El reto ahora es que Ràdio Klara tenga un relevo generacional

Radio Klara

Violeta Peraita escribe en Levante: Son las 12 de la mañana y al entrar en la sede la radio suena. Manolo Totxa está en la pecera a los mandos y Aniceto Arias en el estudio. Ambos conversan sobre la sanidad pública con un colaborador que interactúa con ellos a través de la línea telefónica. Aniceto, al ver cómo la puerta principal se abre, hace un gesto como para invitar a Levante-EMV a entrar. Se despiden de su interlocutor y dan la bienvenida a este periódico.



La sede de Ràdio Klara es acogedora. Se nota que ha sido casa radiofónica para la emisora «libre y libertaria» desde hace años. Aunque no desde su inicio. Este año Ràdio Klara cumple cuarenta años y el logro no es haber creado una cadena alternativa. «No hemos inventado nada, nosotros teníamos referentes de radios libres y alternativas cuando la montamos. El logro es mantenernos en el tiempo», detallan Manolo y Aniceto. Son dos de las siete personas que integran el equipo gestor de una emisora en la que participan muchísimas personas. «El objetivo es el mismo que cuando empezamos hace cuarenta años, ser la voz de quienes no llegan a los medios, de los movimientos sociales, los sindicatos, todo aquel que tenga algo que aportar». Pero no todo vale. Sus principios pasan por respetar los derechos humanos. Está en su ADN. Y eso es algo infranqueable.

Inicios rudimentarios
Todo empezó a principio de los años ochenta del siglo pasado. El movimiento libertario de Valencia, en varias jornadas culturales comenzó a barajar la posibilidad de hablar sobre crear una emisora de radio. «El objetivo inicial y que se ha perfilado con el tiempo, es dar voz a los colectivos de personas que no tenían acceso a los medios de comunicación, dar voz a quienes no tienen voz». Empezaron de forma «rudimentaria» en un piso de Moncada. Los inicios «fueron duros», cuenta Aniceto Arias. Es entrañable que, aunque habla para el periódico, dirige la voz hacia el micrófono color verde que tiene ante sí. Gajes del oficio. La policía les perseguía porque no tenían licencia. Eran un grupo numeroso de jóvenes libertarios. «Sentirnos perseguidos nos hizo crecernos, queríamos seguir informando». Para que la policía no les encontrase, trasladaban el equipo «de nuevo, muy rudimentario» de un sitio a otro donde emitían los programas. Pero el punto de inflexión de ese modo de hacer «clandestino» fue una bomba que puso el Grapo en el Edificio de Hacienda de Barcelona en los años noventa. «Había muchos controles y uno de ellos nos pilló trasladando el equipo, y se saldó con la detención de tres personas», cuentan. «Claro, abrieron el coche y vieron todo cables…». Después se instalaron en la calle Garrigues, en un antiguo local de jubilados de la CNT que cedieron a la emisora. «Estando allí nos cerraron hasta tres veces el local con precinto». Tras manifestaciones y desobediencia ante las prohibiciones de informar consiguieron la licencia de emisión y comenzó una época estable. Hasta el día de hoy. Sin embargo, Ràdio Klara no ha dejado de evolucionar con los años en paralelo a las necesidades. Las suyas y las de sus oyentes, parte activa en el funcionamiento de la radio y su financiación. Suscriptores y comercios locales dan su apoyo económico para que continúen la actividad. Y no es fácil. «Somos una cadena sin ánimo de lucro, autogestionada e independiente. No dependemos de ningún partido o sindicato, a pesar de que muchas veces se nos relaciona con la CGT o el anarquismo&raquo».

Autogestión y compromiso
No todos son periodistas en el equipo, «el derecho a comunicar es de toda la ciudadanía y así se lo dan, también, a quienes quieren hacer algún programa. «Valoramos su propuesta y si la aceptamos, les damos las llaves y a funcionar». Eso sí, requiere compromiso con el proyecto, también económico. En estos cuarenta años, Ràdio Klara se ha mantenido y también ha cambiado. Entre los rasgos evolutivos principales, Manolo y Aniceto nombran varios. «Hemos huido de la marginalidad y de reivindicar el cutrerío, hemos aprendido a hacer una radio digna, rigurosa, con buen contenido y programación».

Asimismo, han conseguido cierta profesionalización del proyecto con un programa matinal que es «referente» y está dirigido por Manolo Totxa. Pero hay un reto a abordar para continuar con la actividad: el relevo generacional. «El gran problema es el relevo generacional, necesitamos que la gente joven tome la radio», dicen. Estos años se han adaptado a las nuevas plataformas, redes sociales y formatos y la pandemia ha sido un gran empujón para afianzar las nuevas narrativas. Hay una radio consolidada, comprometida, reconocida y valorada «por nuestros oyentes, que son quienes nos importan». Ahora, solo necesita jóvenes que apuesten por el proyecto para que dure, al menos, otros cuarenta años más.

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