nos dijo que lo intentaría. Poco después presentó su dimisión «por motivos profesionales».

Supongo que no se puede luchar contra una mafia tan consolidada.
Todo lo cocina por detrás Alejandro Blanco [presidente del Comité Olímpico]. Cuando Francos anunció sus planes, Blanco llamó a Pedro Sánchez para decirle que ni de broma, que eso sería una guerra, que tendría en contra a todas las federaciones territoriales… Y se acabó.

Volvamos, para acabar, a aquella antigua guerra. Acabaste ganando: a partir de 1995 superaste en audiencia a José María García. ¿Hay heridas aún abiertas?
Fue duro. Sobre todo por los daños colaterales. Una noche dije algo que… No sé, el calentón, el subidón de adrenalina… No fui consciente hasta hace poco, cuando Jordi Évole me hizo escucharlo. García dijo que a mí no me gustaban los toros, sino los toreros. Como llamándome homosexual, cosa que a mí, que no lo soy, no me parece un insulto. Pero respondí con un disparate.

[De la Morena no quiere volver sobre ello, pero es de dominio público. Su respuesta a la frase de García fue: «Sí, pero yo no me acuesto con una vaca»].

Cuando pude, pedí personalmente perdón a la mujer de García. Y me sentí mejor.

La bronca entre vosotros subía las audiencias de ambos.
Sí, pero mira, hace poco recibí la carta de alguien, un hombre, que me decía que con mis programas le había ayudado a sobrellevar una depresión que se hacía aguda por las noches. Me daba las gracias. Le hice llegar la carta a García diciéndole «mira, a veces hemos servido para algo». Creo que los dos hicimos muy buena radio.

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