David Felipe Arranz (Radio Intereconomía): «El periodista y el poder deberían ser como el agua y el aceite, incompatibles»

David Felipe Arranz

Salvador Gutiérrez le ha entrevistado para diariodesevilla.es: David Felipe Arranz (Valladolid 1975) compila en España sin resolver, crónica de la postransición, más de 120 textos que condensan diez años de articulismo político y en los que analiza la década que define como «poco prodigiosa», comprendida entre 2010 y 2020. Un volumen por el que el prestigioso periodista, filólogo y profesor en la Universidad Carlos III de Madrid fue distinguido con el Premio Internacional de Pensamiento y Ensayo 2020, de la editorial Pigmalión.



– Leyendo las columnas de España sin resolver el lector puede creer que lo mismo que las franquicias están acabando con las tascas y bares de siempre, también puede hablarse de un «franquiciado político», sin brillo y de discurso clonado.
– Las técnicas del marketing político han desplazado a la política misma y la han ido vaciando de contenido: hoy se vende un candidato por parte de un mismo equipo que ha trabajado con el PP y después con el PSOE, o con el mismísimo Lucifer, da igual. No hay profundidad. Me recuerda mucho a Por un puñado de dólares: uno se alquila como mercenario al mejor postor. En el caso de políticos pata negra como Julio Anguita esto sería inconcebible, y en esta efebocracia que padecemos es lo normal.

– En realidad, como pone de manifiesto en muchos de sus textos, todo es política, de la disposición de los cuadros de un museo al precio de la electricidad. ¿El «interés general» sólo es un eslogan?
– El político cínico y la oposición doliente e hipócrita quieren que nos sintamos atendidos en nuestras demandas. Lo cierto es que hay una connivencia entre la política, las grandes corporaciones y la tienda de los fenicios de la comunicación, que es quienes gestionan los eslóganes. Todo son ventas. Los asuntos y la agenda de la opinión pública la deciden unos señores que ganan mucho dinero del erario público con contratos multimillonarios verdaderamente obscenos y que gestionan los llamados think tanks, donde se fabrica el crédito de las familias del Poder, las élites de Charles Wright Mills enseñoreadas por cada «uno de los nuestros», que diría Scorsese, pero nadie se ocupa de los muertos de antaño, ni siquiera de los de hogaño, que son, por ejemplo, los 120.000 del coronavirus o los niños que mueren de hambre en España. Estamos los terceros en la cola europea de pobreza infantil, por detrás de Rumanía y Grecia.

– El ambiente literario/periodístico tampoco escapa de la lupa de sus artículos, ¿la precariedad es la pandemia de la profesión o es la propia profesión la que ha creado el virus de su pandemia?
– Los periodistas y los escritores bastante tienen con sobrevivir. Son el objetivo jugoso de los gabinetes de prensa y resulta muy difícil mantener la independencia. Los empresarios de la comunicación han depauperado un oficio sagrado y atienden a otros asuntos ajenos a la información y muy relacionados con las altas esferas, los anunciantes y las campañas de la Administración. Sí echo en falta mayor hermandad y empatía en la profesión, pero la coyuntura darwiniana no ayuda. Propongo en España sin resolver una vuelta al slow journalism, a los encuentros ateneístas y en tabernas de la bohemia última, a ejercer el contrapoder como lo hacían los grandes maestros de mirada lúcida y pluma incisiva. Además, escribir de manera libre sobre el pulso social es una forma de leer no sólo la actualidad, sino la propia existencia.

– De Gila a Broncano, de Larra a Risto Mejide, de Tarradellas a Torra, del CDS a Cs, ¿cualquier tiempo pasado fue irremediablemente mejor, o al menos más brillante?
– Ocurre que el sistema educativo está desmantelado desde la LOGSE a favor de lo que en la EGB llamábamos Pretecnología, que era una asignatura maría y ahora son todo troncales así. La Literatura, la Filosofía, la Música, la Historia del Arte o las Lenguas Clásicas yacen arrinconadas en el ángulo oscuro a favor de lo digital, que está bien si lo enfocamos como una herramienta de acceso al conocimiento, que es aquel, y no como un fin en sí mismo: venerar una carcasa, un terminal, una plataforma, un canal… es de usuarios idiotas o de oligarcas interesados en el negocio tecnológico y en la compraventa de datos personales. Las élites usan la tecnología y sus soportes para fabricar borregos, estabularlos y acceder a sus datos.

– Dicen que el glamur de Hollywood finalizó en las arrugas de Warren Beatty, ¿cuando acabó el político, y que aquí denominábamos carisma?
– Creo que la política se ha incorporado al fenómeno fan, especialmente ahora, cuando el contrapolítico se ha puesto de moda. Antes el político era un señor más bien feo y brillantísimo como Enrique Tierno Galván, que se dedicaba a pensar con un sentido de Estado y a escribir sobre España. Estos efebos de ahora tienen grupis y uno se encuentra con comentarios como qué guapo es y qué talle tiene y cómo se mueve para justificar el voto, pero si rascas un poco sale el Dorian Gray de codicia y ambición que los habita.

– Hoy todo el mundo habla de empatía y resiliencia, términos que parecen ya gastados. ¿Se atreve con los que habrán de ser los grandes vocablos políticos de los próximos años?
– La obsesión por el control del ciudadano, la censura, el algoritmo, los minutos de odio (redes sociales), los cacharros inteligentes, la neolengua de los emoticonos, el Ministerio de la Verdad, humanos fabricados en laboratorios, el soma o la droga de la felicidad… Está todo en 1984 de George Orwell, en Un mundo feliz de Aldous Huxley. La literatura va siempre un paso por delante de la realidad, por eso al político le conviene que la gente no lea cosas tan incómodas para él.

– En los últimos tiempos estamos asistiendo a un cambio en las puertas giratorias de los políticos: de los consejos de administración a los platós de televisión. Si las puertas giran a la inversa, tal vez lleguemos a ver un periodista como presidente del Gobierno en los próximos años, ¿no cree?
– Espero que no. Por definición, el periodista y el poder político deberían ser como el agua y el aceite: incompatibles. Lo que ocurre es que los partidos pescan en los agostados caladeros del oficio y atrapan en sus redes a periodistas otrora prestigiosos que tienen que comer. Siento que la democracia muere un poco más cuando un periodista de raza da el salto al ruedo político y se vende al enemigo, alquilando su pluma a la fábrica de mentiras. Nuestro siglo está prescindiendo de los espíritus críticos y ha construido su andamiaje contra el periodismo mismo, el que debería haberle dado continuidad al legado de Fernández Flórez, Mariano de Cavia, Carmen de Burgos, Manuel del Arco, Josefina Carabias, Francisco Umbral… Hoy ya es otra cosa.

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