El consultorio de Elena Francis, arma ideológica al servicio del franquismo

Elena Francis

A raiz de la publicación del libro sobre las cartas del Consultorio de Elena Francis, Agustin Millan lo ha analizado en Diario 16



El Consultorio de Elena Francis fue uno de los instrumentos preferido junto a la sección Femenina y el Servicio Social, mas crueles del patriarcado franquista. A pesar de acabar la dictadura y en plena democracia perduró su emisión hasta 1984. Tras la voz dulce de la falsa Elena se escondía un equipo de curas y psicólogos. Una empresa de cosméticos fue la que tuvo la idea, porque el patriarcado machista no se puede desligar del capitalismo opresor para las mujeres.

El espacio surgió en la época de las posguerra de los años cuarenta, con un discurso que, ‘a partir de presentar las mujeres, como ‘modernas’, ‘nuevas’ y ‘perfectas’, construyó una metáfora de la modernización del régimen franquista. Cuando el régimen necesitaba reeducar a las mujeres republicanas, que habían saboreado las mieles de la igualdad de derechos. Comenzó sus emisiones en 1947 en Radio Barcelona hasta 1966. Posteriormente paso a Radio Peninsular y en Radio Intercontinental. dejó de emitirse debido al descenso de audiencia, el 31 de enero de 1984.
Pero su fama se debía principalmente a su emisión en una emisora de la Cadena SER. Cientos de miles de cartas, de remitentes engañadas, testimonio de aquel gigantesco Fraude, aparecieron en 2005 en una masía, en Cornellá de Llobregat, en Barcelona. El famoso consultorio de Elena Francis, un programa de radio emitido en España entre los años 1947 y 1984, fue una radiografía de aquel país, que escuchaba con devoción al ‘modelo’ de mujer española encarnado en Elena Francis, una supuesta mujer con la que podías compartir lo más íntimo y privado, sobre todo lo que tenía que ver con amor y sexualidad, pero también trucos de belleza y consejos sobre protocolo, jardinería o cuidado de los hijos.

Las mujeres firmaban con términos como ‘una sufridora’, ‘una desgraciada’ o ‘una mujer enamorada’, por temor a ser descubiertas. Sus cartas eran, un acto de rebeldía contra el silencio impuesto por la sumisión. Son también una indagación de la propia emotividad. Gracias a ellas se ha podido construir un relato histórico del tiempo del presente. Durante el período álgido de la dictadura, se presentó como la voz represora de las mujeres abnegadas que diariamente debían soportar la violencia machista o las infidelidades de sus maridos, los ‘hombres de la casa’. Podía ser una madre represora, revestida de amiga.

Elena de León Criado, presidenta de la Federación de Asociaciones de Mujeres de la Comunidad de Madrid, ha afirmado a este diario que “es obvio que se trataba de una institución más orquestada por la dictadura patriarcal, como tantas otras instituciones de carácter subliminal que el patriarcado inventa, enmascaradas de buenísimo para manipular las mentes de las mujeres principalmente, y que necesitan del sujeto mujer como cooperadora necesaria para legitimar el mensaje de sumisión dirigido hacia las mismas.”

“Lamentablemente, de una u otra forma, estas maniobras machistas, todavía se utilizan en la España democrática de hoy en día”, ha señalado de León.
Ana Sanchez de la Coba, secretaria de Igualdad de UGT Madrid, ha señalado que “así era, a la mujer se la educada para servir al hombre y además debía ser sumisa y agradable, vamos todo una ‘esclavitud’, pero eso sí, con una sonrisa”.
El programa comenzaba con el tema ‘Indian Summer’, de Victor Herbert, abría tras lo cual daban paso a las cartas que le llegaban a la mismísima Elena o eso pensaban ellas, entregada a la causa de la empatía femenina, abría una por una y, por supuesto, las contestaban.
La audiencia se estimaba por millones de oyentes. Durante varias décadas, las mujeres crecieron oyendo sus consejos. Su voz impostada formó parte de la juventud de la posguerra. Para los hombres que respondían esas cartas, no existía la violencia machista, ni mucho menos la de género, solo al final en los ochenta, se hablaba de violencia doméstica. La vida de casada era un elemento inseparable de aquella España.

Una de las cartas era la de una niña de 12 años, que se atrevió a preguntar las reglas de la actividad sexual, a lo que Elena Francis respondió, “esa actividad es la función más importante de la mujer, que es la maternidad”.
En otra de las misivas, una mujer que adivina que su marido es homosexual, la falsa consultora le aconseja “no hacer demasiado caso de los rumores. Compórtese como si no hubiera ocurrido nada, con el fin de que su esposo recobre la confianza perdida. Extreme sus atenciones, pero sin que él advierta nada. Cree un grato ambiente en la casa para que él no sienta la necesidad de salir”.
En otra de las cartas, una madre con cuatro hijos confiesa la infidelidad de su marido. La falsa consultora le contesta: “Es mucho mejor que se haga la ciega, sorda y muda. Procure hacer lo más grato posible su hogar, no ponga mala cara cuando él llegue”.
Para otra de las mujeres que ‘sufre palizas que le da su marido en presencia de su hija de diez años’, la responde: “Sea valiente, no descuide un solo instante su arreglo personal. Y cuando él llegue a casa, esté dispuesta a complacerlo en cuanto le pida”.

Nuria Coronado, periodista, feminista defensora de los derechos de las mujeres y colabora con Diario 16, ha señalado “cuando se educa en la sumisión se construye la pedagogía de la mujer que acata el mandato del hombre. Eso es lo que se propició con la propaganda machista de un consultorio que tenía detrás no sólo a una sociedad patriarcal, sino también sometida por el mandato de la Iglesia que borraba a la mujer libre de la historia y la cambia por la que obedece y dice sí a todo”.
Para Coronado eran tiempos “que nos parecen lejanos, pero que aún nos siguen pasando factura. Todavía las mujeres sufrimos en primera persona la herencia de aquella doctrina machista. Las ‘doctoras Francis’ de hoy, se disfrazan de ‘falso feminismo liberal’ o de ‘propaganda en medios de comunicación’ que pretenden que las mujeres sigamos cosificadas, sin pensamiento crítico y que nos quedemos en casa, con la pata quebrada”, ha afirmado.
“Por fortuna cada vez somos más las feministas que no pensamos dejarnos comer el terreno, porque conocemos la libertad de ser nosotras por encima de todo. Al machismo le hemos plantado cara y no hay vuelta atrás. Hemos roto la cadena que nos tenía presas y no pensamos volver a ninguna cárcel”, ha señalado Nuria coronado.
Fueron múltiples los encargados de responder las consultas en la primera y más influyente etapa del programa; Un psicólogo o un cura. En un equipo formado por varios guionistas ocupados en la redacción de las respuestas a las consultas destaca el periodista Juan Soto Viñolo, quien asumió esa labor desde 1966-, destacaban las locutoras que durante casi 40 años se prestaron a fingir con voz a Elena Francis: María Garriga, Rosario Caballé, María Teresa Gil, Soledad Ambrojo y, sobre todo, Maruja Fernández del Pozo, la más longeva en el puesto.

Con las cartas encontradas en Cornellá. De las que solo han sobrevivido 10.000, el resto han sido destruidas, Rosario Fontova y Armand Balsebre han publicado un libro, analizando 4.500 de ellas, “Las cartas de Elena Francis, una educación sentimental bajo el franquismo”, de la editorial Cátedra.
Antes, otro libro supuso una auténtica bomba sociológica, al desvelar en 1982 que en realidad nunca había existido Elena Francis. Tras el nombre impostado y aquella voz de una locutora real, que fue cambiando según pasaba el tiempo, se ocultaba un grupo de curas y psicólogos retrógrados y apostólicos. La homosexualidad era una aberración y una enfermedad, El único destino de la mujer era ser madre y reproductora, al marido se le tenía que hacer una entrega sumisa, el aborto era un crimen diabólico. El libro “Elena Francis, un consultorio para la transición”, de Gerard Imbert, abrió el frasco del engaño y provocó que miles de mujeres que se sintieron engañadas.
A pesar de ello, la cadena que aun emitía el programa se negó a admitir lo evidente e inició una campaña de desprestigio. La emisora respondió con indignación, dando por hecho que Elena Francis existía, “era una mujer de carne y hueso, una señora muy digna, muy preparada y muy amante de su intimidad”.
El truco no aguantó las presiones. Cuando finalmente todo se vino abajo, la ira nacional se concentró en Juan Soto Viñolo, quien desde 1966 respondía las consultas que llegaban a la redacción. Viñolo, una de las grandes figuras de Radio Nacional de España, había firmado un contrato que le obligaba a mantener el secreto sobre lo que escondía el programa. Lo contó todo tiempo después en un libro, pero jamás pudo quitarse la mala fama que le provocó en su carrera el montaje de Elena Francis.
Tras el consultorio se escondía el Instituto de Belleza Francis, con sede en Barcelona, una empresa cosmética que tras consejos para aguantar sumisa y no denunciar los malos tratos, los golpes y las palizas de sus maridos, publicitaba cremas antiarrugas o depilatorias.
En su última emisión la falsa Elena Francis se despidió “Ya no soy necesaria”. Afortunadamente hoy sus consejos serían considerados delito.

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