Jeremías Clemente Simón cuenta como vivió la muerte de Franco en RNE Cáceres: «Esa noche en Radio Nacional brindamos con una botella de whisky»

Jeremías Clemente Simón

20.11.2025.- Rocío Muñoz escribe en elperiodicoextremadura.com que cuatro de voces destacadas de Extremadura que vivieron hace medio siglo la muerte del caudillo aquel 20 de noviembre de 1975 cuentan lo que significó despertar en una España que abandonaba el blanco y negro para dejar entrar al color.

«El técnico de sonido y yo brindamos con una botella de whisky que teníamos reservada para la ocasión». Jeremías Clemente Simón, que entonces daba sus primeros pasos en la sede cacereña de Radio Nacional de España, recuerda que ese 20 de noviembre de 1975 dos militares llevaban un mes vigilando la puerta de la emisora. Franco llevaba tiempo en cama y la suya era, para muchos, «una muerte anunciada».

Simón, un joven de 25 años, había pasado aquella tarde por la Delegación de Información y Turismo porque era allí donde se autorizaban las letras que podían sonar en los recitales. Volvió a la redacción con dos sellos de «prohibido» estampados en ‘Parábola sobre el billar’ y ‘Fidelidad’, del cantautor Luis Pastor, en una España donde las multas por cantarlas eran vestigios activos de la censura.

Esa noche le tocó hacer guardia. A las 4.58, Europa Press difundió un teletipo con la frase «Franco ha muerto»; pero la noticia no entró en el boletín de RNE hasta horas después, cuando la confirmación llegó por los cauces oficiales. La radio pública era entonces el principal agente de transmisión del régimen y ostentaba el monopolio informativo.

«Luto en España»: la portada del Extremadura
Tras el brindis, Simón y su compañero Pedro Andada se hicieron la pregunta que recorría el país: «¿Y ahora qué?». Y aunque aún les tocaría enfrentarse a algunas páginas de nubarrones, lo que llegaría, poco a poco, sería la libertad. Sobre las siete de la mañana, el periodista llamó a los periódicos regionales para conocer sus portadas. Enrique Baltar era entonces el redactor jefe de El Periódico Extremadura. El diario adelantó su edición para contar la muerte del Caudillo y volvió a escribir una página de la Historia. Los trabajadores revisaban con minuciosidad los primeros ejemplares que salían de la rotoplana, donde podía leerse: «Luto en España».

Por la tarde, el jefe de Informativos de RNE le pidió a Simón que cubriera la misa funeral en la concatedral de Santa María. Con chaqueta y pantalón de pana se presentó en el templo cristiano más importante de la ciudad, donde escuchó el ‘Cara al sol’, brazos en alto y, entre ellos, algún rostro conocido de altos cargos.

Un hito en la radio
«Ese día se produce un hito radiofónico: a la una y media de la tarde, todas las emisoras de Extremadura emitimos un informativo único que elaboramos en RNE. Fue la primera y la última vez que se hizo algo así», recuerda. Dos días después, el príncipe era proclamado Rey con el nombre de Juan Carlos I, devolviendo la monarquía tras casi cuarenta años de dictadura.

La región no fue ajena a la convulsión del momento. Ese mismo año abrió la escuela de Obras Públicas en Cáceres; Charlton Heston visitó Cáceres, Guadalupe y Jarandilla; El Gordo dejó premios de un millón de pesetas en diciembre; se inauguró el Museo de las Veletas y se vivió una explosión de júbilo popular cuando el Cacereño venció a La Estrella por 3-0 y logró el ascenso a Tercera.

Se constituyen los partidos políticos
En diciembre del 76 Extremadura dijo «si» al referéndum por el que los españoles aceptan la democratización de la vida pública y, con ello, se da luz verde al Proyecto de Ley para la Reforma Política. «Comenzó la etapa más bonita que ha vivido el periodismo español. Vimos el nacimiento de los partidos políticos, de los sindicatos, yo hice la presentación pública de los candidatos de los partidos, cuando aún no estaban reconocidos. Hacíamos la entrevista con su consentimiento y al día siguiente nos llamaban desde el Gobierno Civil para preguntarnos cómo habíamos sacado eso. Yo les decía que era lo que habría de ahí en adelante», detalla Simón.

El también director de la radio pública extremeña entre 2005 y 2008 y colaborador de Diario 16 y El País, recuerda que en la Torre de Bujaco había en ese momento un restaurante con el mismo nombre, donde se celebraban las reuniones previas a la legalización del Partido Socialista.

Recuerdos desde Atrio
Tan solo 14 años tenía en 1975 Jose Polo, copropietario junto a Toño Pérez de Atrio, el restaurante cacereño con tres Estrellas Michelin, cuando se enteró de la noticia que cerraría una etapa histórica. «Ese día yo recuerdo que me había levantado para estudiar. Mi padre se levantó y me dijo que no estudiara más porque Franco había muerto y lógicamente se cancelaron las clases. Fue algo traumático… Ahora parece que todo el mundo estaba en contra, pero yo recuerdo que en ese momento no era así», reflexiona Polo.

Escuchaba en las televisiones la misma noticia y guarda algún ejemplar con los titulares que la prensa dio aquel día, en un Cáceres que estaba «de duelo». Para él, el final de la dictadura y la llegada de la Transición fue «una España en blanco y negro, hasta que llega el color». La llegada de la democracia fue un paso decisivo para el desarrollo autonómico, que trajo mayor proyección exterior. De hecho, el año 77 fue una hito en el bagaje de la región.

Verde, blanca y negra: llega la bandera a Extremadura
El 9 de marzo se produce la primera visita de Don Juan Carlos y Doña Sofía en su condición de Reyes al Parador de Turismo de Mérida. Al día siguiente miles de cacereños se concentran en la plaza Mayor de Cáceres para recibirles con numerosas pancartas que exigían mejoras a los monarcas. El 15 de junio de ese mismo año tienen lugar las elecciones generales, cuando los partidos tiran la casa por la ventana y alfombran la calle Pintores de propaganda impresa. El 20 de agosto se iza por primera vez la bandera de Extremadura tras la autorización de los colores verde, blanco y negro, que desde entonces representan el hondo sentimiento regional que brota en el corazón de los extremeños.

«Era un momento de muchísima esperanza, por la sensación de que todos formábamos parte de un proyecto, y esa fue la grandeza de ese momento, además se hizo sin pegar tiros. Lo que ocurrió es que Toño y yo enseguida nos fuimos a hacer la mili y en el 81 se produce el golpe de Estado, que a nosotros nos coge en el servicio militar y en el ejército se alegraron, pero no porque estuvieran en contra de la democracia, sino porque fueron años muy duros en los que el terrorismo de ETA golpeaba todos los días, mataban continuamente y había un cansancio absoluto», detalla Polo.

1986: Nace Atrio, Cáceres Patrimonio de la Humanidad y España en la CEE
Cuando terminaron y hasta que abrieron, empezaron a viajar. Fueron a la playa, a París y a Londres, lugares en los que se encontraron restaurantes que les parecían mágicos. Esos destinos suponían en la etapa posfranquista un esfuerzo económico sin precedentes: «Pagamos 25.000 pesetas por un vuelo súper barato que compramos en una agencia de viajes del edificio Norba, que entonces era casi un sueldo»

En 1986 y mientras España ingresaba en la Comunidad Económica Europea (CEE), Cáceres se abre al mundo con su declaración de Patrimonio de la Humanidad y nace Atrio en la plaza de los Maestros. «Entonces nosotros queríamos hacer un restaurante diferente, un poco más pensando en las parejas y los amigos. Intentamos tener una carta de vinos diferente, con porcelana buena y cubertería de plata que diera una sensación más de hogar que de la imagen de mesón, que era más usual en aquella época», señala el Jefe de Sala de uno de los restaurantes de alta cocina más importantes del país. En 1995 ya tenían el Premio Nacional de Gastronomía.

Una memoria universitaria
Cuando Franco murió, la profesora cacereña Carmen Martínez Fortún llevaba un mes en Pamplona. Se había ido a estudiar Filología y por primera vez estaba fuera de casa. Ese otoño la dejó marcada y el 20 de noviembre será una fecha que no olvidará nunca. «Estaba feliz, el día 19 empecé a salir con el que ahora es mi marido. Llovía, hacía malísimo… Y al día siguiente salió en la tele Carlos Arias Navarro: ‘Españoles, Franco ha muerto'». El entonces presidente del Gobierno, anuncia a todos los españoles la muerte del caudillo. Muy emocionado, Arias lee el testamento político del dictador antes de proferir con voz quebrada un ¡Viva España!.

«Nos dicen que nos tenemos que ir, yo tuve que volver a Barcelona con mis padres y me vino fatal, porque mi novio era de Madrid y yo lo único que quería era verlo», cuenta entre risas. Tanto en su casa como en su entorno, la noticia se vivió con inquietud porque, explica, aunque la sensación no era de tragedia, había miedo. «La gente conservadora no era monárquica, era del régimen».

«Para nosotros, los jóvenes, era otro momento»
A Fortún siempre le interesó la política, por eso, guarda el recuerdo del nombramiento de Adolfo Suárez como presidente del Gobierno por el rey Juan Carlos I en 1976. «Me parecía un señor estupendo. Además, todos eran guapísimos… Veníamos de una política de feos», dice entre risas. Aunque la transformación no fue sencilla, ve aquel proceso como un ejercicio de enorme responsabilidad por parte de los líderes: «Hubo libertad, pero fue una libertad sin ira. La izquierda fue muy responsable y comedida. No hubo revancha». Para ella, el papel de los políticos fue impecable y decisivo porque «las cosas que decía Suárez —aparte del carisma— no las podía hacer solo si no tenía a todos los otros políticos allí».

También recuerda el desconcierto que generó la llegada de las urnas, puesto que gran parte de la sociedad, sin formación democrática, pensaba que iba a ser una debacle. Evoca las palabras de un tío suyo: «Es que fulanito… su voto va a valer lo mismo que el mío». Su conclusión, sin embargo, es rotunda. «España mejoró muchísimo, se democratizó rapidisimamente y hubo una transformación económica brutal».

«La sociedad se dio la vuelta como un calcetín»
Pese a la tensión de algunos años por el terrorismo de ETA, la transformación cultural fue fulgurante. Fortún asegura que la transformación superficial fue muy rápida, «porque la sociedad ya era libre. Si no, ¿cómo hubiéramos asumido la Movida? Almodóvar llenaba los cines. Alaska era un éxito brutal. De pronto la libertad sexual, que no había habido». Sin embargo, la reforma de las leyes fue mucho más lenta.

Al comparar 1975 con la actualidad, la profesora no duda. «Ahora todos los chicos van al colegio. La educación es gratuita… Es una sociedad mucho menos violenta». Como docente, aún guarda escenas de otra España: «Las niñas venían de Puebla de Obando a trabajar en casas con 15 o 16 años». Y remata con una idea simple, pero tajante: «El Estado del bienestar, con sus carencias, es otra cosa. Nada que ver. Es una conquista épica. La base de todo es la educación».

La voz de la libertad
No todas las memorias sobre el final del franquismo caben en un único molde. Para Isabel Zaballos, dueña de uno de los primeros centros de estética que se abrieron en Cáceres y una fiel defensora de ‘ser libre’, la muerte del dictador no marcó un antes y un después en su vida. Su testimonio está lleno de matices, contradicciones y recuerdos que van desde locales clandestinos de jazz hasta viajes nocturnos en los que nunca sintió miedo. Habla despacio, como quien repasa una vida entera, pero con la contundencia de quien no necesita adornarse.

Ni recuerda exactamente qué hacía ese 20 de noviembre de 1975. «Yo antes no veía casi la tele con el rollo de mi trabajo. Estaba siempre para arriba y para abajo, luego salía a tomarme mis cañitas y demás». Aquella larga enfermedad le había restado impacto a la noticia: «Pues sí, se ha muerto Franco, pero como ya llevaba agonizando unos días, pues tampoco sentí ninguna cosa especial. Tampoco lo sentí como una tragedia».

«Yo viví la época buena, no tengo dolor»
Mujer eternamente libre, nunca se casó ni tuvo hijos. El día que asistió a un parto, dejó la enfermería para dedicarse a dar alas a las mujeres, en aquellos años en los que organizaba las fiestas de Maja de Cáceres. Niega haber sentido trabas, ni siquiera en lo que a su profesión se refiere. «Yo conocí la parte buena, quien quería moverse lo hacía. He andado sin problema ninguno». Cuenta que ella y su hermana, enfermera, empezaron desde muy jóvenes a viajar, formarse y montar centros de estética en varias ciudades.

No ignora, sin embargo, que no todos vivieron igual. Habla de censura, de las persecuciones políticas que veía de cerca. «Yo tenía amigos que eran muy intelectuales. Uno de ellos era del Partido Comunista… tenían que reunirse con unas privaciones porque los perseguían. Para comprarse libros tenía que ir a Francia porque aquí no se permitía».

Aun así, confiesa que aquel ambiente semiclandestino le producía más fascinación que rechazo. «A mí personalmente me parecía todo eso un misterio. Y hasta me atraía». Los recuerdos se vuelven casi cinematográficos cuando evoca los locales ocultos de Madrid en los que, para escuchar jazz, había que dar una contraseña. Lo mismo pasaba con los ambientes homosexuales: «Estaban cerrados también como con garaje y con contraseña».

88737

https://www.tierragalana.es

Sé el primero en comentar este artículo

Deja una respuesta

Tu dirección de correo no será publicada.


*