Carlos Alsina: «La radio suena como nunca porque es la radio de siempre»

Carlos Alsina

Mañana, para nosotros, será un día diferente al resto. ‘Nosotros’ quiero decir lo que formamos este programa, o sea, tú. ‘Diferente’ quiere decir que escucharemos a personas que hablan muy bien, que saben decir lo que piensan, y que no se ponen cada día delante de este micrófono. Creo que todos los que hacemos hoy programas de radio aprendimos de quienes los hicieron antes que nosotros que hay momentos en la vida de un país en que a través de la radio se escucha cómo la sociedad palpita. No es sólo lo que opina, lo que debate, lo que exige la sociedad activa. Es lo que siente, lo que teme, lo que le infunde aliento, lo que le duele, lo que le parte el alma, lo que le da la vida.



Hay otros medios. Pero la conexión emocional está, antes que en los demás, en éste. Que las cadenas de radio, y los programas, sigan sonando en circunstancias tan complicadas como ésta ya es casi casi un milagro. El milagro de cada minuto, porque habrás visto que ninguno nos hemos callado. Pero es que además la radio de estos días, con todas las dificultades técnicas, está sonando mejor de lo que lo hacía. Y los que hacemos los programas, que a veces hablamos entre nosotros de esto, creemos que eso se debe a ti. A la forma en que los oyentes, por todas las vías posibles, habéis hecho sonar, a través de las radios, todo lo que nos está pasando. Esta oración laica de cada día –-nuestra historia— la estamos escribiendo entre todos

La radio suena como nunca porque está siendo la radio de siempre. Mira esto que me cuenta Mari, desde un pueblito de Holanda. Terminando de embalar porque se viene para España. Que para ella este monólogo significa olor a café y a pan tostado con aceite, a su madre en la cocina. ‘Desde que empezó el apocalipsis’, me dice, ‘la radio me conecta con España. Hay días que estamos mi madre y yo con la videollamada enchufada, cada una haciendo sus cosas y escuchando la radio, sin hablar, como si estuviéramos en casa’.

Paula es médico de familia en un centro de salud de un pueblito de Toledo. Escuchó ayer aquí la historia del anciano que murió solo en el sofá de casa. Quizá tú también la escuchaste. Un vecino avisó a la policía porque escuchó la televisión encendida toda la noche y sospechó que había pasado algo. Paula me cuenta que ella dedica estos días a hacer ronda de llamadas a todos los vecinos que sabe que están pasando el coronavirus en casa, o que tienen otras enfermedades y evitan ir al ambulatorio.

En Madrid vivía Juana, una mujer de 88 años que siempre le decía a su joven vecina que las cosas pasas porque así lo quiere el de arriba. La vecina, que se llama Mariví, le hacía la broma de que la de arriba era ella, porque vive en el piso de encima. Mariví tiene un ritual desde hace seis semanas que consiste en que se toma el café con su novio mientras yo estoy soltando este sermón laico y cuando suena el Facciamo bailan. En la cocina. Juana, la vecina de abajo, escuchaba los pasos de baile. ¡Y los saltos cuando Mariví hace gimnasia! Falleció el lunes. ‘Ya descansa en su pueblo de Guadalajara junto al marido al que tanto quiso, y del que siempre me hablaba con ese brillo en los ojos que revelaba que seguía enamorada’. ‘Estoy segura’, termina Mariví su carta, ‘de que Juana estará en el cielo azzurro con su marido y también bailando’.

Cada día tengo más claro que la alta política no se me alcanza. La gran novedad de la semana, el hito, era que el gobierno elogiaba la disposición del PP a intentar el pacto de Estado y que el PP se ofrecía a ayudar al gobierno a encontrar la manera de sacarnos de esta. Eso era el lunes. Pero viendo el pleno parlamentario de ayer es como si el lunes no hubiera pasado nada. El gobierno cargando contra la derecha y la derecha diciendo que con este gobierno nos hundimos. ¿Cómo era aquello que dijo Rita Maestre en el ayuntamiento de Madrid hace seis días?

Pues igual va a ser eso, sí. No encontré ni novedad ni interés en casi nada de lo que se escuchó ayer en el Congreso, y la lo siento. Si éste es el clima que ha de alumbrar un pacto de país, o están impostando el clima o se han equivocado de país.

Nunca falta lo de dar lecciones de patriotismo a lo demás. Marca España. No ha habido oposición en nuestro país que no haya acusado de traición al gobierno de turno, y no ha habido gobierno de turno que no haya llamado a la oposición patriotera de hojalata. A los jóvenes igual les parece nuevo, pero a los que ya no lo somos nos suena a lo de siempre. Lo de Blanco y Zaplana en su época, lo de Aznar y Zapatero.

En la crisis de 2008 aprendimos que de las metáforas náuticas hay que huir casi tanto como de las metáforas bélicas. Si Sánchez es el capitán del Titanic, qué hace el grumete Casado apoyándole los decretos de navegación que envía al Congreso. Al capitán del Titánic no le confía su futuro la orquesta. Y si le apruebas los decretos, entonces es que no es el capitán el Titánic y alguna competencia para llevar el barco deberías reconocerle, aunque fuera pequeña.

Subió a la tribuna Adriana Lastra y abonó, como siempre, el terreno del acuerdo. La concordia. El entendimiento. Qué mala suerte hemos tenido, en general. Que un tsunami como éste nos haya pillado con tanto dirigente político de prácticas.

He visto que a Pablo Iglesias le han hecho una foto en la que se le ve la etiqueta al traje. Es de Zara. Inditex. Amancio Ortega. No hay más preguntas, señoría. De Zara también viste Esperanza Aguirre, sólo que ella no pone a parir al dueño de la tienda.

Ah, Rufián vuelve con la matraca. De la mesa. Lo de la autodeterminación y todo eso. Que le urge que se desconfine lo suyo. No vaya a ser que se le pudra el bacalao y si quede sin papel en el guiñol carcelario de Junqueras. Dijo Rufián que el gobierno le ha escuchado a él en este asunto de los niños. Al final el panel de expertos que asesoran al gobierno va a ser Rufián.

Veinticuatro horas después del enredo bochornoso en el que se metió el gobierno consigo mismo, tuvo la entereza el ministro Illa de proclamar en el Congreso que si algo tienen son criterios claros. Amén. Tanto valora el gobierno la verdad que a los españoles no les dice una sino varias. Según la hora y según el día. Era verdad que iban a salir los de menos de 12 años, era verdad que eran los de menos 14, era verdad que iban a ir sólo al supermercado, era verdad que iban a pasear por la calle.

Cristalinos, ministro. Es jueves y seguimos sin saber cómo se hará el paseíllo. Sigo sin entender el uso que hace el presidente Sánchez de los números. El sábado se comparaba con otros gobiernos que, según él, actuaron más tarde que él. Ahora siembra la sospecha sobre la validez de los datos que proporcionan los demás gobiernos.

Pongamos que España ha hecho más test que nadie ––a usted, que me escucha, igual ya le han hecho el test no una vez sino varias, como a Irene Montero—. En ese caso aún es más difícil de explicar por qué nuestros resultados son tan malos. Si el número de test es clave para contener la epidemia, por qué tenemos más fallecidos que casi nadie en proporción a habitantes que somos.

Una vez, para un programa que hacíamos aquí los sábados, me subí a un pesquero de bajura en Algeciras. Quería saber cómo era pasar la madrugada faenando. Recuerdo lo largas que se hacían las horas, navegando en busca de los bancos de pescado, el aviso del capitán cuando el sónar los detectaba, la coreografía perfecta de los marineros echando la red, los focos encendidos, el barco describiendo un círculo en el mar, los marineros subiendo a bordo el pescado, y otra vez a navegar, otra vez a buscar, otra vez las horas largas. Recuerdo el agotamiento al alcanzar la lonja del puerto a primera hora. E igual por eso me ha hecho ilusión escuchar el sonido del barco en esta nota de audio.

Cómo se mantiene la distancia de seguridad en un pesquero de bajura donde los hombres trabajan mano a mano. Quién piensa en los protocolos contra el coronavirus para un centro laboral que está en medio del mar.

Me han escrito varios técnicos de rayos que comparten la impresión de que reparamos poco en ellos. O que sabemos poco. Están en primera línea, como los médicos de urgencias y las enfermeras. Siempre que entra un paciente con problemas serios, se les hace radiografía de tórax, o un TAC. Y ahí están los técnicos de rayos, tratando directamente con los enfermos y no siempre con las medidas de protección adecuadas.

El hermano de Daniel es uno de esos que oyentes que confiesa que el Facciamo al principio, qué quieres, no le parecía una canción muy aprovechable (como a Montano). Pero dice que al tercer Diario de la Pandemia, y como estamos todos encerrados y moñas, ya estaba enviciado. Es el verbo que él utiliza, enviciado. Tanto que ha liado a su hermano, que es quien sabe tocar la guitarra, para hacer una versión en castellano.

Vamos a felicitar a la señora Aquilina y a su familia por el segundo negativo que le han puesto los médicos del hospital de La Paz. Me dice su nieta Paula que Aquilina no fue un solo día a la escuela y está muy orgullosa de los dos negativos que le han puesto en una semana. Le repitieron el test porque le primero era de aquellos flojos que le colaron al ministerio de Sanidad. El caso es que Aquilina, 91 años, que ha pasado una neumonía de caballo, es una mujer muy habladora. Tanto que incluso en los días más difíciles, cuando se suponía que debía estar hecha un cromo, seguía dale que te pego a la lengua con su voz ronca con acento de Córdoba. El sábado se apareció por la habitación un auxiliar al que Aquilina reconoció como paisano por el acento. El chico se ofreció a peinarla un poco y hacer una videollamada a casa. Llamada sorpresa que recibió la hija. ¿Y qué crees que fue lo primero que dijo la señora Aquilina? ‘Oye, ¿qué pasa?, que no os he visto a ninguno por aquí. A ver si es que ya no me queréis’. Me dice Paula, que es la nieta, que a la abuela a veces se le va la cabeza a Marte, y que debió de pensar que la tenían castigada o algo. La buena noticia es que está, desde anoche, en casa. Porque como dice la señora Aquilina, ‘solo en casa el culo descansa’.

Damos la bienvenida a esta comunidad de comunidad de oyentes que comparten a un himno a Rafael, que cumple ya ¡una semana de vida! en Nueva Jersey, Estados Unidos. Envía foto su madre, Clara, que ya va por el tercero. Y que nos contó hace semanas que lo estaba pasando mal porque ella, que tiene a toda la familia aquí, se empeñaba en decirle a todo el mundo que se tomaran en serio lo del coronavirus y nadie hacía caso. ‘No es que yo fuera más lista que nadie, es que veía que iba a pasar aquí lo mismo que en España’. Y, en efecto, ha pasado. Pero a Rafael se le ve muy guapo, con su gorro blanco y envuelto como una croqueta en una manta, y eso es lo que ahora más importa. Y además, como está recién nacido, ni bufa para que le dejen salir a dar paseos ni nada.

Sí, a mí también me ha llegado la foto ésa de broma que dice cómo llevar a los niños al supermercado, y han puesto a un niño como si fuera Anibal Lecter, con la camisa de fuerza, el bozal anti bulos y atado al carro.

No hagan tantas bromas los padres porque el poder ahora lo van a tener los menores de catorce años. Los padres queriendo salir a tomar el aire y en manos de sus pequeños tiranos. Venga, Sofía, hija, que tienes que estar deseando ir a dar un paseo.

Como no tengo pruebas no voy a afirmarlo, pero sospecho muy firmemente que hay padres que están malmetiendo a sus niños. Contra el gobierno, por supuesto. Padres y madres confundidos y confinados que usan a sus pequeñas criaturas como arietes para que sean ellas quienes le canten las cuarenta a Pero Chánches por sus vaivenes.

Decídase, presidente, que está la España diminuta resoplando y aprendiendo a leer deprisa para enterarse de lo que dice el BOE.

Como dice Iñigo, que de niño ya tiene poco (24 años) y es de Vitoria, hay momento en que uno pierde la entereza (él, por ejemplo, que tiene a la novia en Grecia de erasmus y lleva dos meses sin verla) pero al final del día sabes que a la mañana siguiente volverá a sonar el Facciamo para recordarnos que ha salido el sol de nuevo. Termínate el café, Mariví, que empieza el baile.

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