El Matadero de Madrid y RNE Radio 3 homenajean al director de cine Basilio Martín Patino

Homenaje a Basilio Martín Patino

Charo Alonso se ha hecho eco de este homenaje desde salamancartvaldia.com. Radio de la buena para el cine que importa en medio de la penumbra, de esa intimidad acariciadora que tan bien sabe recrear el periodista cinematográfico Javier Tolentino. Un Tolentino en estado de gracia que abre de nuevo “El séptimo en Cineteca”, un proyecto de cine y radio en las naves de El Matadero de Madrid, ese espacio de cultura nunca lo suficientemente ponderado. Un Tolentino de voz íntima y sugerente que se rodea de músicos originales –el grupo de Marta Mapache, todo un descubrimiento en ese directo imprescindible del programa “El séptimo vicio”- y de voces y ecos para recuperar a Basilio Martín Patino, el mayor referente del cine documental en España, ese hombre valiente y generoso que nos dejó demasiado pronto “Me cuesta decir la viuda de Patino” le dice Tolentino a una emocionada Pilar, la otra mitad del cineasta salmantino. Inmersa en su legado, la generosidad de ambos ha convertido a la Filmoteca nacional en custodio del Archivo de Basilio, un inacabable relato de la España que le tocó vivir a un cineasta de Lumbrales, estudiante de la Facultad de Filología de Salamanca que acabó en ese Madrid, rompeolas de todas las Españas.



El Madrid acogedor y abierto que recibió a Patino y que ahora lo celebra con una magna exposición en Colón, ahí, en su centro, comisariada magníficamente por Oliva María Rubio. Una muestra que nos ofrece el trabajo de un hombre enamorado de nuestra historia reciente, enfrentado a la censura y capaz de leer en sus imágenes hasta la intrahistoria unamuniana de un rincón perdido de la provincia salmantina. La proyección en la increíble sala Azcona de cine, envuelta en mimbres negros de “Espejos en la niebla” nos devuelve la visión más personal y emocionada de un Patino fascinado por la historia de los familiares de Macu Vicente, aquellos que con todos sus aperos de labranza fueron expulsados de las tierras de El Cuartón porque a Inés Luna le dio el capricho de enamorarse de uno de los miembros de la tribu. Un éxodo de miseria que narró Macu Vicente en Centenares y que sirvió para que Basilio recorriera esta tierra que denominaba “La Siberia salmantina”. Espejos empañados por la niebla de la historia que no hay que dejar en el olvido, que recupera Macu Vicente, que constata Pilar, siempre mitad de este cineasta a quien recrea Oliva María en su exposición. Un espejo al que nos asomamos a través de la palabra íntima y profunda del periodista mientras sintonizamos la emisora del corazón… aquella de pura cultura. Tolentino, siempre presto a evocar la memoria viva de Martín Patino, convierte este espacio íntimo no solo en un encuentro de voces, sino en el homenaje sincero, hecho de cine y memoria, como a Patino le hubiera gustado, recuperando uno de sus películas más desconocidas, aquella donde nos devuelve una lucha de clases aún no resuelta.

Martín Patino, habitante del centro de ese Madrid que amó y ahora le encumbra, no ha tenido a nuestro entender el reconocimiento póstumo que su Salamanca que supo premiarle, le debe. La lentitud de carro de nuestros caminos aún de barro y burocracia, la falta de entendimiento quizás de unas instituciones bienintencionadas hace del reconocimiento de Patino una asignatura pendiente que no olvidamos los salmantinos. Y es ahora, escuchando a Tolentino, este periodista sabio que tan bien maneja los tiempos, combina la música, los libros, el quehacer editorial de una sabia Charo Fierro, el cine y la gestión cultural, cuando pedimos, clamamos por un homenaje a Basilio Martín Patino como a él le hubiera gustado, con la proyección de sus películas, como se hizo este verano a instancias del propio Tolentino y de la Asociación del Barrio del Oeste, ZOES proyectando su último documental, Libre te quiero. Un clamor que sale de las paredes de hierro y ladrillo rojo de El Matadero de Madrid y llega a Salamanca. Porque hay voces que no solo al corazón llegan, como la de Tolentino, alcanzan esa altura ética de grito aunque sea íntimo y susurrado.

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