3.06.2025.- Ignacio Camacho le ha entrevistado para ABC Sevilla: Carlos Herrera (Cuevas del Almanzora, 1957) supone amputarla del valor esencial de su voz, ese timbre carismático que despierta cada mañana a dos millones y medio de españoles. Su saludo radio fónico —«me ale gro, bue nos días»— enciende a diario la luz de un milagro comunicativo de enorme influencia en la opinión pública, un privilegio sólo al alcance de unos pocos elegidos. Nombrado este viernes Hijo adoptivo de Sevilla, ha charlado con ABC sobre la ciudad que considera su tierra prometida, sobre su voluntad de ir alejándose del micrófono y sobre los avatares actuales de la política.
—¿El sanchismo está arrastrando a la profesión periodística a un periodismo de combate?
—El primer combate es el suyo contra el periodismo. Yo no digo que el periodismo sea ejemplar ni inmaculado, pero el periodismo no amaestrado, combativo y crítico, es necesario en una organización democrática, en una sociedad libre. Hay periodismo de tiroteo yugoslavo, entre serbios y bosnios, que yo rechazo, pero el análisis crítico de la realidad es imperativo.
Se lo decía por que hay quien sostiene que combatir la degradación democrática es una especie de misión, y por otro lado por que el famoso muro parece existir también en los medios. Y en las audiencias. Carriles separados que nunca se cruzan. —Sí… hay veces en que parece que hablamos de realidades diferentes, para le las. Opuestas. Yo de la rea li dad sincronizada no me creo nada. Cada uno la interpreta como considera oportuna, pero por decencia profesional hay que seguir insistiendo en la denuncia del san chismo. ¿Eso significa que las audiencias de la sincronizada nunca te van a escuchar? Ya, pero yo no puedo articular una interpretación para intentar captar a unos pocos y perder muchos del otro lado.
—¿Sirve de algo, aparte del desahogo, endurecer el lenguaje?
—Creo que no hay que endurecerlo. El español es muy rico y brinda muchas posibilidades.
Hay que pensar el adjetivo, como decía Pla. En la escritura y en la palabra hablada. —Gran parte de la opinión pública española, televisión aparte, se forja cada mañana de siete a nueve en la radio. Curiosamente, a partir de las noticias de los periódicos.
—Básicamente es así. El gran número de oyentes, y por tanto la influencia, está en esa franja.
—¿Y se puede cambiar un voto desde esa tribuna?
—Yo he creído que el voto en España es antropológico, biográfico, identitario. Yo siempre he sido tal cosa, yo siempre he hecho, etc. Si eso fuera así no habría cambios de Gobierno.
—¿La revolución digital va a matar al periodismo o lo va a transformar?
—El periodismo, y la radio, lleva muriendo desde que yo empecé. Y no hay manera de matarlo.
Al final, consiste en contarle a los demás la vida de los demás. Tras la darle el entorno que por
sí mismo no puede conocer. Lo digital lo cambia todo, eso sí.
—¿También en la radio?
—La radio sigue siendo uno que habla y otro que escucha. Lo digital ha permitido que haya muchas más posibilidades de pulir, limpiar y ampliar el mensaje. Y ofrece más promiscuidad.
Multiplica las auto pistas. Todo eso de los podcast y tal, que yo los escucho, no deja de ser conserva. Hay con ser vas excelentes pero no son alimento fresco.
—Usted gusta de definirse como locutor. Una palabra ‘rancia’ ¿Por modestia o para decir que no es un periodista al uso?
—Es rancia, sí. Es que cuando yo escuchaba la radio no la hacían periodistas sino locutores.
Comunicadores se diría ahora. Arribas Castro, por ejemplo, era un personaje fabuloso. A mí me parecían creadores de fantasía. Yo empecé haciendo guías comerciales. Luego empecé a informar, no sólo a acompañar. Pero me parece pretencioso decir a mi audiencia que les acompaña el periodista Herrera.
—Retirados Iñaki, Del Olmo y otros… ¿usted se ve como el último anchorman, esa especie de comunicador versátil, total, de amplio espectro?
—En cierta medida sí. El formato de gran des programas varia dos, de seis horas, va a cambiar.
Los gran des ómnibus exigen ser algo más que periodistas magníficos. Hay que saber el discurso de cada momento…
—Usted mismo se ha replegado de eso.
—Sí, por que ya tengo una edad, aun que mi aspecto lo des dice —ríe—. Ya me toca. Llevo madrugando desde los años noventa.
—¿Ha mentido alguna vez? Más allá de sus bromas, quiero decir, como la de que no le gusta la Feria.
—En banalidades sí, claro. Faltar a la ver dad en sentido serio, creo que no. —¿Ha ocultado alguna noticia, por responsabilidad, por pudor?
—A mí me enseñó Iñaki que la noticia es innegociable, pero se puede negociar el tratamiento.
Eso es legítimo.
—Ahora está reciente la polémica del libro sobre Bretón. ¿Usted entrevistaría a un ase sino, o a un dictador?
—Sí, sí, claro. En el caso de los etarras quizá no. Pero entendería al que lo hiciera. La entre vista a veces legitima, pero pue des dejar clara la constancia de tus diferencias. Yo podría entrevistar a Maduro o a Putin, pero ten dría que decirle lo mismo que les digo cuando no están delante. Con los etarras lo tengo más complicado. Primero por que me han querido matar y luego por que he visto de cerca el sufrimiento que han provocado. Ellos y buena parte del pueblo vasco, y a veces no sólo vasco.
—¿Alguna vez ha recibido del entorno postetarra el mensaje de que se equivocaron, con usted o en general?
—Nunca. Jamás. Cuando me mandaron la bomba, excepto Otegi que dijo que era una forma de denunciar la manipulación informativa sobre el conflicto y tal, los demás dirigentes, Ibarretxe y eso, me enviaron su solidaridad. ETA en ningún momento ha hecho examen de conciencia.
Ni el nacionalismo vasco ha pedido perdón por el tiempo que estuvo de per fil. Ni la Iglesia vasca. Bueno, la Iglesia vasca ha tenido miembros decentes, pero también ha tenido canallas como Setién o Uriarte, que estaban en el lado equivocado. Y ninguno ha pedido perdón.
—¿Se va a retirar sin contar la caída de Sánchez?
—No, no. No aspiro a retirarme, sino a jugar en la defensa, un poco más retrasado. A salir en la segunda parte, como Modric. (son ríe). Pero contar las cosas las voy a seguir contando mientras COPE me mantenga y ABC me deje espacio para escribir.
—Pero usted sabe que hay un rumor potente de que lo va a dejar. En el fondo, esta entre vista no tiene otro objeto que preguntárselo.
—(risas). Sí, soy consciente de eso, pero aprovecho para aclararlo. Con el tiempo hay que ir limitando o recortando la exposición, sobre todo por que con esta edad tienes que ir aprovechando más los estímulos, el impacto, hacer economía de esfuerzo y resultado.
—O sea, que la temporada que viene los oyentes de COPE lo van a seguir escuchando.
—El año que viene los oyentes de COPE me escucharán. No estoy en condiciones de decir exactamente si a las seis, a las siete o a las ocho. Pero si en algún sitio me escuchan será en la COPE.
—¿Volvería a hacer televisión?
—Eso tiene una edad. Y yo ya no la tengo, y menos de compaginarla con la radio. Sí me gustaría hacer esos programas de fondo, de profundidad, que salen en los segundos canales a horas tranquilas. Algo como lo que ha hecho Iñaki. Eso sí podría. Para mantener una tensión positiva.
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