Javier Lostalé (RNE), publica su poemario «Cielo»

Javier Lostale

La pasión, la muerte, el tiempo, la soledad y la vida toman la palabra en este nuevo poemario del autor titulado «Cielo», que ha editado la Fundación José Manuel Lara en su colección Vandalia.

Su voz es reconocible para los amantes de la radio y de la poesía. Javier Lostalé, periodista vinculado a la radio (RNE) en programas literarios como «La estación azul», acaba de publicar su nuevo poemario, «Cielo» –Fundación José Manuel Lara en su colección Vandalia–, con el que ahonda en su lenguaje desnudo y sin artificios y en el amor, uno de sus temas recurrentes. Le ha entrevistado el diario La Razón.

–¿Por qué este título?
–En principio se iba a llamar «Borrado y celeste», pero la poeta Pureza Canelo me sugirió «Cielo» como más adecuado porque el cielo tiene un horizonte ilimitado, no es tocable, es transparente.

–¿Cuál es su intención?
–Borrar mi yo para que entren los demás, aunque el yo siempre esté latente. Este libro tiene algo de consumación, de todo lo perdido y de lo que no existe. A veces, lo que tiene más vida es aquello que aparentemente no existe y nuestra vida a menudo está guiada más por los ausentes, que siguen actuando dentro de nosotros, que por los presentes.

–¿Su poesía no se entiende sin el otro?
–Sí, eso es, porque cuando escribimos, siempre estamos pensando en alguien. Pasa con el locutor de radio: para hablar debe dirigirse a una persona en particular que no dice, pues así tiene más credibilidad ante los oyentes.

–¿Cuál es la materia de «Cielo»?
–El amor y el desamor. He intentado llegar a lo más invisible, a lo más esencial, a hablar del amor, pero más allá del amor con figura, más allá del amor físico concreto.

–No solo el vivido.
–También el no vivido, que es incluso más interesante que el vivido. Eso está en el núcleo del libro. Es, entregarse a aquello que uno pudo vivir y no vivió y, a pesar de eso, ir dando naturaleza a la vida de ese ser. Amor vivido y a veces perdido y amor que pudo ser y no llegó.

–También la muerte, el tiempo, la soledad…
–La vida en definitiva. A pesar de las pérdidas, del dolor, este es un libro sereno, de aceptación de la muerte. Cuando uno llega a una determinada edad, ese sentimiento de serenidad que intento imprimir está muy presente. El tiempo es algo abstracto que construimos nosotros con nuestros actos y el de nuestra última etapa puede ser muy fructífero, feliz y muy engendrador de vida.

–¿La poesía es un género literario o un hecho vital?
–Lo es formalmente, pero es mucho más que un género. Como dice Antonio Colinas, «la poesía es una forma de ser y de estar en el mundo».

–¿Cómo es su lenguaje?
–Para mí, la desnudez y la depuración son primordiales. He procurado un lenguaje desnudo, lo más sintético posible, porque la poesía es síntesis. En el poema, el color, el sonido, la música, el pensamiento, los sentimientos… forman una unidad, por eso, el lenguaje sintético es lo que más conviene a la naturaleza de la poesía.

–¿Una búsqueda de lo esencial?
–Siempre, decididamente lo esencial, la síntesis prescindiendo de lo anecdótico. Por esto, mis poemas no son largos casi ninguno, son breves.

–¿Y de la unidad?
–También. «Cielo» no es una colección de poemas escritos y reunidos; desde el primer momento sabía qué quería escribir, por eso está dotado en su conjunto de unidad.

–¿Qué papel juega la emoción en su poesía?
–Fundamental, porque el poema debe emocionar, el arte en general se mide por la emoción que produce.

–¿Y lo sensorial?
–Por supuesto, en mi poesía siempre ha actuado el pensamiento a través de las sensaciones. Mi pensamiento sensorial actúa a través de los sentidos.

–¿Qué necesita para escribir?
–Silencio. Hay quien puede escribir en un bar con ruido, incluso lo necesitan, pero yo no, si acaso, un poco de música de fondo y la lectura de poesía para crear clima.

–¿Se lee bien la poesía?
–Leer no es declamar, la lectura debe de ser interior, de dentro hacia fuera y exagerando lo menos posible.

–¿Cuántas lecturas tiene un poema?
–Infinitas, tantas como lectores, incluso tantas como momentos, días o estados de ánimo. Lo mismo le ocurre al poeta, hoy te gusta un poema y al día siguiente no tanto. Es un género movible en perpetua mutación para el escritor y para el lector.

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