En heraldo.es leemos que Federico Jiménez Losantos ha tenido una vinculación muy especial con el periodismo desde niño, con el diario ‘Lucha’ (en el que tenía una columna más o menos osada) y con HERALDO. «El primero llegaba con un día de retraso a Orihuela del Tremedal, el segundo con dos días. Y lo leía y lo releía; y en cuanto pasaban otros dos días pedía el ejemplar y recortaba las fotos del Real Zaragoza de los Magníficos». Federico Jiménez Losantos recitó aquella alineación que empezaba por «Yarza; Cortizo, Santamaría, Reija; Isasi, Pepín…». Dijo que él era hijo del lápiz y del papel y la tiza, su padre era zapatero y su madre, maestra, y reparó que hasta ahora apenas había recibido premios en su tierra y menos en Zaragoza.
Reconstruyó su vida periodística, en diversos medios y deslizó esta frase: «Yo he hecho lo que he podido, fortuna lo que ha querido». Dijo que había sido siempre un hombre de acción. «Si te paras a descansar, te mueres. Por eso me ha gustado meterme en líos. Mi abuela murió a los 107 años, y me queda mucha vida. Soy de pueblo: se trata de conservar lo tuyo y haz lo que puedas».
Además de explicar su forma de vivir y ejercer el periodismo, como un francotirador con ironía y venablo crítico, Federico Jiménez Losantos, fundador de ‘Libertad Digital’, abordó lo que él llamó «el valor moral de la propiedad», y aludió a HERALDO como ese periódico familiar que «tiene un vínculo moral con sus lectores que no se puede romper. HERALDO es un milagro. No puede existir la libertad sin propiedad», apuntó.
A la par que analizaba su trayectoria y dejaba por aquí y por allá su visión crítica de las cosas, en ‘Diario 16’, en la Cope y en otros medios, recordó que una de las claves en este oficio era resistir. Prolongarse en el tiempo. Y anotó que es lo que habían hecho compañeros de viaje y adversarios: Antonio Herrero, Luis del Olmo, Iñaki Gabilondo, etc. Dijo que le gustaría que ‘Libertad Digital’ llegase al 2050 y que él vigilaría sus pasos allá donde estuviese.
Engarzó un discurso sobre los Montes Universales de su tierra. Recordó que eso aludía a que eran montes comunales, que les afectaban a todos y que todos defendían y cuidaban. Tenían en mente los periódicos, las leyes, la propiedad.
Hizo una defensa de lo pequeño: «Un sitio pequeño, si tiene conciencia de su situación, puede hacer grandes cosas». Y esa reflexión le permitió glosar la figura de Florencio Navarrete, «que creó el mejor centro educativo de mi vida y además no religioso», del que habló con inmenso afecto. Tampoco se olvidó de su adolescencia en el colegio de San Pablo y de la huella que dejó en su vida José Antonio Labordeta, al que consideraba como un segundo padre.
Jiménez Losantos ha recogido sus libros de poemas en un volumen; por ello es capaz de ver que uno de los mejores versos de Labordeta es «… y al sur la tierra callada» y aludía a él y sus paisanos.
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