Jaime Fuentetaja, uno de los fundadores de Radio Vallekas

Jaime Fuentetaja

Elprogreso.es publica: Jaime Fuentetaja tiene un carnet amarillo con el que entraba en la sala Rock Ola de Madrid. Es como tener el carnet del Xabarín Club, pero de la Movida. En ese local actuaron todos los grupos que eran importantes en el pop español de los años 80. Jaime siempre ha ido donde sonase música. Así llegó a Lugo en febrero de 1998.



Si le pides que te cuente su vida, Jaime Fuentetaja empieza a los 38 años. «Llegué en febrero de 1998. Dormí en la Fonda Vivero, en la Ronda da Muralla». Cuando pasa por delante se acuerda de esos primeros días en Lugo. Venía para la Feria del Disco, un evento en el que se pagaba entrada para poder ver vinilos que eran difíciles de encontrar en Lugo.

Conoció a Lisardo Gómez, que después sería entrenador del Breogán, por la afición compartida. «Su madre me invito a comer un día y fui, me invitó a comer otro y fui; al tercero no fui porque me daba apuro y vino a buscarme. No me lo podía creer».

Jaime tiene una vida, de la que habla con gusto, desde 1998. Había nacido en 1959 en El Carracillo, un pueblo de Segovia. «De Segovia ni la burra ni la novia», advierte. Había 2.000 habitantes, «ahora quedan algunos viejos y doscientas viudas». Le gustaba aquella vida, guiar bandas de patos con una vara por el centro del pueblo cuando tenía cinco años. «Me llevaron a Madrid con doce años y me robaron la infancia».

Antes trabajaba viajando por las ciudades para montar eventos de venta de discos. «Me quedaron cinco ciudades de España por visitar». Antes de esa vida de viajero musical había sido pescadero, jardinero y vendedor de biblias, «pero duré tres días».

Empezó con puesto en el rastro entre 1974 y 1984. «Por mi puesto pasaron Alaska, Gabinete Caligari, Almodóvar,… todos». Montaba ese negocio los domingos, para divertirse porque era pescadero en Mercamadrid. «Mis amigos eran botones y cosas así porque non querían oler a pescado. Yo ganaba cuatro veces más. Además, había bote; con las propinas me compraba revistas de música».

Había pensado en estudiar radio, pero «no quería tener jefe en una empresa». No estudió radio, pero montó una emisora pirata, Radio Vallekas, junto a otras personas. «Llegamos a tener medio millón de oyentes». Tuvieron que cerrar en 1986, obligados por una ley. La radio le costaba dinero. Lo ganaba montando contadores eléctricos en una empresa en la que estuvo 17 años. «Los últimos 17 meses nos los pasamos jugando a las cartas porque decidieron cerrar y no nos pagaban».

Fue jardinero municipal en Madrid. También arregló los jardines de Miguel Ríos y Rosendo.

Pero toda esa vida ya está perdida en su memoria. «Vine varias veces a Lugo con las ferias del disco. Era baratísimo. Volví en el año 2002 con la intención de ir a Santiago de vacaciones. Como siempre madrugo fui a dar un paseo. Vi un piso muy barato en el Sagrado Corazón e hice una permuta con otro piso que tenía en Madrid». Jaime no vivía en esa casa madrileña. Residía en un piso de 23 metros cuadrados. Era pequeño porque estaba en El Viso, un barrio adinerado. Era portero. Cobraba un salario de unos 800 euros, pero el complemento era la vivienda. «Me compraron un traje que costaba más que mi sueldo», asegura.

Por las mañanas, limpiaba el edificio. Por las tardes, se aburría en el ‘chiscón’, su cuarto en el portal. «Escuchaba música en la radio». Le ofrecieron el triple de sueldo a cambio de renunciar a los días libres y se marchó. Se acordó de su piso en Lugo. Era todo su vínculo con la ciudad, pero se vino.

La música llenaba su vida, pero no todo su tiempo. En 2008 se inició en la fotografía inspirado por una imagen de Virxilio Viéitez en la que se ve a un mujer sentada en una silla y una radio apoyada en otra. «Me recuerda a las señoras de mi niñez en El Carracillo».

A cada cuatro frases cita una canción relacionada con el tema: «Tengo un millón de canciones en la cabeza».

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